Es una tradición que después de cada muerte de un papa y la elección de uno nuevo, los cuatro mil empleados del Vaticano reciban un plus salarial, por única vez, dado el trabajo extra que los eventos demandan. En 2005 fueron 1500 euros por el fallecimiento de Juan Pablo II y otros 500 por la designación de Benedicto XVI. El año en que más cobraron fue 1978, cuando hubo dos muertes (Paulo VI y poco después Juan Pablo I) y dos cónclaves. Esta vez, la renuncia (y no muerte) de Josef Ratzinger ya los había dejado sin el primer extra. Ahora tampoco tendrán el segundo. Francisco anunció que, como gesto de sobriedad por los problemas financieros de la Santa Sede, no habrá bono para nadie. Eso sí, una parte de ese dinero será destinada a obras de caridad.
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