Hace más de 65 años que Hiroshima no sólo alude a una ciudad del sur de Japón, sino que remite a un símbolo universal del horror. Luego de Hiroshima y Nagasaki, la cultura japonesa quedó marcada para siempre. Sucesivas obras dan cuenta de ello. Una es la narrativa fundante de los comienzos del animé, por el creativo japonés llamado Osamu Tezuka. Tal vez su creación más difundida haya sido Tetsuwan Atom (“Astroboy”), que, publicado desde 1952, constituyó la primera serie de animé en 1963. La historia comienza con la muerte accidental de un hijo, que promueve la construcción de un robot atómico con sentimientos humanos (de los buenos) para combatir el mal. Se trata de cómo un padre, ante la tragedia consumada, enloquece e intenta revivir al hijo bajo la forma de un robot. “Atom” era un superhéroe atómico que en sus comienzos tenía por entorno cercano a Uran (Uranio), Cobaruto (Cobalto), Etanooru (Etanol) y otros del mismo orden. ¿Qué nombres tendrán los herederos de esta crisis nuclear que, en 2011, escapa a la ficción?

Astroboy, héroe animado, ¿será la insistencia de lo traumático? ¿La presencia minimizada del peligro temido? ¿Una venganza a manos justicieras de un astro atómico que transforma lo pasivo en activo? ¿Una simple historieta? Hay una historia que no termina de elaborarse y repite algo de lo mismo por otra vía. Despierta el peor sueño de la película de Akira Kurosawa (Los sueños, 1990): la radiación atómica que destruye la naturaleza y al ser humano.

La palabra “atómica” que en Japón tenía destino de nunca más, resiste. La trae –nuevamente– lo humano, montada en el terremoto descomunal y el tsunami. Japón poseía centrales de casi 40 años de antigüedad en condiciones de soportarlo todo... menos lo que sí ocurrió.

¿Será que la energía atómica en manos del ser humano con sentimientos tan humanos (antagónicos) es –si se me permite la extrapolación– compulsión a la repetición? ¿Hay diques que puedan evitar el desbordetsunami de la pulsión de muerte?

* Psicoanalista. Texto extractado de un artículo que se publicará en la edición de abril de la revista Imago-Agenda.