SOCIEDAD › FUERON CUARENTA LOS “PEREJILES” DETENIDOS EN PALERMO
› Por Emilio Ruchansky
Sharon H. tiene 17 años. Sus padres saben que fuma y la dejaron ir a la marcha del sábado pasado a reclamar por la despenalización de la marihuana. Y en eso estaba, cuando a pocos metros de llegar la interceptaron dos jóvenes bien empilchados, de entre 20 y 23 años. Eran de la Brigada de Investigaciones de la comisaría 23. Sharon iba con dos amigos que cargaban guitarra y mate y en su mochila tenía ocho gramos de un porro que había “pegado ese mismo día”. Eran las 16.30 y por primera vez conocería el interior de una celda. “Lloré las doce horas que estuve detenida –le contó ayer a Página/12–, lloré de impotencia.”
La adolescente fue una de los cuarenta detenidos, el sábado, en la marcha que se realizó junto al Planetario. “La policía no discute la ley, la cumple”, argumentó al respecto un vocero del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. Pese al pedido de Aníbal Fernández de no perseguir perejiles y el acuerdo entre las dos salas de la Cámara Federal porteña sobre la inconstitucionalidad de penar la tenencia de drogas para consumo personal, la policía procedió de oficio “porque tiene la obligación de actuar mientras la ley exista”, aseguró la fuente ministerial.
“La mayoría salió al otro día”, comentó el cabo, que pidió “no me mandés al frente”, de la comisaría 23. “Los fuimos largando en el transcurso del día, hubo 29 detenidos, cuatro eran menores de edad”, informó el uniformado vía telefónica. Un colega suyo de la seccional 51, la otra comisaría con jurisdicción en la zona, estimó una decena más. El argumento policial para realizar las requisas fue “la presencia de gente en la zona del Rosedal y por la Feria del Libro”. Lo grave, resaltó ayer Sebastián Basalo, director de la revista THC, es que a todas las personas apresadas se les negó un “principio cívico tan básico como el derecho a asistir a una manifestación política”.
Mientras firmaba las actas en la comisaría, Sharon H. le preguntó a un oficial si podía fumar un cigarrillo y “el tipo, con el pucho en la boca, dijo que no, que no se podía fumar en la comisaría”. Según describió, pasó la noche sola en una celda chiquita, sin ventilación, con cucarachas y mucho olor a orina. “Había un solo delincuente en toda la comisaría –recordó–, el resto era gente que había ido a la marcha.” Su papá llegó a las 20 y recién pudo salir de la seccional, con su hija, a las 3. Le abrieron una causa penal por tenencia de un porro para consumo.
Ariel P., de 18, estuvo detenido en la misma comisaría. Ni siquiera llevaba drogas. Al igual que Sharon H., iba camino a la marcha cuando tres agentes de civil insistieron en revisarlos. “Yo me negué porque sé que puedo hacerlo, igual revisaron a los chicos que venían conmigo y les encontraron un porro. Nos llevaron a todos”, relató. Mientras lo trasladaban a la celda por un pasillo, un oficial “de apellido Colombo iba pateando a la gente que él mismo hizo arrodillar porque no tenía espacio para pasar”. Cuando salió, una chica que esperaba a su novio le contó que la seccional no recibía denuncias por robos: “Les decían que tenían 30 detenidos y no daban abasto”.
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