Lun 05.08.2002

PLACER  › CURIOSIDADES

La universidad del placer

› Por Sandra Russo

Está en Milán, y en ella, en la Università dell’Immagine, los alumnos se especializan en sacarles jugo a los cinco sentidos. Cursan dos años, a lo largo de los cuales aprenden diversas técnicas para ver, oír, oler, gustar y tocar. Contra lo que podría creerse, no es una universidad bohemia. Más bien, de su seno salen creativos juniors que el mundo del diseño, de la publicidad o de la moda incorpora rápidamente, siempre sediento de sangre joven y de ese bien tan escaso que son las ideas.
La sede era una antigua fábrica de esmaltes ubicada en la Via Gaspare Bugatti. Es una universidad pequeña, casi una escuela en términos medievales, donde hay 36 profesores para 68 alumnos. Es privada, y carísima: cada una de las cursadas anda por los 15.000 euros. Pero tiene un secreto: muy pocos de sus alumnos pagan. Entrar, ser admitido, depende en parte del azar y en parte de las inquietudes de los directores de la universidad en cada temporada. La directora, Tania Gianesin, es la encargada de seleccionar, entre los aspirantes –jóvenes de todo el mundo con aspiraciones creativas–, quiénes llegarán a una entrevista personal con ella o con profesores de la universidad, para dirimir si serán o no admitidos.
La Università dell’Immagine existe porque su existencia se le ocurrió a un célebre fotógrafo, Fabrizio Ferri, conocido en Europa y en Estados Unidos no sólo por sus fotos sino por su “cabeza”. Ha trabajado con marcas de hiperlujo como Bulgari, ha hecho una película con Sting, ha editado muchos libros de fotografía, y también ha creado un complejo turísticoecológico en la isla de Pantelleria, Italia. Contactado fluidamente con la crema de la crema, Ferri propuso a algunas empresas formar juntas un holding del que dependiera la primera universidad del placer, esta escuela dedicada a instruir a jóvenes talentosos en el arte de los cinco sentidos, sin excluir el sentido común, de la que fueran egresando talentos en edición limitada, con extraordinarios puestos de trabajo esperándolos.
El proyecto cobró vida lentamente. Al principio la idea parecía buena pero su viabilidad no tanto. Ferri insistió sobre todo en que, pergeñada esta universidad como un puente entre industria y escuela, y financiada por la industria, que es la que paga las becas de las que gozan casi todos los alumnos, en lo único que no debía intervenir la industria para no malograr todo el esfuerzo del proyecto era en la selección de los alumnos. Esa era, después de todo, la gracia de la Università dell’Immagine: que un grupo de profesores reconocidos por su creatividad y provenientes de distintos lugares del mundo olfatearan, en las entrevistas de admisión, cuándo estaban frente a alguien merecedor de una beca, quién escondía un talento capaz de hacer rendir en unos años sus frutos en el gran mundo de las grandes marcas. Ferri peleó para que no se produjera la presión de tener que admitir a un candidato remendado por algunos de los ejecutivos de esas marcas. Las marcas lo que ganaban era puro prestigio. Y cuanto menos interferencias de ese tipo tuviera la universidad, más prestigiosa sería.
De modo que en la universidad del placer se forman ahora, por ejemplo, perfumistas: la profesora responsable de introducir a los alumnos en el universo de las fragancias es Françoise Marin, que ha participado en lacreación de perfumes para Dior y Chanel. Vive en París, pero viaja a Milán a dar sus clases. “El perfumista vende sueños, vende memoria de un lugar por el olor de ese lugar casi olvidado. Y mi obsesión está en mezclar esos sueños como si se tratara de fotografías de un tiempo que, al verlas, despiertan el deseo de percibir un determinado olor.”
Irene Danelli, por su parte, crítica de moda, da una materia llamada Costumbres, Vestido y Moda. En una clase suya se puede, por ejemplo, estudiar un colgante: estudiar su origen, su historia, sus materiales, sus connotaciones, pero también se puede abordarlo desde otras áreas: fotografiarlo, digitalizarlo, escribir sobre él, inventar una leyenda sobre él, hacer un catálogo que lo incluya, buscarle una música que le corresponda, pensar con qué ropa se puede llevarlo, a qué tipo de hombres o mujeres está dirigido, qué evoca ese colgante.
Así trabajan todos los profesores de esta escuela: asociando un sentido con el otro, ligando información intelectual con información sensorial, llevando las cuestiones a terrenos en los que un sentido deja paso al otro, hasta dar con el más apropiado para el abordaje. Fabio Selvafiorita es el profesor de música que habla a sus alumnos del primer curso de los “paisajes sonoros” y a los del segundo los especializa en extraer sonidos de las computadoras. Anna Barbara da una historia de la arquitectura de la que no debería quedar afuera su propia historia: un día se fue a Corea y a Japón con una casa diseñada por ella misma en policarbonato desarmada y metida en su equipaje. En esa casa vivió durante meses, llamó la atención de los japoneses y coreanos y cuando volvió a Italia ya era conocida. Un gesto digno de un egresado de la Università dell’Immagine.

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