PSICOLOGíA › ULTIMAS NOTICIAS SOBRE EL SEXO
Como suele sucederle en febrero, la página de psico abandona definitivamente sus inhibiciones, se libera para siempre de sus represiones y se lanza, desenfrenadamente, a hablar de sexo.
› Por LEON GINDIN Y TANIA FRIDMAN *
Hay dos posiciones que, según todos los expertos, favorecen el orgasmo femenino. Una es la posición en la que ambos están de costado, el pecho del varón contra la espalda de la mujer: permite la estimulación directa del clítoris por cualquiera de los miembros de la pareja sin descuidar la penetración. La otra es la del hombre acostado, con la mujer sentada sobre él: aquí el orgasmo se desencadena por acción del roce del clítoris contra el pubis de su compañero.
La cultura de Occidente ha propuesto como posición aconsejable la del varón arriba y la mujer abajo, enfrentados. Luego de que James Cook conquistó Samoa, llegaron los misioneros anglicanos a las islas y, para su horror, verificaron que los nativos no asociaban el coito con la reproducción, que era atribuida al espíritu totémico. Así, disfrutaban muy libremente del sexo. Y los misioneros vieron que la posición más usada era la de mujer arriba en cuclillas: entonces, intentaron enseñarles las virtudes del coito natural que, para los misioneros, era con el varón arriba y con finalidad meramente procreativa. Los nativos, irónicamente, llamaron a este modo coital “la posición del misionero”.
A medida que la gente se vuelve más creativa y flexible en su expresión sexual, las posiciones de mujer arriba ganan popularidad. Permiten a la mujer ser más activa, regular el contacto con el clítoris, facilitando su orgasmo, y controlar el ritmo de los movimientos y la profundidad de la penetración. El hombre, por la menor tensión muscular que la posición requiere, puede retardar mejor el orgasmo, y, por su menor grado de responsabilidad en la actividad, puede abandonarse a sus fantasías sexuales, facilitando así la erección. Las manos de ambos quedan libres, con lo cual pueden acariciarse; también, hablar y observarse con comodidad. Son las posiciones recomendadas para iniciar un tratamiento de eyaculación precoz, porque son poco tensionantes para el varón, facilitan el estímulo clitorídeo y además permiten que sea la mujer, entrenada por el sexólogo, la que regule el ritmo y movimientos.
Antes de que los anticonceptivos fueran un elemento liberador para la sexualidad de la mujer, las parejas solían utilizar otras posturas, en lugar del coito vaginal, con fines anticonceptivos. También se recurría a estas prácticas para guardar la virginidad. Hoy las parejas las utilizan mayormente para darse placeres especiales, variación en sus momentos de juego sexual y mayor diversión. A veces la encuentran y la adoptan como una variante más. Se pueden describir las siguientes ocho, donde el pene penetra en alguna cavidad de la mujer, real o imaginaria, distinta de la vagina (seguramente la imaginación encontrará muchas más): el “coito” en las manos de la compañera –la mujer junta sus manos, entrelazando los dedos y cruzando los pulgares, a fin de crear con ellas una “vagina”, e imita la suavidad vaginal mojándose las palmas de las manos con saliva–; el “coito” en la boca –sexo oral–; el “coito” en el dorso de la rodilla femenina, previamente lubricado; el “coito” en el pliegue del codo, igualmente lubricado; el “coito” en el ano –sexo anal–; el “coito” en la cabellera femenina, con el pene introducido en un mechón de cabello que simula una vagina; el “coito” entre los senos; el “coito” entre los muslos o glúteos; el “coito” en la axila.
A muchos no les parece una postura coital demasiado voluptuosa, pero es una alternativa posible que puede enriquecer el placer sexual.
El hombre suele elegir la axila derecha de la mujer para deslizar en su interior, por delante o por detrás, el pene. Con su mano izquierda mantiene bloqueado el brazo derecho de la mujer contra sus senos o contra su espalda. Sin lubricación, únicamente se ejerce presión a lo largo del pene y no sobre el glande.
