Mar 11.03.2008

SOCIEDAD  › EL GOBERNADOR DE NUEVA YORK IMPLICADO EN UNA RED DE PROSTITUCIóN

Eliot S. y las visitadoras

Había llegado a la gobernación como fiscal general de NY, después de varios golpes a redes de prostitución. Se registraron escuchas que implicaban a Eliot Spitzer, en las que aparecía como Client 9. Spitzer no renunció y pidió disculpas a su familia.

El tema es que la first lady del first state de la first nation of all around the world ayer se sentía como la last lady, bah, la peor de todas. Silda, la mentada primera dama, la mujer del gobernador de Nueva York, se enteró que había otras damas entre las sábanas, y, lo que es peor, se enteró por la prensa. A todo esto, Eliot Spitzer, el gobernador, su marido (de Silda), parado a su lado, delante de toda la ansiosísima prensa de EE.UU. hacía mohínes, trompita y cara de apesadumbrado. Acababa de reconocer en conferencia que había participado en la contratación de al menos una chica de una afamada red de prostitutas, la Emperors Vip Club, que era seguida de cerca por una investigación federal. En la investigación, Mr. Governor era mencionado como “Client 9”. Eliot dijo a la multitud de periodistas que “violé las obligaciones hacia mi familia. Ahora me voy a dedicar a recuperar su confianza”.

Eliot Spitzer había llegado a la gobernación haciendo campaña como fiscal general de Nueva York con dos muy exitosos y publicitados golpes a las redes de prostitución, motivo por el que era conocido como Mr. Clean. A la hora de la conferencia de prensa era obvio que un boca de urna hubiera sido altamente pernicioso para el equipo de Client 9.

Cuatro días antes de la conferencia de ayer, aparecieron las primeras señales del escándalo. Fiscales federales levantaron cargos contra cuatro personas acusadas de participar en una red internacional de prostitución y lavado de dinero a la que asistían grandes clientes. Según la acusación, se trataba del Emperors Vip Club, que cobraba entre 1000 y 5500 dólares la hora por atenciones exclusivas de sus chicas, operando en Nueva York, Los Angeles, Miami, Londres y París. Las chicas y madama del Emperors ni mu del tema, mantuvieron todo en silencio.

Pero las chicas y sus conversaciones sobre los contratos y pedidos estaban siendo grabadas. Así, entre el 11 y el 13 de febrero pasado, un tal Client 9, clave con la que los federales encriptaron el nombre de Mr. Governor. En esas conversaciones, el Client 9 contrataba una chica para un hotel en Washington donde pernoctaría el mentado client la noche del 13.

Se ve que la investigación prosperó, porque la semana pasada Spitzer mencionó algo que amenazaba su horizonte a sus allegados más íntimos. Uno de ellos, a su vez –y recordando al informante anónimo del famoso Water Gate– hizo de deep throat (garganta profunda), que para la ocasión fue absolutamente funcional. El informante reveló al The New York Times que el gobernador había sido detectado como cliente del Emperors Vip Club.

Spitzer había sido mencionado por el mismo NYT en dos ocasiones como el “Crusader of the year”, durante su cargo como Fiscal General del Estado de NY. En aquel período los medios lo conocían como el nuevo Eliot Ness, por su reputación en el combate contra la corrupción, contra los criminales de guante blanco y el crimen organizado. Formado en Princeton y Harvard, se había especializado como fiscal en Manhattan, había trabajado para tres de los principales estudios de Nueva York y venía apareciendo como una estrella creciente en el horizonte del partido Demócrata.

Obviamente, se acaba de apagar en el firmamento. Una estrella fugaz.

En una necrológica se hubiera dicho que Spitzer, de 48 años, estaba casado con Silda y tenía tres hijas. Como se trata de una necrológica política, sólo se puede decir que tiene tres hijos y que estuvo casado durante 21 con Silda. En fin, ni siquiera eso, porque la política ha dado claros ejemplos de separaciones que fueron escenificadas como parejas perfectas, en el first, second y last world.

Pero Spitzer dio a entender a la prensa que el asunto, pese a ser investigado por la Justicia federal, era privado y no público, confundiendo el cargo de gobernador con el de director de una empresa privada. De todos modos, admitió que el asunto lo tomaba como “un fracaso personal”. No era el único. Silda, a su lado, asentía. Y concluyó con que “ahora me voy a dedicar a recuperar la confianza de mi familia”.

Un boca de urna familiar en ese momento hubiera sido catastrófico.

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