“Lo mejor es que el volcán explote ahora, así nos vamos de una vez a otro lado y empezamos una nueva vida. Peor es quedarnos en casas de otras personas sin saber qué va a pasar y sin trabajar”, comentaba Lucio, un habitante de 40 años de la localidad del Chaitén, a bordo de una camioneta que se dirigía a la ciudad de Esquel, en Chubut. Ayer, el volcán emanaba columnas de humo de siete mil metros de altura en forma de hongo. Y su fumarola grisácea continuaba cubriendo de cenizas volcánicas a las localidades cordilleranas. Mientras, en torno del macizo se registraron movimientos sísmicos a una profundidad de entre siete y ocho kilómetros, señaló el Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) de Chile.

“Si en los próximos días viéramos un descenso importante de la columna eruptiva y no se registra la actividad sísmica característica, podríamos pensar en que ya no nos encaminamos hacia el peor escenario, que es el colapso abrupto de la columna eruptiva”, analizó el geólogo chileno Luis Lara. Ante esa posibilidad, en Chaitén y los pueblos vecinos ya no quedan habitantes. “De noche se escuchan ruidos y se ven rayos que cruzan el cielo y hay tormentas eléctricas sobre el volcán”, relató un carabinero apostado en Puerto Cárdenas, a 50 kilómetros del volcán. Allí, apenas un puñado de vacas abandonadas deambula en busca de comida.

En tanto, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) prevé que “de no haber variaciones en la actividad del volcán, continuará observándose ceniza volcánica sobre las provincias de Chubut, Río Negro, Buenos Aires, Capital Federal y el Río de la Plata”. Sobre la ciudad de Buenos Aires llegó a unos 3500 metros de altura una nube en forma de pequeñas partículas. “Siempre la mayor densidad y presencia en niveles bajos y medios de la atmósfera seguiría especialmente en Chubut y en Río Negro”, destacó el SMN.

La densa capa de cenizas contaminó también cursos de agua y la vegetación que servía de alimento para unas 40 mil cabezas de ganado. En la localidad chilena de Futaleufú, una de las más afectadas por el volcán, el Ejército Argentino instaló ayer una planta potabilizadora de agua. Además puso en funcionamiento otras tres en los poblados fronterizos de Chubut de El Corcovado, Lago Rosario y El Hoyo, ubicadas a pocos menos de 25 kilómetros del Chaitén, cuyas aguas están contaminadas por la caída de cenizas volcánicas. “Servirá para purificar alrededor de dos mil litros de agua por hora”, precisó en Futaleufú la bioquímica del Ejército Argentino, Miriam Mariela.

Mientras tanto, en Esquel –una de las ciudades más afectadas por las cenizas– comenzaron a extraer el fino polvillo que se encuentra depositado en las calles. Allí, las cenizas acumuladas oscilan entre los dos a cinco centímetros de espesor. “El trabajo demandará varios días y está directamente relacionado con la actividad del volcán Chaitén, que lamentablemente sigue esparciendo cenizas”, se lamentó el titular de la dirección de Defensa Civil de Chubut, Evaristo Melo.

El coordinador de las tareas de limpieza, Claudio González, explicó que “las cenizas recolectadas serán compactadas y trasladadas a un pozo de grandes dimensiones situado a unos 15 kilómetros de Esquel”. “Una vez lleno, el pozo será tapado con tierra para impedir que los residuos volcánicos vuelen nuevamente”, agregó González.

Por otra parte, la Red Solidaria recibirá desde hoy donaciones para los habitantes damnificados de Trevelin, Cholila, El Bolsón y Esquel, en la Facultad de Veterinaria de la UBA.