Las mujeres que poseen senos algo desarrollados pueden proponerle a su pareja practicar el coito entre éstos; es una postura bastante divertida. Le permite a la mujer observar el pene en su cuerpo, cómo éste aumenta su ingurgitación, y también observar el momento de la eyaculación. El hombre se pone sobre la mujer acostada, de modo que ésta pueda apresar el pene entre sus pechos. Ella, moviendo suavemente sus senos, ejecutará pequeños movimientos de vaivén sobre el glande. A veces esta técnica facilita que el varón experimente unas sensaciones especiales. Y la posición le permite al hombre acariciar el clítoris de su compañera con los pies.
También es interesante la posición de la mujer sentada y el hombre de pie frente a ella. El coloca su pene entre los pechos de la compañera; ésta lo sujeta con los senos, apretándolo firmemente, y lo masturba con movimientos de vaivén. Para el coito entre los senos es muy conveniente untarlos con un lubricante.
El varón coloca su pene entre los muslos de su compañera, quien los mantiene apretados. El pene está sometido por completo a la poderosa presión ejercida por la carne de los muslos y por los labios mayores de la vagina. La mujer, al presionar, siente mucho placer, lo mismo que el hombre. Cuando se utiliza esta práctica como método anticonceptivo, la punta del pene queda fuera de la vagina. Muchas parejas practican el “coito” entre los muslos como uno de los preliminares del coito vaginal, lo que contribuye a aumentar la excitación. Una variante consiste en introducir el pene entre los glúteos de la mujer, teniendo cuidado de no producir una penetración anal no deseada.
El “coito a la florentina” permite que la mujer goce aun cuando el hombre no tiene el pene completamente erecto. Ella, simplemente, sujeta la base del prepucio entre el pulgar y el índice –manteniendo el prepucio bajado si no tiene la circuncisión hecha–, lo hace entrar un poco en la vagina, lo pasa por el clítoris: esto la hace gozar y, por añadidura, a veces hace que el pene se afirme como para proceder al coito.
Las posiciones laterales tienen numerosas variantes y la más común de ellas es la llamada “cucharita”. Es una posición muy cómoda y se puede llegar a ella luego de iniciar la penetración en otra posición. Permite el máximo contacto entre el cuerpo del hombre y el clítoris de la mujer y es muy útil cuando existen condiciones tales como fatiga, enfermedad u obesidad, o bien si uno de los cónyuges es demasiado alto. Según Masters y Johnson, la posición lateral es la más efectiva, siempre y cuando exista en ambos un interés común en brindarse mutuamente placer con la máxima eficacia posible. Facilita el orgasmo femenino y el control eyaculatorio.
El clásico 69, que muchos pregonan como la mejor posición del sexo oral, puede hacer difícil que cada uno se concentre suficientemente en la satisfacción del otro. La posición más utilizada es aquella con la mujer recostada sobre la cama envolviendo entre sus piernas la cabeza de él, que queda sólo mirando la vulva. Otra posibilidad es formar un medio 69: ambos de costado, enfrentados. Esta posición le facilita a ella acariciar y besar todo el entorno de la zona genital, y el varón puede usar su lengua como si fuera un pene en una especie de coito vaginal.
La penetración por detrás –que no debe confundirse con el coito anal– permite una entrada profunda y vigorosos movimientos de bombeo. Facilita al hombre acariciar libremente el clítoris y los pechos de su compañera. A la mujer, en cambio, le resulta difícil acariciar a su compañero. Esta posición hace posible además una buena visualización y caricias de las nalgas femeninas, y acorta la vagina, lo cual puede ser ventajoso si se desea realizar una penetración profunda. Puede producir una pérdida relativa de la intimidad y la comunicación, respecto de la posición cara a cara.
Según estudios sexológicos, en la sociedad occidental cada vez hay más parejas que ven en el coito anal una manera como cualquier otra de disfrutar del sexo, como alternativa válida al vaginal o al oral. Se considera que el 40 por ciento de las parejas heterosexuales lo han efectuado al menos una vez, y en más del 20 por ciento es una práctica frecuente. En la comunidad gay, el porcentaje se eleva al 50 por ciento.
