Por Florella*

En rueda de mujeres ocupadas digo que sí, que es una barbaridad, que perder cuatro horas, cua-tro-ho-ras ¡No puede ser! En rueda de mujeres ocupadas asiento y creo firmemente en que hoy en día, con todo lo que una tiene para hacer, tanto libro en la mesa de luz para leer, tantos trámites que hay que realizar...
Pero cuando pido el turno, no lo hago para un miércoles a la mañana, ni le pregunto a Sergio o a Mariano si ese viernes tienen un casamiento. Cuando voy a la pelu quiero tomarme el cafecito en el estar de espera, conversar con mujeres con las que jamás cruzaría más de dos palabras, comentar los nuevos tonos de la colección primavera verano, observar la transformación de la adolescente que cumple quince y leerme todas, pero todas las revistas. Jamás llevo un libro. Ni que tenga que presentar un trabajo, ni que esté en el momento cúlmine de una novela policial. Y me olvido del cheque, de la inscripción al curso, del churrasco y me sumerjo en la separación de Araceli o en la lipo de Susana.
La tintura. De vuelta a la lectura. Mientras estoy enfrascada Sergio me
llama para lavarme la cabeza. ¡Otro placer! Después, si es brushing media hora, cuarenta minutos si es planchita. A veces lo espero a Mariano y en ese rato también leo “Latido”. Cejas y maquillaje. Qué escándalo dice Mariano cuando termina mi transformación de profesional agotada en lánguida joven o mujer latina.
¡¡¿¿Cuatro horas??!! Qué barbaridad, dice mi marido, dicen los amigos de mi marido y las mujeres de los amigos de mi marido. Sí, digo yo, qué barbaridad, mientras pienso que por nada del mundo dejaría esas cuatro horas, que ir a la pelu es mucho más que arreglarse el pelo. Y que, como todo en la vida, prefiero las ceremonias a los trámites.

* Lectora.

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