› Por Sergio Zabalza *
Sabido era que el clima de insatisfacción por las finales perdidas en la Copa del Mundo 2014, y en la Copa América 2015 se concentraba en el capitán argentino Lionel Messi, considerado el mejor jugador del mundo. Un reclamo tan injusto como revelador de un malentendido cuyas nefastas consecuencias a veces determinan las opciones de los que conforman esta compleja sociedad argentina, a saber: solo importan los títulos del triunfo. Lo cierto es que apenas Messi dio a conocer su decisión de abandonar la selección, el fastidio por la derrota se convirtió en franco desamparo, angustia o depresión.
Un excelente artículo de Agustín Rossi puso negro sobre blanco al relacionar este rasgo triunfalista con la meritocracia que el actual gobierno pretende imponer como supremo valor en la vida cotidiana de los argentinos. Es que con el argumento según el cual cada uno debe tener lo que se merece, la meritocracia no va más allá de cubrir con un manto edulcorado la ilusión individualista por excelencia: no dependo de nadie, mis triunfos son solo míos y los fracasos son culpa de los otros. Desde ya una estratagema no sólo para que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres, sino para que nadie se le ocurra oponerse a semejante dislate. Como si algo faltara para caracterizar al discurso esquizofrénico de este gobierno que propone pobreza cero y sume a la gente en la miseria, la meritocracia aparece junto a la entronización del “trabajo en equipo”, una propuesta de la cual los trabajadores del estado pueden dar fe de su vacuidad y falta de contenido.
En este contexto donde el individualismo se burla de lo colectivo, nada mejor para abordar el brexit de Messi que las consideraciones vertidas por Lacan en su texto sobre La psiquiatría inglesa y la guerra. En efecto, tras destacar “el sentimiento de irrealidad bajo el cual la colectividad de los franceses” había vivido aquel conflicto bélico, el texto resalta “la disolución verdaderamente aterradora” del estatuto moral del grupo. Psiquiatras como Wilfred Bion, en cambio, supieron apelar a la responsabilidad colectiva para ir más allá de las arcaicas defensas que dejan aislado al individuo. Por ejemplo, al comentar el tratamiento con grupos en un hospital británico, Lacan destacaba la tarea del coordinador: “cada vez que se pide su intervención, Bion, con la firme paciencia del psicoanalista, devuelve la pelota a sus interesados” 1.
No sabemos si Messi leyó a Bion, pero es de esperar que su gesto contribuya a la asunción de responsabilidades que despierta la conciencia de los interesados “y restablece en ellos el sentimiento de dignidad” 2.
* Psicoanalista.
1. Jacques Lacan, “La psiquiatría inglesa y la guerra”, en Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012.
2. Jacques Lacan, “La psiquiatría inglesa y la guerra”, op. cit p. 122.
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