Jue 29.06.2006

PSICOLOGíA  › EXPERIENCIA ITALIANA EN “HOMICIDIOS DE PROXIMIDAD”

Madres y padres que matan a sus hijos

› Por LUIGI CORRERA *

Los homicidios de proximidad son delitos consumados entre parientes o conocidos; por eso se llaman también homicidios familiares. En Italia son un fenómeno en contratendencia respecto de los otros homicidios: los delitos relacionados con la mafia bajan, también los muertos por asaltos; en cambio, crecen los delitos entre parientes o conocidos, como si éste fuese un aspecto propio de la contemporaneidad.

Dentro de los homicidios familiares nos interesa centrarnos en una cuestión: madres o padres que matan a sus hijos. Se trata de considerarla en el marco de la subjetividad contemporánea, no en el de una psicología individual o un diagnóstico patológico. Es un hecho que se está presentando con frecuencia en Italia, en ciudades donde aparentemente abunda un cierto bienestar económico; suele tratarse de personas que hasta ese momento llevaban una vida “normal”.

Los padres matan tanto como las madres, pero hay una diferenciación marcada con respecto a la edad de la víctima: las madres matan a hijos de entre 0 y 6 años; en cambio, los padres matan a hijos adolescentes o adultos. En cuanto a la edad del homicida: la mayoría de las madres tiene menos de 40 años, mientras que los padres homicidas suelen sobrepasar esa edad.

Estamos empezando el trabajo, y nos hemos planteado algunas preguntas. Una primera cuestión es la del exceso, en una sociedad donde supuestamente no falta nada y todo se puede comprar. ¿El filicidio es un síntoma de la sociedad italiana?

Si sostenemos que el sistema del capitalismo, acoplado a la ciencia, forcluye el amor, destinándole al hombre una posición de objeto, de desecho, también los hijos se presentan como tales; especialmente aquellos que en los primeros años de vida no representan un valor de mercado y son entonces descartables.

Hay un silencio que asombra; una complicidad y temor de familiares, amigos y vecinos; una discreción que llega al autismo social. ¿A nadie pueden recurrir un padre o una madre antes de matar a su niño? ¿No hay palabra? ¿No hay a quién dirigirla? ¿No es escuchada? ¿Qué sucede con el instrumental simbólico?

O bien, si se tratara de plantearlo en términos de poder, ¿qué poder puede ejercer una madre o un padre al matar a un hijo, qué significa ese poder?

En general, hay muy poca información sobre las motivaciones del filicidio; eso es porque el/la homicida se suicida después de matar al hijo, o porque simplemente declara no acordarse de nada, y el caso se liquida con la atribución de una presunta enfermedad mental. Hay también varios casos de filicidio catalogados bajo el “síndrome de Medea”, que es el caso del progenitor que mata al hijo para herir al consorte.

Pasión de Medea

Nos equivocaríamos si, al leer Medea de Eurípides, redujéramos la cuestión al síndrome que lleva su nombre. Claro que está presente, tal como resulta del diálogo entre el coro y Medea:

Corifeo: ¿Entonces a tu prole, mujer, vas a matar?

Medea: Sí, porque es lo que más dolerá a mi marido.

Corifeo: Pero infelicidad suma en ello te causas.

Medea: ¡Ea! Sobran ya todas las palabras inútiles. ¡Vamos, pues!

Pero lo más interesante es el monólogo final de la tragedia, cuando Medea decide dar muerte a sus hijos. Se muestra arrepentida: ya no quiere matarlos. Después lamenta su falta de valor, reacciona. Parece que va a decidir su perdón, pero al final se decide a matarlos. La última parte del monólogo dice: “No temblará mi mano. ¡Ah! ¡No hagas eso, corazón mío! ¡Deja a tus hijos, miserable! ¡Perdónalos! Allá te servirán de alegría, si viven. No, ¡por los vengadores subterráneos del Hades! Jamás dejaré mis hijos a mis enemigos para que los ultrajen. Es absolutamente necesario que mueran. Y puesto que es preciso, los mataré yo, que los he parido. Así está decidido y así se hará”.

El monólogo muestra que los hijos son suyos, son objetos de la madre, y ella puede hacer con ellos lo que quiere. Son tan suyos que finalmente se decide a matarlos para que no sean presos del enemigo, es decir, que les da la muerte por su bien.

Como conclusión de la obra, hablará el coro.

Corifeo: “Muchas cosas el Zeus del Olimpo gobierna; lo que cumplen los dioses prever no se puede. Lo esperado no dejan que llegue a su fin, consiguen que se haga real lo imposible. Así en esta historia ocurrió”.

Los dioses consiguen que se haga real lo imposible. Tal vez el filicidio sea un modo de concluir aquello que es imposible: poseer al hijo como objeto.

Finalmente señalamos una frase que, en la obra de Eurípides, pronuncia el mensajero, apenas antes de que la tragedia se cumpla:

Mensajero: “No hay de los humanos nadie que feliz sea: uno puede tener más suerte que los otros si le afluyen los éxitos, pero eso no es la dicha”.

* Miembro de la Asociación del Psicoanálisis en la Cultura de Bolonia, Italia. Texto publicado en Letrahora, Nº 7, Revista Internacional de psicoanálisis en la Cultura, mayo 2006.

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