PSICOLOGíA › UNA MUCHACHA MIRA LA TELE Y PIENSA
Según el autor de esta nota, el “embarazo adolescente” no debería referirse tanto a la edad –“hoy por hoy la adolescencia dura casi toda la vida”– sino a otros factores.
› Por Martín Smud *
Una familia come con la televisión prendida. La tele habla, opina, y todos en la mesa la escuchan con cierto arrobamiento: la escuchan el padre, el hijo, la madre. La hija de 20 años es la única que apenas mira de refilón, con cierta tirria contra esa presencia imprescindible a la hora de la cena. Ella tiene un problema: está embarazada. Y el asco de las primeras semanas se descarga en ese bicho cuadrado que nunca deja de hablar.
Desde que terminó la secundaria, cada día llegaba más tarde a su casa. Estudiar, trabajar y estar de novia lleva mucho tiempo. La televisión también le marca que llega más tarde a su casa. En la facultad, muchos profesores hablan mal de la televisión: “Empobrecimiento intelectual, lavado de cerebro, adoctrinamiento e imposición en un conformismo irreflexivo, dirigido por los que detentan el control de las cámaras de TV contra los espectadores”. Pero otros profesores, y alumnos, sostienen que es “un arma poderosa para la libertad individual y la autoafirmación”.
A ella no le importa ese debate. En su casa, en su vida, la televisión estaba desde antes que ella tomara contacto con ese debate. Y ella no ve bien la diferencia entre “autoafirmación” y “empobrecimiento intelectual”. La televisión es la televisión. Lo importante, más allá de cada uno de sus contenidos, es su presencia activa, prendida, que convoca la atención de todos en su familia.
Muchas veces la madre le había dicho a su hermano que, si aplicara al estudio una mínima parte de la atención que le presta a la televisión, no se llevaría tantas materias a marzo. La madre no se da cuenta de que se trata de dos atenciones distintas: en la escuela hay que atender a argumentaciones; en la tele la retención es de imágenes, nunca importa demasiado el contenido del argumento.
Aunque la hija dejó de mirar tele a la noche, a la tarde, después de llegar del trabajo y antes de ir a la facultad, mira un programa donde cada día hablan de un tema distinto, y hoy está interesada porque van a tratar el tema del embarazo adolescente.
El conductor advirtió que este tema es de muy difícil tratamiento en televisión, porque en la tele el ritmo siempre acelerado puede hacer imposible pensar. Ella piensa en algo que estudió de Pierre Bourdieu: “Uno de los principales problemas que plantea la televisión es la relación entre el pensamiento y la velocidad”.
¿Qué era un embarazo adolescente? Ella piensa que su propia historia tendría un buen rating. Algo le da gracia de la palabra rating. Ella estudió que el rating es el “poder de retención” de un programa. Y ella misma le había pedido a su novio que, en el sexo, llevara al límite lo que puede llamarse retención... A ella la excitaba mucho sentir cómo él llegaba a sufrir para dejarla conforme.
Uno de los conductores del programa dice que la expresión “embarazo adolescente” parece señalar un embarazo en una edad poco conveniente y puede caer como un dictamen acusatorio: ella y él se han equivocado. Sin embargo, a veces el embarazo, en una edad considerada adolescente, ha sido buscado.
La otra conductora del programa decía que el “embarazo adolescente” es un tema privado que rápidamente se convierte en público, no sólo para la familia sino también en el orden social; y que no se trata de hacer el anuncio ante terceros, como una práctica confesional acompañada de arrepentimiento.
Ella piensa que no se lo “confesó” a su familia, y que su novio le dijo que entre ellos lo podían resolver. Ella no sabía qué hacer, sus padres se pondrían re-mal, pero ella tampoco sabía cómo simular que todo estaba igual que antes.
Un panelista del programa, un historiador, dice que, con respecto a la edad “conveniente” para embarazarse, puede advertirse el paso de la historia. Hace menos de treinta años, el embarazo a los veinte era común y corriente; ahora, en cambio, se considera “inconveniente”. ¿Qué pasó en estos treinta años? Y el historiador se responde: la televisión. Pasó que ahora todos conocemos la historia de los otros y que hay una opinión pública que juzga sobre todos los temas y sin duda sobre éste.
Es cierto, cuando ella nació su madre tenía veintiún años. Pero su padre tenía varios años más, y ya se habían casado, y él tenía trabajo, y un futuro... ¿qué futuro tendría ella?
Otro panelista, psicólogo, decía que usualmente se piensa la adolescencia como un tiempo de preparación para lo que vendrá, pero que esto contrasta con lo que el adolescente piensa de su futuro. Nuestras sociedades, que alargan la adolescencia, sustraen al adolescente de pensar en la genealogía, que es pensar tanto en la muerte como en la generación de nueva vida. El “embarazo adolescente” no debería referirse tanto a la edad: al fin y al cabo, hoy por hoy la adolescencia dura casi toda la vida: se trata más bien de la posibilidad de pensar ese embarazo como un acto de vida y no como un acontecimiento sufrido por impericia, por falla en el anticonceptivo, por síntoma.
“Mi embarazo no fue querido.” Súbitamente le surgen estas palabras. Nunca lo había pensado así, aunque lo sabía. Nunca lo había dicho así. Entonces, hizo lo que nunca había hecho: amparada por el anonimato, llamó al programa y contó su historia.
El conductor leyó el mensaje al aire. Así, su historia le volvía por la televisión. Algo había pasado entre ella y lo que estaba viviendo. Si bien no le habían dicho qué tenía que hacer, ella tenía más claro lo que iba a hacer.
* Psicólogo. Participó en el programa Dejámelo pensar, conducido por Sandra Russo y Boy Olmi en Canal 7.
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