Para el sexo anal se requiere altísima confianza mutua, buena lubricación del pene y de la zona anal. Y, de parte del varón, capacidad de comunicación y paciencia para evitar brusquedades. Para que sea placentero, la mujer debería vigilar el ritmo y la profundidad de la penetración. También hay que tener en cuenta que la actividad anal conlleva un mayor riesgo de trasmisión del VIH y requiere el uso de preservativo tanto como la penetración vaginal.
La posibilidad de que esta práctica simule o lleve a la realidad fantasías de sumisión física y psicológica tiene para algunos varones y mujeres un gran atractivo. Como en cualquier práctica sexual, es muy importante que ninguno de los dos se sienta obligado porque el otro se lo pida. Es un paradigma en sexualidad que el sexo, para ser placentero, tiene que ser elegido.
Algunos especialistas opinan que ningún hombre tiene el derecho de pedirle sexo anal a su compañera si él no quiere estar en el extremo receptor. Muchas mujeres disfrutan siendo las penetradoras, cuando se ponen un dildo –sujeto a su cuerpo con un arnés o sostenido con la mano– para penetrar el ano de su compañero, que así se transforma en pasivo o receptivo. Las mujeres pueden disfrutar de la inversión psicológica del papel y los varones pueden aprender a disfrutar del coito anal como las mujeres.
Un ano es un ano, sin tener en cuenta si está cerca de un clítoris o de un pene. La mujer puede introducir a su compañero en el sexo anal estimulando su ano mientras le practica sexo oral: una vez que él está cómodo con el estímulo anal, pueden discutir sobre si traer un dildo al juego.
También es una práctica extendida el llamado “beso negro”, donde la mujer estimula el ano del varón a manera de cunnilingus. Algunos suponen que esto satisface una homosexualidad latente, pero no es así; la estimulación anal del varón no tiene nada que ver con desear penetrar o ser penetrado por otro varón.
La estimulación de la próstata puede desembocar en un orgasmo más intenso y con mayor eyaculación. Muchos hombres no quieren descubrir este punto de estimulación por considerarlo antihigiénico o por miedo a perder algo de su masculinidad, pero, en general, quienes lo han probado no dudan en repetir esta experiencia, extremadamente satisfactoria.
Para un hombre es difícil encontrar su “punto G” prostático, ya que la única forma de palparlo directamente es a través del ano. La mejor posición para descubrirlo es colocarse de espaldas con las rodillas dobladas, insertar el dedo en el ano y presionar contra la pared frontal. Así se sentirá la próstata como una masa firme del tamaño de una nuez, que, al ser estimulada, produce una intensa excitación sexual.
Sin embargo, al estar su punto G dentro del recto, él no puede estimularse a sí mismo fácilmente y es conveniente la colaboración de la pareja: la posición que facilitará esta actividad es estando él acostado boca arriba con las rodillas contra el pecho; ella, antes de introducir el dedo, podrá tocar suavemente la parte externa del ano, haciendo círculos; luego, con toda suavidad y delicadeza, introducirá un dedo por el ano y lo guiará por el recto a lo largo de su pared frontal; aproximadamente a cinco centímetros presionará hacia adelante, es decir, hacia el pene del hombre, hasta notar un pequeño abultamiento; allí podrá sentir la forma de nuez que tiene la próstata; masajeará, suave y pausadamente, y podrá hacer llegar al hombre al orgasmo, que probablemente sea mucho más intenso que uno habitual.
Es importante insistir en que el tacto en la zona anal debe hacerse en forma sumamente delicada, pues es un tejido muy susceptible de lastimarse; para evitar molestias o lastimaduras, es mejor tener las uñas bien recortadas; usar guantes de látex o un preservativo para una mayor protección; y aplicar en el dedo un lubricante a base de agua que se consigue en cualquier farmacia.
Los activadores internos más importantes del deseo son las fantasías eróticas. Las mujeres que se excitan con rapidez manifiestan tener facilidad para elaborar fantasías. Es común que, ante un estímulo erótico, se inicie la excitación y, en forma concomitante, la elaboración de fantasías, que serán empleadas durante el desempeño sexual. Esto parecería no ser tan frecuente en los hombres, que, una vez activados, pasarían fácilmente a la relación sexual sin utilización de fantasías.
