PSICOLOGíA › LA MUJER COMO PRODUCTORA DE SUJETOS
› Por Mabel Burin *
Hacia el siglo XVIII, en los comienzos de la Revolución Industrial, se expandió la producción extradoméstica y sólo esa actividad pasó a ser reconocida como verdadero trabajo. La constitución de familias nucleares y el cambio en las condiciones de trabajo trajeron efectos de largo alcance en la subjetivación de hombres y mujeres. La familia se tornó una institución básicamente relacional y personal, la esfera personal e íntima de la sociedad (Edward Shorter, El nacimiento de la familia moderna, Crea, 1977). Esta familia nuclear fue estrechando los límites de la intimidad personal y ampliando la especificidad de sus funciones emocionales. Junto con el estrechamiento del escenario doméstico, también el entorno de las mujeres se redujo y perdió perspectivas: las tareas domésticas, el consumo, la crianza de los niños, lo privado e íntimo de los vínculos afectivos se convirtieron en su ámbito naturalizado.
He analizado anteriormente (“Trabajo y parejas. Impacto del desempleo y de la globalización en las relaciones entre los géneros”, en Reflexiones sobre masculinidades y empleo, de María Lucero Jiménez Guzmán y Olivia Tena Guerrero, CRIM/UNAM, 2007) algunos rasgos de la construcción de la subjetividad femenina centrada en el trabajo reproductivo. La finalidad principal del trabajo reproductivo pasó a ser la producción de sujetos, con la convicción social de que, en tanto los producían, las mujeres se autoconfirmaban como sujetos, porque con la maternidad creaban las bases de su posición como sujetos sociales y psíquicos. El trabajo maternal remite a analizar la lógica de la producción de sujetos como diferente de la de la producción de objetos.
La lógica de la producción de sujetos se rige por las leyes del intercambio afectivo estrecho, por la relación bipersonal íntima, exclusiva. La deuda contraída es deuda de gratitud: esto supone que la constitución de un ser humano como sujeto psíquico entraña una deuda que sólo se puede saldar creando a la vez otro sujeto psíquico. Es una deuda personal, única e intransferible, y se mide sólo a través de la prestación de servicios afectivos. Se rige predominantemente por la lógica de los afectos, especialmente del amor.
La lógica de la producción de objetos, por su parte, se rige principalmente por el intercambio de dinero o de bienes objetivos, y la deuda que se contrae se salda con la devolución de bienes materiales o de objetos, fácilmente mensurables. Se rige, de modo predominante, por las leyes de la lógica racional.
Con la configuración de las familias nucleares y la división sexual del trabajo, la valoración social del trabajo resulta muy distinta si se trata de la producción de objetos o de sujetos: en el primer caso, se producirán bienes materiales; en el segundo, el trabajo producirá bienes subjetivos que quedarán naturalizados y se tornarán invisibles.
A partir de este período histórico-social, el ideal constitutivo de la subjetividad femenina se afirmará en la producción de sujetos, en “el reino del amor”; detentará el poder de los afectos, en tanto que el ideal que configura la subjetividad masculina estará basado en la producción de bienes materiales, en el poder racional y económico. La polarización genérica que deviene de esta condición sociohistórica y político-económica dará como resultado la afirmación de una división sexual del trabajo en el que las mujeres se ocuparán del trabajo reproductivo y los varones del trabajo productivo. El ideal maternal será el eje fundador de la feminidad, en tanto la masculinidad se fundará sobre el ideal de hombre de trabajo, o sea, de ser proveedor económico de la familia.
* Fragmento del trabajo “Masculinidades y femineidades: identidades laborales en crisis”, incluido en La crisis del patriarcado.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux