PSICOLOGíA
› SOBRE EL VALOR DE LAS PALABRAS
Corralito o expropiación
Por Martín J. Vicondoa *
Nombrar algo nuevo es una operación que supone, no sólo incluirlo en un discurso, sino referir, de eso, lo esencial. Llamar “corralito” a las medidas bancarias dispuestas a fines del año pasado es un buen ejemplo. La palabra corralito tiene entre sus acepciones una, simpática, que alude al mueble que se utiliza para impedir la deambulación del bebé; para protegerlo. Ahora, si la referimos a los depósitos bancarios, estamos indirectamente infantilizando a los depositantes. Otra acepción es: diminutivo de “corral”, ese dispositivo para animales al servicio del hombre. Como se ve, ninguna de estas acepciones logra nombrar aquello de lo que se trata y, lo que es tal vez más importante, sus fundamentos lingüísticos no ofrecen ningún lugar cómodo. Sería preferible nombrar ese conjunto de medidas como “expropiación”, al menos parcial, de los depósitos. Esta nominación, desde luego menos simpática, da un lugar a la verdad y planteamos la cuestión de otro modo.
Otra palabra que aparece con insistencia a veces como reclamo externo y otras como convicción de los dirigentes locales es “ajuste”. Podríamos tomar “a” como privativo y “juste” con alguna relación a lo justo: se trataría así, literalmente, de lo injusto. En todo caso, ganaríamos si, en lugar de apelar al “ajuste” indefinido nos refiriéramos a la administración de recursos. Esto último supone la evaluación de los mismos y del mejor modo de ponerlos en juego en un proyecto.
El modo de nombrar un fenómeno determina la actitud que tomamos frente a él.
* Psicoanalista.