La capacidad para fantasear es una herramienta importantísima a la hora de la motivación sexual, ya que la fantasía erótica es la elaboración de un constructo mental que puede representar el objeto puntual de nuestro deseo. Masters y Johnson distinguen entre fantasías de fluctuación libre y fantasías a corto plazo. Las primeras son de aparición espontánea, mientras que las segundas son una especie de muletilla que viene a incrementar la motivación cuando la sexualidad está apagada o resulta ampliar la excitación.
Los médicos obtienen la longitud del pene midiendo desde su base en el pubis. Algunos centímetros del pene están ocultos por la grasa suprapúbica y se pierden en la medición con métodos caseros. Por eso, para medirlo adecuadamente hay que apretar el pubis, por encima de la base del miembro, así hacer salir la parte oculta y entonces poner la regla o centímetro.
Cada eyaculación contiene 4 mililitros de semen, equivalentes a una cucharadita de té. Su valor calórico es de unas 36 calorías, equivalente al de un terrón de azúcar. Esto implica, pese a lo que sostienen demasiados entrenadores deportivos, que ninguna eyaculación puede debilitar a ningún hombre. William Masters explicó que un atleta puede rendir con su máxima capacidad luego de un coito si se le permite un período de recuperación de cinco minutos. Otro mito derribado por estos datos es el de que quien ingiera semen durante el sexo oral pueda engordar.
El ejercicio central en el tratamiento de la eyaculación precoz es comparable a la enseñanza que los pilotos de aviones comerciales reciben en los simuladores de vuelo. Se trata de la autoestimulación del pene.
Debe realizarse en forma muy lenta. Recordemos que una de las características básicas del eyaculador precoz es la ansiedad. Aun en soledad, ésta prima sobre el placer y le impide tomarse el tiempo adecuado para autoestimularse con tranquilidad.
Comenzará a estimularse el pene con la mano, en forma lenta, muy despaciosamente, ayudado con el uso de un lubricante como el aceite para bebés. Se trata de que continúe con el lento movimiento de su mano sobre el pene hasta que comience a percibir las primeras señales –lo más habitual es que se las describa como un “cosquilleo”– que le indican que deberá cesar el estímulo. Este “cosquilleo” anuncia que el comienzo del proceso de eyaculación está por desencadenarse. La sensación es descrita de muy diferentes formas por los varones: algo “punzante”, “fuego”, etcétera. Es una sensación que se percibe antes de que se produzca la eyaculación. Entonces, en el ejercicio, es imprescindible cesar todo movimiento de la mano. Si se avanza, se producirá la inevitabilidad eyaculatoria, cuando es imposible detener la descarga.
Deberá esperar a que pase esa sensación de inminencia eyaculatoria y aguardar a que la rigidez del pene descienda en un 50 por ciento respecto de su plena erección. El objetivo es acostumbrarse a esperar, y advertir que, al cesar el estímulo, el pene desciende en su tumescencia pero que, al recomenzar la estimulación, nuevamente se puede lograr una buena erección.
Aquella condición de hiperansiosos los lleva a creer que, al estar muy excitados, la descarga eyaculatoria se producirá en forma automática. El alto monto de ansiedad les hace ignorar que, antes, sentirán en su cuerpo, en la zona genital, ese “cosquilleo”, esa señal que avisa que, después, se producirá el orgasmo.
Cumplidos esos dos requisitos, el descenso del pene a la mitad y la desaparición de la sensación preeyaculatoria, el sujeto está en condiciones de reanudar el ejercicio. Comenzará a estimular otra vez su pene, muy lentamente. Al mismo tiempo dirigirá la atención a las sensaciones que provienen de sus genitales, que transmiten su creciente excitación, hasta alcanzar la sensación que, de nuevo, le anuncia el punto de preeyaculación. Ahí, en ese preciso instante, de nuevo debe detenerse, sacar sus manos del pene y esperar. Es importante que sepa que no eyaculará y que podrá seguir adelante.
Deberá hacer el ejercicio tres veces seguidas. Recién la cuarta vez continuará sin detenerse hasta llegar al orgasmo y la eyaculación. Después de haber dominado esta práctica, podrá pasar a hacer lo mismo con ayuda de la mano de su compañera.
* Extractado de Eyaculación precoz. Problemas y soluciones, de reciente aparición (ed. Norma).
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux