Las tribunas y las cámaras de televisión ejercen una fuerte presión sobre los referís. En noviembre, tras el intento de suicidio de Barak Rafati, un árbitro alemán afectado por un cuadro de depresión, sus colegas decidieron consultar a psiquiatras sobre los peligros del llamado “síndrome del profesional quemado” (burn out). Rafati había dicho que sentía “una creciente presión” como árbitro, al mismo tiempo que padecía el temor constante de cometer errores.
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