Lun 26.04.2004

PLACER  › SOBRE GUSTOS...

Un encuentro con el miedo

Por Marina Tampini

Aun a oscuras, se oye un traqueteo metálico y el sonido de cuerpos que se desplazan y se detienen, se desplazan y se detienen... Sobre el escenario, un haz de luz define una imagen. Un hombre sentado en una silla de ruedas, que lleva otra sobre el cuerpo a modo de armadura. Otro que lo empuja camina de rodillas. Tiene parálisis cerebral.
Así comienza Wheels of Fortune, un trabajo en el que Emery Blackwell y Alitto Alessi exploran las posibilidades de movimiento que les ofrecen dos sillas de ruedas. La obra resulta, antes que cualquier otra cosa, conmocionante. Las sillas pasan de abajo a arriba de sus cuerpos. Devienen territorios sobre la que los bailarines se deslizan, cuelgan, se balancean, descubren huecos por donde pasar, modos de apoyarse y de dar apoyo. Un cuerpo ¿normal?, moviéndose junto a otro que necesita 20 segundos para que la orden de movimiento llegue del cerebro al cuerpo. Tienen la belleza de un diálogo. Cada uno explorando las posibilidades propias e interactuando desde allí.
Repulsión, miedo, pudor, pero sobre todo curiosidad y conmoción, son las sensaciones que experimenté al ver el video de esta pieza de danza. Es que este trabajo desafía una idea de belleza muy arraigada en nuestra cultura: la clásica, la que valora la armonía de las formas. La que la industria cultural vende cada día como búsqueda de perfección; muchas veces devenida belleza artificial, plástica. La pieza nos muestra “lo feo”, lo inmostrable, y en ese acto el problema queda de nuestro lado.
Junto a la impresión que me provocó la pieza vino la vergüenza de sentir ese rechazo y la pregunta sobre mi relación con los discapacitados, con esos seres ¿diferentes? ¿Cuántos amigos discapacitados tengo? ¿Por qué me incomoda mirar a un discapacitado?. ¿Dónde están los discapacitados, que tan rara vez circulan entre nosotros, los normales? ¿Es normal este rechazo? ¿Cómo se sentirán “ellos” ante “nosotros”? Todos los preconceptos se hicieron visibles. Fue fácil reconocer cómo encarnamos un modo de hacer (hacerse) social, una norma. Un concepto de belleza que excluye la experiencia corporal que tienen otros que no son como yo.
El interés por la diferencia es uno de los móviles que inspira a Alitto Alessi en su proyecto Danceability, que integra bailarines con capacidades múltiples (¿discapacitados? y ¿normales?). Repite que no lo hace por altruismo sino por la información que le dan diferentes hábitos de movimiento para su propia danza. “Aprendo mucho de las personas con discapacidad. Me enseñan a moverme y explorar mi cuerpo por nuevos caminos”. Pero este aprendizaje no ocurre sin una cuota de miedo. Lo diferente aparece como desconocido y es necesario crear puentes para descubrir cómo encontrarse. “Te encontrás con el miedo y vas hacia él. Es un muy buen entrenamiento para la improvisación”.
Alessi sostiene: “Los prejuicios son ideas que no tienen raíces; flotan por ahí. Pero cuando tienes una experiencia que las contradice, esas ideas cambian rápidamente”. A lo que vale agregar que cuando el cuerpo pierde el miedo a lo diferente (desconocido), cuando descubre nuevos modos de conectarse, ese aprendizaje no queda circunscripto a la danza.
La responsabilidad respecto a estos prejuicios es de todos y cada uno de nosotros. En este sentido, como sociedad, tenemos mucho por hacer.

* Lectora.
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