PSICOLOGíA › VIDEOS EXPLíCITOS CASEROS
› Por Diana Sahovaler de Litvinoff *
La proliferación de videos de sexo explícito casero y el llamado after sex, o sea tomar fotos o videos luego de tener sexo y subirlos a la web, es un interesante fenómeno donde, aparentemente, se comparte la intimidad. La relación sexual es un acto paradigmático de lo considerado como íntimo, un intercambio que pone en contacto los cuerpos y deseos de quienes participan buscando gratificación sexual, reconocimiento, compañía, dominación o sumisión a través de la unión de los sexos y la culminación en una descarga orgasmática. Y tiene la fuerza de provocar la expectativa de que allí se definirá la posición como hombre o como mujer, o se precisará un lugar para ubicar el falo poniendo a prueba la potencia de goce.
Dejar un testimonio del after sex es intentar mostrar (y mostrarse) “cómo quedó” cada cual luego de haber vivido una vivencia altamente significativa, en especial en relación con la oposición activo-pasivo y el posicionamiento ante el falo. Se ha sobrevivido a la experiencia y se quiere mostrarlo, además de constatar qué se ha modificado, qué se ha confirmado o frustrado en cuanto a la expectativa de satisfacción. Por otra parte, se pone en juego un deseo exhibicionista, ubicarse como ideal de goce para la mirada de los otros. Y no puede dejar de mencionarse la secreta ilusión de capturar lo que se escapa, aquello evanescente: la experiencia del amor, del placer, del dolor, que no termina de poder decirse ni entenderse totalmente, porque la intimidad esconde algo indecible o, aún más, inexistente, el mito de poder dar cuenta de qué es un sujeto. Pero la necesidad y el gusto por comunicar y comunicarse ha buscado una forma, que incursiona en el terreno de lo lúdico, para renovar el intento de dar una imagen al enigma.
Al mismo tiempo, es notable un fenómeno que, en estas épocas de exhibición y pragmatismo, emerge: la búsqueda nuevamente del velo, la fascinación frente al romanticismo, el encantamiento por lo naïf, como sucede con las imágenes candorosas y tiernas de mascotas o de personajes virtuales que despiertan enamoramiento en adultos y que proliferan en culturas ligadas a la productividad. La fobia suscitada por la exhibición descarnada y la oferta de goce provoca a tender nuevamente un velo que azuce el deseo; aquellos aparentemente alejados de cualquier consideración romántica anhelan secretamente ser distinguidos en una relación personal, íntima, de “sujeto a sujeto”, como ilusiona y promete el amor.
* Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Autora de El sujeto escondido en la realidad virtual.
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