Jue 18.09.2014

PSICOLOGíA • SUBNOTA

Sin culpa y con rebenque

› Por Ernesto S. Sinatra *

Una expresión ya anacrónica recordaba a los niños –en verdad: no sólo a ellos– que “Dios castiga sin palo y sin rebenque”: entonces alcanzaba con invocar la presencia del ojo omnivoyeur del Dios Unico para instigar a la renuncia a un goce, sin siquiera tener que efectivizar un castigo: la culpabilidad era provocada a partir de una simple frase que recordaba la existencia del buen Dios paterno. Hasta ese entonces, el conjunto se sostenía en el Todo a partir de la culpa y el castigo, de los pecados y su expiación. Hoy la cuestión es más compleja: presenciamos fenómenos de delincuencia recurrente, en los que la culpabilidad parecería no existir; pero ¿es que la culpa no existe realmente o es que el castigo se le ha anticipado? ¿No será, como muchos casos lo atestiguan, que la culpa permanece inconsciente y es el castigo el que responde, criminalizando al sujeto? La formulación freudiana de “los que delinquen por sentimiento de culpa” parece haber retornado ahora de un modo feroz, caracterizando la falta ostensible de la barrera del “no”, del palo y del rebenque. No es, al menos no solamente, que el castigo anticipa la culpa, sino que la sustituye: en muchos casos no hay evidencias clínicas de culpabilidad, sino una oscura percepción por parte del sujeto de un castigo que merecería, sin poder precisar bien por qué.

No sólo son cada vez más frecuentes asesinatos a mansalva realizados en lugares públicos, sino los actos criminales realizados porque sí, es decir: sin más significación que su ejecución criminal misma. No sólo sin culpa sino también sin motivo, sólo la acción impulsiva contra el Otro –o contra sí mismo–. Estas acciones criminales se han diseminado por doquier como un signo de la desaparición de la función del “no”, que, en el nombre del padre, aseguraba la función de la excepción: “Si se puede, ¿por qué no hacerlo?”. Podemos decirlo de este modo: el Otro de la autoridad, el de las garantías, ya no regula a los individuos ni anuda a los cuerpos como lo hacía en la época en la que el Otro sí existía. El universo de discurso que se aseguraba a partir de los grandes relatos ya no existe, pues éstos han dejado de construirlo.

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