Aviones de Naciones Unidas y de la Cruz Roja lograron finalmente ayer aterrizar en Yangón, la antigua capital birmana, cinco días después de que el ciclón Nargis dejara el sur de Myanmar sembrado de cadáveres y un millón de personas sin hogar, sin comida, sin agua potable y sin nada con que protegerse. La junta militar que desde 1962 tiene sometido al país a un régimen despótico permitió el ingreso de los primeros aviones con ayuda internacional. Sin embargo, no acepta envíos de países, por lo que Estados Unidos todavía esperaba que acepten la llegada de cuatro aviones cargados de ayuda. De lo contrario, especulaban con arrojar los víveres desde el aire. Los escasos testimonios que llegan desde las zonas más afectadas –incomunicadas por carretera, sin teléfonos y sin electricidad– señalan que los supervivientes, sin capacidad para enterrar a los muertos, los están echando al río Irriwaddy.
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