PSICOLOGíA
› CORNELIUS CASTORIADIS Y SU MIRADA CRITICA SOBRE EL PSICOANALISIS
Autodestitución de mamita
Una revisión del diálogo de Cornelius Castoriadis con la teoría psicoanalítica, cuyo eje está en que “el psicoanálisis debe cuestionar las significaciones imaginarias sociales, como lo inició Freud con respecto a la sexualidad infantil”.
Por Yago Franco *
En La institución imaginaria de la sociedad inicia Castoriadis un sorprendente giro para el pensamiento occidental. La inclusión del psicoanálisis en su pensamiento implica una torsión del modo de pensar al ser, a la sociedad, a la filosofía, a la ciencia y al psicoanálisis mismo. Para Castoriadis, la psique tiene que ver con la lógica de los magmas. La primera representación surge en la primera fase del psiquismo, la de la mónada psíquica: las representaciones no son reflejo del mundo, sino creación.
En la fase monádica, la psique se autorrepresenta: es el mundo, al cual desconoce, pero de cuyos efectos –que vendrán desde su ser biológico y desde el otro– no conseguirá escapar. Estas presiones producirán su ruptura y la emergencia de un afuera –donde lo malo quedará alojado– y un adentro. Es la fase triádica, en la cual la fantasía empezará a ocupar un lugar preponderante desalojando a la alucinación que reinaba en el momento monádico. El poder omnipotente de la mónada es proyectado en la madre, que deviene omnipotente, dueña del poder de significación. El ingreso de la figura paterna –cuestión predominante en la cultura occidental, pero no fatal– desalojará a la figura de la madre que aliena al infans, la cual será depuesta de su poder. Para que esta destitución tenga lugar, Castoriadis insiste en que primero debe poder autodestituirse; de lo contrario, la operación de socialización fracasará.
La fase del individuo social implica que el sujeto considera al padre como padre entre otros, y que ha incorporado la significación imaginaria de la sociedad. Al primer trabajo que la sociedad impone a la psique –la ruptura de la mónada– se habrá agregado el segundo: la represión. Abierto el proceso identificatorio, el mismo se desarrollará en las distintas instituciones que se ofrecen como apoyo del mismo y que transmiten las significaciones de la sociedad, hasta dar por resultado la producción de un tipo antropológico que le es necesario a ésta para su reproducción.
Este proceso de socialización implica la capacidad de la psique de sublimar, es decir, transformar el objeto y los fines de sus pulsiones. Aquí Castoriadis produce una redefinición de la sublimación: extiende sus alcances y presencia –el habla misma implica sublimar–, estando enraizada en la sociedad de un modo insospechado: la sociedad provee los objetos valorados y obligados para que la misma se produzca. Psique y sociedad son así solidarias, inseparables e irreductibles.
La psique se socializa en la medida en que incorpora el magma de significaciones imaginarias sociales, y la sociedad sobrevive gracias a esa incorporación, al mismo tiempo que debe incorporar las nuevas significaciones creadas por el colectivo –o, a veces por algún sujeto en especial, como Freud, Marx, Galileo, los filósofos griegos–. Como momento diferenciado del que denomina “individuo social”, Castoriadis propone el del sujeto reflexivo y autónomo: consciente de estar alienado, pone en cuestionamiento las significaciones imaginarias sociales. En este punto, la mirada sobre la práctica del psicoanálisis se hace indispensable.
El psicoanálisis es definido como una actividad práctico-poiética, cuya finalidad es que el sujeto pueda conectarse con sus deseos y no los reprima y que tome conocimiento de sus determinaciones. El dispositivo analítico no puede ser separado de los fines: la liberación de la imaginación radical, que el yo, como encarnación de la institución de la sociedad, impide habitualmente. Así, Castoriadis sostiene que el encuentro con el yo en el análisis es de algún modo el encuentro con la institución imaginaria de la sociedad. Coherente con su idea de que toda alienación debe ser erradicada, propone que el dispositivo se ajuste a las reglas establecidas por Freud, remarcando el tiempo fijo de la sesión –una de las medidas para contrarrestar el enorme poder que el dispositivo arrojasobre el analista– y la regla de la asociación libre, que ya es un principio de liberación de la imaginación radical.
El fin del análisis, si es conseguido, no debe considerarse más que un proceso y no un estado alcanzado de modo definitivo. No se propone el análisis la eliminación de una instancia en favor de otra –“Donde ello era, yo debe advenir”– sino alterar la relación entre instancias –“Donde yo era, ello debe advenir también”–.
Pero no se agota en esto el trabajo de Castoriadis en relación al psicoanálisis. Piensa que éste puede hacer aportes significativos al pensamiento sobre la sociedad y la política, en la medida en que pueda producir aportes a una antropología en general y a una antropología política en particular. Si bien es crítico con aspectos del análisis que Freud realizó de la cultura y la sociedad, reconoce que su aporte más valioso, y de algún modo indispensable, es la poderosa luz que arroja sobre aquellas tendencias de la psique sobre las cuales se apoya la socialización de lo sujetos.
En ese sentido es fundamental tomar en consideración la introyección de las imagos parentales que dan origen a los ideales y al superyó. El mito de Tótem y Tabú debe ser recentrado no tanto en la muerte del padre y las prohibiciones –que por sí solas no instituyen nada–, sino en el pacto fraterno de autolimitación. El Tótem surge como garante imaginario de la institución, y de allí se deriva la totemización, que es equivalente a alienación. La noción de ley, tanto como la de lo simbólico, tienden a borrar a la sociedad instituyente, dejando solo a la vista a la instituida. Este es uno de los puntos de la feroz, lúcida e implacable crítica que Castoriadis tuvo para con Jacques Lacan y su movimiento, rescatando sólo algunos aspectos de los primeros seminarios de éste.
Si alguna “peste” posee el psicoanálisis –en tanto mantenga su mirada crítica sobre la sociedad–, es la del cuestionamiento de las significaciones imaginarias sociales, tarea inaugurada por Freud en su referencia a la sexualidad infantil, la pulsión de muerte, el complejo edípico. Cuando el psicoanálisis ignora esa dimensión del conjunto, corre el riesgo de transformarse en un tratamiento adaptacionista.
* Psicoanalista. Miembro del Colegio de Psicoanalistas. Extraído del texto homónimo, perteneciente a Magma. Cornelius Castoriadis: psicoanálisis, filosofía, política, Editorial Biblos.