Jue 24.04.2008

PSICOLOGíA  › CUESTIONES PSICOANALITICAS SOBRE LA FERTILIZACION ASISTIDA

“Mi esperma no es de buena calidad...”

› Por Gloria Barros

De Mendilaharzu *

La difusión de los procedimientos de fertilización asistida es tan amplia que se han convertido en “el otro modo de procrear”, pero ello no descarta que planteen cuestiones y problemas. Sin embargo, los debates que antes se planteaban en el campo de la fertilización asistida parecen haber desaparecido, al menos en nuestro país, sustituidos por informaciones generales acerca de métodos, usuarios, centros, nuevas técnicas. Esta ausencia de debate debiera preocuparnos, ya que se trata de un tema, en sí mismo, profundamente polémico.

La ausencia de debate se debe, en parte, a que en este campo suelen generarse tanto adhesiones como rechazos sin fundamento científico, basados en razones sentimentales o en prejuicios.

Otra razón consiste en que la medicalización de la procreación han dejado de lado los aspectos psicológicos (“somatización inducida”, según Michel Tort). La procreación técnica, independizada del acto sexual, permite prescindir de los varones, que en ocasiones sólo están presentes a través de su producto, el semen, como si fuesen transparentes. Esta situación, patente en los casos de inseminación con semen de proveedor, puede ocurrir también con el uso de otras técnicas

La cualidad transparente de los hombres se relaciona con la situación de mayor poder femenino en el ámbito social e incide en las relaciones entre los géneros en el nivel de los vínculos y en el nivel colectivo. En algunos centros de fertilización asistida, se desestima el impacto que tiene la concepción de un hijo con semen u ovocitos ajenos a la pareja: esta situación conduce a veces a la falta de deseo e incluso de relaciones sexuales.

En el otro extremo, desde el ámbito psicológico, algunos profesionales llegan a incluir oscuros presagios de psicosis para el niño o su familia en casos de inseminación con semen de proveedor. Para éstos, ese método constituye el último golpe asestado a la familia de la modernidad, que se suma a la declinación de la ley patriarcal, los matrimonios homosexuales, los hogares monoparentales, etcétera.

La idealización de la organización social de antaño –que desmiente los problemas de la familia tradicional, incluso los de los hijos concebidos en este ámbito y por métodos “naturales”– hace temer que la familia caiga en un completo desorden. Pero también se puede sostener –como lo sugiere Elizabeth Roudinesco– que ya no se la considerará como una estructura de parentesco, “que sintetiza el paso de la naturaleza a la cultura a través de las prohibiciones y funciones simbólicas, sino como un lugar de poder descentrado y numerosos rostros”.

Un breve ejemplo. En las entrevistas psicológicas iniciales de una pareja, el marido asume tener los mayores problemas de fertilidad porque sus espermatozoides “no son de buena calidad”. Ya han intentado la fertilización y quieren intentar otra lo antes posible, ya que cuentan con varios embriones congelados. Respecto del intento anterior, que fracasó hace tres meses, dicen –sin referirlo manifiestamente al fracaso– que, cuando se hizo la transferencia de embriones, el marido se hallaba en viaje de negocios en el exterior. Les señalo que entonces la mujer, que ha venido quejándose de tener que “hacerse cargo de todo”, también se hizo cargo sola de esa fertilización. Contestan que no, que ella fue acompañada por una familiar. Así, el marido –como ocurre muchas veces en estos casos– se torna inexistente. Su presencia se considera aleatoria, lo cual refuerza su calidad de “fallado”. Surge entonces la pregunta sobre las posibilidades de este hombre para hacerse cargo del rol paterno, así como la hipótesis de que la madre, mujer con rasgos omnipotentes, difícilmente cederá al hijo que obtenga.

Es necesario, entonces, considerar caso por caso según una ética de situación (en términos de Gilles Deleuze) y evitar pronósticos generales en un sentido u en otro; hay que evaluar cuidadosamente el impacto que tiene la aplicación de determinado método en cada sujeto y cada pareja en particular. En este impacto influye la mayor o menor complejidad o artificialidad de la técnica. Fantasmáticamente, se suele asimilar “artificial” con “anormal”, por lo cual los métodos que incluyen gametas de terceros son en general los más problemáticos.

También se debe considerar hasta qué punto un método se aproxima excesivamente, en la escena de la realidad, a un fantasma del paciente o de la pareja: así, por ejemplo, a partir de la inseminación con semen de proveedor se puede suscitar celotipia, la presencia de celos excesivos; también en este caso puede hacerse presente el fantasma de la partenogénesis, la concepción virginal sin intervención masculina. Las situaciones en que hay reducción de embriones pueden quedar fantasmáticamente asimiladas a abortos, etcétera.

Un hijo ¡ya!

En los centros de fertilización asistida se trabaja generalmente con los tiempos de la posmodernidad, caracterizada por la inmediatez con su corolario de urgencia; se trata de un mundo tecnológico en el cual los ideales imperantes, éxito y eficiencia, organizan buena parte de la subjetividad. También impregnan la práctica médica en fertilización asistida y constituyen un discurso monolítico. El empleo a ultranza de la tecnología, con sus tiempos, tiende a descartar la relación personal médico-paciente. Los pacientes que utilizan estas prácticas, sujetos de la época, suelen compartir criterios semejantes a los de los médicos tratantes.

En la clínica de las parejas en tratamientos de fertilización asistida, los duelos se suceden: por la fertilidad, por los intentos fallidos, por los embriones descartados, por los que se “reducen” en caso de embarazos múltiples y los que quedan congelados (duelo congelado); también por la fertilidad de la pareja anterior, cuando ésta existió. Desde Freud, consideramos al duelo como un trabajo lento y penoso cuya elaboración requerirá el pasaje por diversas etapas. Pero la temporalidad de la inmediatez se hace presente cuando se plantea una fertilización inmediatamente luego de diagnosticarse la esterilidad, o en la repetición a ultranza de los tratamientos, casi sin intervalo, con el criterio de que cuantas más veces se tiran los dados hay más posibilidades de éxito.

La doble perspectiva con respecto a la temporalidad duplica la disociación mente-cuerpo característica de los pacientes cuyos conflictos se manifiestan en el área somática.

Otra cuestión que merece serio debate es la de cómo efectuar la comunicación acerca de su origen al niño concebido por estos procedimientos. En todo caso, el futuro psíquico de estos niños y de estas familias dependerá, como en todos los niños y en todas las familias, de la capacidad de sus figuras parentales para filiarlos, es decir, inscribirlos en un linaje y ejercer con ellos las funciones de sostén y de interdicción.

El predominio erótico o tanático de esta investidura será determinado por múltiples factores. Resumo algunos de los riesgos: la consideración de las técnicas como algo raro o anormal, que sólo puede producir anormalidad; el punto en que una técnica determinada se asocia en forma directa con un fantasma de la pareja o de uno de sus integrantes; las dificultades en la elaboración de los duelos.

Resulta por lo demás interesante plantearse si los seres concebidos por estas técnicas, más allá de su normalidad, tendrán otras fantasías, en particular las originarias, distintas a las de los concebidos por medio de un acto sexual. Pero esto ya concierne al campo de lo enigmático.

* Psicóloga. Miembro de la Asociación de Psicología y Psicoterapia de Grupo, institución convocante al II Congreso de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, del 15 al 17 de mayo.

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