PSICOLOGíA › ¿EL TABú QUE HABITABA EN EL SEXO SE HA DESPLAZADO HACIA EL AMOR?
› Por Esther Any Krieger *
El siglo XXI nos encuentra sumidos en una época de crisis en el lazo social. Durante siglos la familia occidental estuvo sostenida en la figura del padre y su ley. Con el advenimiento de la burguesía el padre se transmutó en patriarca y la familia burguesa impulsó el matrimonio por amor, con una exaltación de la maternidad. Esta revolución les dio a la mujer y a su sexualidad un lugar de privilegio. Luego, con la contracepción, comenzó a tener control sobre su cuerpo y a cuestionar el poder patriarcal. Hay una emancipación de las mujeres y de otras minorías: los niños, los homosexuales. Todo esto podría llevar a una disolución de la familia, pero vemos que esto no es así puesto que las minorías quieren integrarse a la norma. Elizabeth Roudinesco nos habla de esto cuando dice que “la familia está en desorden” pero que subsiste. Amor y sexualidad son significantes que se articulan de diversas formas a lo largo de la civilización. Los antiguos se relacionaban poniendo el acento en la pulsión, en la necesidad, primaba lo instintual. Los modernos, en cambio, exaltan al objeto de amor. Es así que el Romanticismo convierte la necesidad en amor.
Hoy nos encontramos en lo que podríamos denominar amor poscortés, que se parece en un sentido al precortés. Porque la familia en desorden y el tabú que ha caído sobre el amor nos llevan a una posibilidad de encuentro entre los sexos donde la palabra novio/novia, observamos, ya no puede ser utilizada. Fobia al compromiso. ¿De qué se trata? De que el tabú que habitaba en el sexo se ha desplazado ahora hacia el amor. Es el hombre el que se encuentra más afectado, quien padece la anestesia amorosa. Un hombre se amordaza antes de confesar su sentir por una mujer y también ocurre que haya amordazado su sentimiento. Enamorarse es old fashioned, fuera de moda, amar ha caído en desuso, dejó de ser un ideal. Las relaciones se han vuelto líquidas, al decir de Z. Bauman.
Antropológicamente nos planteamos un regreso al individuo autoerótico, el tan mentado individualismo, que provee expresiones opuestas tales como compromiso/no compromiso. Navegamos todos en una legión de faces que focalizan al amor y al desamor. Nos encontramos en un océano que posibilita la existencia simultánea del impulso hacia la libertad y el anhelo de pertenencia. “Chateamos y tenemos compinches con quienes chatear, los compinches van y vienen. Aparecen y desaparecen, pero siempre hay alguno en línea para ahogar el silencio con mensajes, la circulación de mensajes es el mensaje, sin que importe el contenido. Pertenecemos al habla y no a aquello de lo cual se habla.”
Me animaría a decir, tomando a Aurora, la dama de la mitología que les pidió a los dioses que le dieran la inmortalidad a su amado, y le fue concedido; sólo que un olvido derrotó ese compromiso para siempre, el no haberles pedido que no envejeciera; circunstancia que establece el compromiso como un suceso sobredimensionado, tal vez porque siempre o casi siempre se pide lo perfecto.
En la historia de la literatura universal, Las mil y una noches nos muestra cierta invalidez del compromiso por algo más intenso, que es que cada mujer intentaba narrarle una historia que permaneciera asombrosa para el rey. Sólo una de ellas lo logra, el rey no sólo no la mata sino que se enamora.
El caballero del siglo XXI perdió la espada y la palabra, quedó huérfano del lenguaje para una mujer. Habita la desazón de Aurora y las interminables mil y una noches.
* Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina y full member de la IPA; coordinadora del Capítulo Psicoanálisis y Patologías actuales de APA.
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