PSICOLOGíA › ACERCA DE LAS AGRESIONES
› Por Raquel Rascovsky de Salvarezza *
Tenemos que diferenciar entre las agresiones esperadas y aquellas que nos toman por sorpresa sin darnos tiempo a organizar una defensa útil.
Las primeras permiten la defensa estructurada y de acuerdo con la resonancia que tengan en nuestro mundo interno será la respuesta. Si dentro nuestro sentimos culpa por algo que tenga que ver con la agresión recibida, seguramente la respuesta será poco adecuada. Nos enojaremos o sentiremos vergüenza, en fin, una infinidad de sentimientos encontrados que no nos permitirán ubicarnos adecuadamente en la situación y nos quedaremos frustrados por nuestra propia inhibición.
Caso muy diferente es cuando, sorpresivamente, surge una agresión inesperada que nos descoloca. Necesitamos entonces un tiempo para organizar una respuesta que nos libere de esa sensación de haber sido intrusivamente parasitados por otro sin esperarlo ni solicitarlo. Esto creará un estado momentáneo de indefensión.
De acuerdo con la intensidad de la agresión, a nuestro carácter y al mundo interno será la posibilidad y la velocidad de reacción. Por otra parte, quedarse dura o no reaccionar a tiempo no es más que actuar como un ser humano. Sobre todo hay que aceptar nuestras posibilidades e imposibilidades y no funcionar en espejo, respondiendo de acuerdo con la agresión recibida y no a nosotros mismos.
No hay que olvidar que para pelearse hacen falta dos, y que la necesidad de detentar el poder nos lleva a peleas inútiles. A veces es mejor callarse y dejarlo pasar si eso no compromete nuestra autoestima ni es una constante respuesta frente a otro.
Las respuestas que se suscitan entre las peleas con hombres o mujeres no creo que sean diferentes, pero nuevamente dependerá del tipo de relación que se estableció desde el inicio con los diferentes sexos. Si la mujer ha vivido en un ambiente machista, es posible que su respuesta frente al hombre sea de sometimiento y sumisión. Sin embargo, no olvidemos que hay madres muy estructuradas que exigen un alto grado de sometimiento a sus hijas y logran el mismo resultado.
En cuanto a la enseñanza que se les debe dar a los niños para que aprendan a defenderse, creo que el ejemplo de lo que sucede entre los padres, en la casa y en la sociedad de amigos es la mejor de las enseñanzas. Si los padres son amigos o compañeros de sus hijos, se saben defender y defienden a sus hijos, éstos aprenderan a defenderse. Por lo contrario, si viven atemorizados frente a sus progenitores, el miedo no los ayudará a establecer buenas defensas en su vida futura. El mejor aprendizaje es el ejemplo que permita una identificación adecuada.
* Miembro en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional.
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