Lun 07.04.2008

SOCIEDAD  › OPINIóN

Es más cómodo poner a los jóvenes en la mira

› Por Gustavo Oliva *

Los hechos sucedidos en las escuelas provocan una profunda conmoción en la sociedad en general y particularmente en la comunidad educativa. Para referirnos a ellos es importante aproximarnos a un enfoque sociológico de la violencia, el poder y el derecho.

En la violencia, la relación humana consiste en el exterminio del otro, la fórmula se simplifica en: unos u otros; en el poder, la relación humana consiste en mando-obediencia: unos sobre otros; y en el derecho la relación humana es de respeto: unos y otros.

Desde este breve marco de referencia situamos los hechos acontecidos y los roles que deberían asumir desde el marco del derecho tanto la Justicia, la educación, los medios de comunicación, las familias y, por consecuencia, la sociedad toda.

Sin embargo, somos parte de un mundo en el que los ejemplos de este tipo no sobran y los que existen no se difunden, donde el poder económico desata guerras, donde las culturas hegemónicas son violentas, donde se devasta el medio ambiente, donde existen altos índices de desigualdad social y con una Justicia que a veces se venda los ojos porque no sabe, no quiere o no puede mirar. Es decir, donde prevalecen el poder y la violencia. Entonces, frente a todo ello, ¿es válido que se juzgue y sentencie a los adolescentes, sujetos participes de una sociedad que no eligieron, sino que les fue dada por nuestras generaciones?

Esto no implica negar responsabilidades sobre los hechos acontecidos, sino que va más allá y busca promover una reflexión sobre el porqué los jóvenes y adolescentes se expresan de esa manera, alejarse de la situación que cómodamente pone a los jóvenes en la mira y la sociedad los condena, como librándose de todas las responsabilidades, se vuelve fiscal e inmediatamente reclama sentencia: los jóvenes otra vez como artífices de lo peor. ¿No será acaso que los adultos no encontramos la forma de promover los valores?, ¿no será acaso que los adultos fomentamos el consumo en los adolescentes y luego lo repudiamos?, ¿no será acaso que los adultos actuamos hipócritamente y reclamamos a los adolescentes coherencia?, ¿no será acaso que los adultos pedimos a los adolescentes y jóvenes que sepan hacer uso de su libertad cuando no tienen referentes ni marco de contención en la medida de lo necesario? ¿Son los adolescentes los responsables de todos los males que tiene la sociedad?

Los adolescentes están en contacto cotidianamente con mensajes que plantean situaciones de violencia como normales; por caso, en los últimos días asistimos a la violencia económica en manos de los productores rurales “acompañados” por sectores de la sociedad, trasmitida por los medios de comunicación como una situación en la que se naturalizaba el unos vs. otros, como si el país fuera un ring de pelea. ¿No será, acaso, preciso que entre tanto análisis ligero los adultos nos permitamos revisar nuestros dichos y prácticas sin hipocresía?

Frente a la simplicidad y ligereza con la que principalmente desde los medios de comunicación se dan opiniones sobre la educación, los jóvenes y la violencia, debemos generar verdaderos abordajes científicos que nos permitan interpretar las causas de los hechos y actuar en consecuencia, dejando de lado todo tipo de comentarios superficiales, que sólo buscan entenderlos como casos individuales y aislados.

La responsabilidad y la prudencia para tratar estos hechos debe primar en todos los estamentos, desde la escuela hasta los medios de comunicación, evitando de esta manera la fantasía de copia.

Las instituciones educativas necesitarán repensar sus prácticas en pos de reforzar y mejorar en forma constante a lo largo de su estructura curricular el eje socioafectivo y de esta manera posibilitar una mayor y mejor posibilidad de construcción ciudadana, donde el diálogo circule fluidamente y permita la formación de nuevos saberes. ¿Qué haremos los adultos desde los medios, desde la Justicia, desde las responsabilidades de gestión en políticas educativas?

En la soledad de las aulas resulta insuficiente. Se requiere el compromiso de todos, y entonces sí la sociedad adulta dejará de observar y condenar a los jóvenes para comenzar el difícil e inexorable camino de construir una sociedad más justa, en la que sea posible la convivencia y el respeto de unos y otros.

* Rector del Colegio Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

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