Como corresponde, fue una milonga. Los vecinos festejaron que la Justicia salvó de la destrucción la Casa de Evaristo Carriego, en Honduras 3784. El gobierno porteño la iba a demoler casi completamente en una obra que llamaba “restauración”, pero un amparo detuvo el desmán y ordenó que se reconstruya lo dañado. Ayer hubo baile en la puerta, discursos y una cantada de “El último organito”.
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