PSICOLOGíA › SUMISION A LOS MEDIOS
› Por Julián Agustín Ferreyra *
No es una completa novedad comunicacional que a un hecho se lo titule como linchamiento. Quizá lo disruptivo sea que en los casos recientes no se trate de barriadas populares, ni de delitos o actos criminales graves o gravísimos. Son hechos desarrollados en barrios acomodados y urbanos; no existe tampoco una inacción previa de las autoridades, ya que son ellos, los agresores, quienes aprehenden al supuesto delincuente in fraganti, y el supuesto delito tiene que ver con la propiedad privada –robo de un celular, una cartera– en los cuales mayoritariamente no existe violencia física. Al conformarse el hecho periodístico con estos últimos componentes, algo nuevo acontece: el linchamiento se torna un show digno no sólo de ser visto sino también del cual participar.
Desde las clásicas experiencias de la microsociología de Stanley Milgram en la década de 1960, se ha teorizado y debatido sobre los sorprendentes resultados que figuraban una fuerte sumisión a la autoridad; obediencia de vida que llevaba a los sujetos de dichas experiencias a cometer severos daños físicos –que aunque ficticios les eran presentados como reales– a otros sujetos, en pos de una sujeción a un Otro de referencia, como por ejemplo la autoridad científica.
No se necesita de sujetos malvados o “perversos”, sino simplemente una maquinaria montada que diluya la responsabilidad subjetiva en una referencia externa, legitimada en su poder: para nuestro caso, los medios de comunicación masiva.
* Psicólogo. Psicoanalista. Docente e investigador en UBA. Fragmentos del trabajo “Linchamiento: el nuevo show del prime time”.
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