PSICOLOGíA › LOS PRIMEROS AñOS DE LA INTERPRETACIóN DE LOS SUEñOS
Un reciente estudio revela algunos de los efectos que tuvo la irrupción de La interpretación de los sueños en la cotidianidad de la sociedad vienesa, a principios del siglo XX; también, sorpresivamente, saca a la luz el polémico –irónico– aporte de Alexander Freud, hermano de Sigmund, a la teoría de los sueños.
› Por Lydia Marinelli y Andreas Mayer *
Cuando apareció La interpretación de los sueños, a fines de 1899, el psicoanálisis era un campo prácticamente ignorado en el entorno vienés. Esto incluía desde la técnica usada por Freud hasta el vocabulario empleado en ese dominio. Para muchos, la psicoterapia seguía estando ligada a la hipnosis. Con breves relatos de algunos casos, Freud había venido explicando su procedimiento (que desde 1896 denominaba “psicoanalítico”), pero no había publicado ninguna elaboración de índole general que permitiera que otros lo corroboraran y practicaran. Las observaciones vertidas en los Estudios sobre la histeria son completamente insuficientes como para posibilitarle al lector el dominio de esa técnica y tampoco es ese su objetivo. Con La interpretación de los sueños, cuya publicación se anuncia por primera vez en 1898, Freud estaba escribiendo un texto que, por el contrario, tenía como meta ese aprendizaje.
Mediante la lectura de la obra en preparación le sería posible al lector llegar a las mismas conclusiones que el autor, basándose en su propio “autoanálisis”. De ese modo, Freud realizaba un desplazamiento de su método, al pasarlo del consultorio a la escritura; al mismo tiempo postulaba, como algunos de los seguidores del tratamiento por sugestión, un efecto universal a distancia. Según el prototipo del análisis demostrado por Freud con sus propios sueños, el lector debía aprender por sí mismo la técnica, confirmando así la teoría de que cada sueño ocultaba un deseo inconsciente. Con esa finalidad, el lector, al que se le ofrece un repertorio de reacciones en el campo de la teoría del sueño como cumplimiento imaginario de un deseo, debe superar su resistencia interior.
Con este libro, Freud no estaba en realidad desarrollando tampoco una metodología en sentido estricto, sino una técnica de la autoobservación derivada de su teoría de los sueños, que debía colaborar en la conversión al psicoanálisis, tanto de pacientes potenciales como de sus colegas más recalcitrantes. Puede decirse que en su primera versión, La interpretación de los sueños funcionó ampliamente como precursor y sustituto de un primer manual de psicoanálisis. Entre los propios pacientes del autor, así como en la prensa especializada y no especializada, y también en el grupo de amigos y familiares, se dieron opiniones encontradas sobre la teoría del sueño como satisfacción imaginaria de un deseo. Así, durante la década posterior a su publicación, se lo ve a Freud en una actitud de constante negociación con lectores que expresan de diversas maneras su disconformidad. Los enfrentamientos se producen en esas células culturales de Viena y Zurich a partir de las cuales se desarrolló el movimiento psicoanalítico.
El hermano menor de Sigmund, Alexander, su ocasional compañero de viaje, que era experto en planificación ferroviaria, había venido siguiendo de cerca el surgimiento de la teoría sobre los sueños a partir de discusiones conjuntas. Después de la publicación del libro, Alexander aprovechó la oportunidad para pergeñar una “contrateoría” redactada con cierto tono jocoso de índole intrafamiliar. En ese manuscrito, que ha permanecido inédito hasta ahora, bajo el título de “La interpretación de los sueños del Prof. A. Freud”, retomó con mucha ironía, pero al mismo tiempo muy prolijamente, una crítica a muchas discusiones personales con su hermano bajo forma de alusiones. Alexander Freud compartía evidentemente la idea de considerar el sueño como cumplimiento subjetivo de un deseo. Sin embargo, se oponía a la tesis de que todo sueño era el cumplimiento de un deseo.
El manuscrito (ver nota aparte) consta de una serie de sueños propios y de otros amigos, efectuados bajo ciertas premisas, algunos registrados inmediatamente después de la publicación de La interpretación de los sueños. Ese material fue considerado por Alexander como una variante mucho más pragmática, cuestionando lo postulado por su hermano de modo general como “inconsciencia del sueño”. Mientras que Sigmund Freud admitía sólo en los niños que el deseo se vuelque de modo manifiesto en la narración del sueño, Alexander lo generalizaba para los sueños de los adultos, aunque con la limitación de que no todo sueño implicaba el cumplimiento imaginario de un deseo. Su objeción contra esa formulación freudiana se expresaba de la siguiente manera: “He llegado a esta afirmación después de comprobar sin asomo de dudas, gracias al material que se halla a mi disposición, que la afirmación de mi gran colega [se refiere a su hermano Sigmund] debe considerarse por lo menos inexacta”. La modificación que emprendió Alexander en la teoría de su hermano se desprendía de una estricta separación entre contenido manifiesto y latente del sueño, por un lado, y de la distinción entre sueño y vigilia, por otro. Los ejemplos oníricos en los que se demuestra esa transformación del deseo retoman los sueños utilizados por Sigmund Freud en su libro. Los sueños que allí aluden a amigos y miembros de la familia volvían a proveer, según se desprende del texto de Alexander, materia para sueños en el seno de su familia y en el círculo de amigos. El manuscrito de Alexander revela que La interpretación de los sueños había llegado a fomentar en algunos círculos, entre amigos y familiares, una especie de juego de sociedad en el que la interpretación profana oscilaba entre la corroboración del método y el escepticismo. En los salones de la burguesía, los sueños se contaban mutuamente, se rehacían los sueños formulados por Freud, se analizaban los sueños de los otros; ello significaba dar una nueva aplicación a los métodos de La interpretación de los sueños por fuera del contexto clínico. Así, el último sueño que Alexander registra lo obliga a formular una conclusión, que también bajo la misma forma se encuentra en otras reseñas sobre el libro y que en el dominio de la clínica habría de jugar un importante papel en la historia del psicoanálisis en controversias posteriores, a saber: “Que no todos los sueños son expresión de un deseo; que un sueño puede dar lugar a interpretaciones opuestas”.
* Fragmentos de Soñar con Freud. La interpretación de los sueños y la historia del movimiento psicoanalítico, que distribuye en estos días ed. El Cuenco de Plata.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux