SOCIEDAD › MYANMAR COMIENZA A ACEPTAR EL SOCORRO
El régimen militar de la ex Birmania sigue poniendo restricciones a la tarea humanitaria occidental, aunque empieza a ceder. Más de un millón sin hogar.
› Por Georgina Higueras *
Desde Denpasar
Myanmar comienza a recibir ayuda exterior para los más de un millón de birmanos que se quedaron sin hogar por la furia del ciclón Nargis, que el domingo barrió el sur del país. Tras la llegada de los aviones cargados de ayuda de China, India, Indonesia y Tailandia, países que mantienen estrechas relaciones con el régimen militar, la Junta, que gobierna con puño de hierro la antigua Birmania, autorizó el aterrizaje de una nave de la ONU con 25 toneladas de asistencia. En ella viajará un equipo de emergencia, según indicó Elizabeth Byrs, portavoz de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios. Hasta el momento, sólo ese grupo de la ONU recibió luz verde para volar al país.
Decenas de cooperantes internacionales aguardan en Bangkok un visado para poder cumplir su misión de apoyo a las víctimas del ciclón. Los cooperantes de distintas agencias de la ONU y de otras ONG internacionales que ya estaban en Myanmar son casi los únicos extranjeros que trabajan sobre el terreno.
Francia pidió ayer a Naciones Unidas que invoque la cláusula de “responsabilidad de proteger” para forzar la entrada en Myanmar sin necesidad de autorización del régimen militar de cientos de socorristas y expertos en situaciones de emergencia. Estados Unidos y Australia expresaron su frustración por los obstáculos que la junta militar pone a gente que sólo pretende ayudar a los damnificados.
La radiotelevisión estatal, única fuente oficial de información sobre la catástrofe, indicó que se confirmó la muerte de 22.980 personas y que hay otras 42.119 desaparecidas. Los soldados retiraron numerosos árboles arrancados por la fuerza del viento y tirados sobre las carreteras, lo que comienza a hacer transitables algunas de ellas, aunque aún hay grandes extensiones de territorio bajo las aguas.
Myanmar es uno de los países más pobres y aislados del mundo. Recelosos de todo lo que llega de afuera por la influencia liberalizadora que pueda tener sobre su poder absoluto, los generales obstaculizan la entrada de nuevos cooperantes, pese a la evidencia de que no pueden hacer frente solos a semejante desastre. Sobre todo la zona del delta del Irrawaddy, la más afectada, permanece sin electricidad ni comunicaciones. Tanto Estados Unidos como Australia insistieron en que quieren ayudar a los damnificados birmanos. “Olvidemos la política. Dejemos simplemente que llegue ayuda y asistencia a la gente que sufre y se está muriendo por falta de apoyo sobre el terreno”, afirmó el primer ministro australiano, Kevin Rudd.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.
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