SOCIEDAD › OPINION
› Por Eleonor Faur *
El cuidado de la salud y de la vida de niñas, niños y adolescentes pasó finalmente al frente. Todas las provincias aprobaron por consenso los contenidos mínimos para la educación integral de la sexualidad, dando el primer paso indispensable para la implementación de la Ley 26.150. ¿Se trata de promover un tema nuevo? No necesariamente. Se trata de poner palabras a lo que estuvo acallado, silenciado, mientras explotaba en patios, baños y pasillos de las escuelas.
En la Argentina nacen por año más de 100 mil niños de madres menores de 20 años. El 27 por ciento de las adolescentes pobres y sólo el 1,6 de las no pobres tienen sus primeros hijos durante la adolescencia. Los datos epidemiológicos muestran una feminización del VIH en la población más joven. Entre los 13 y 19 años, hay igual proporción de varones y de mujeres que viven con sida, y mayor proporción de mujeres infectadas en los casos de VIH (0,8 hombres por cada mujer). Todos esos chicos y chicas pasan o han pasado por las aulas de las escuelas. También han pasado, o están en la escuela, los chicos abusados sexualmente. Abordar estos problemas, para la escuela, supone asumir un compromiso ético destacable. Su implementación requerirá de-sarrollar la capacidad de desentrañar mitos y prejuicios a cambio de acercar a los chicos información adecuada, oportuna y pertinente.
Educar en sexualidad implica tanto ofrecer conocimientos para la prevención de embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual, como formar en valores, sentimientos y actitudes positivas frente a la sexualidad, entendiendo a ésta como forma de relación entre las personas, de cuidado de uno mismo, de amor y compromiso por la vida. Para los docentes, el desafío será preguntarse de qué manera se abordarán en sus distintas asignaturas los contenidos relacionados con el cuerpo, la identidad, los estereotipos acerca de varones y mujeres, los derechos, y también sobre los preconceptos y emociones propias y las de sus alumnos.
Los lineamientos aprobados son claros al respecto, y ofrecen un abordaje integral y sistemático. Educar en sexualidad supondrá entonces el desafío de desarrollar la capacidad de formación y de escucha por parte de los docentes, para acompañar a sus alumnos en el tránsito que atraviesan durante su crecimiento. Este abordaje es hoy más necesario que nunca. Los chicos se encuentran cotidianamente expuestos a mensajes que cosifican los cuerpos y la sexualidad, a través de programas de televisión y páginas de Internet. En este contexto, el hecho de garantizar un espacio educativo en el cual los docentes escuchen aquello sobre lo que los chicos dudan, desconocen o piensan que saben, es decidirse a estar de su lado y a reflexionar junto a ellos sobre temas que los acompañarán durante toda su vida. El contenido ético de semejante abordaje merece ser celebrado. La escuela optó por la ética de los derechos humanos, para acompañar a los niños y a los jóvenes que crecen en sus aulas.
* Socióloga y Oficial de Enlace del Fondo de Población de las Naciones Unidas en Argentina.
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