Mar 01.07.2008

SOCIEDAD  › UN HOMBRE DE 33 AñOS ASESINó A SU PADRE EN DAIREAUX Y LO PREPARó A LA PROVENZAL

Mató al padre y después lo cocinó

› Por Carlos Rodríguez

“Me las pagaste todas juntas.” Desde la puerta de la casa paterna, en la localidad bonaerense de Daireaux, después de cometer un homicidio que quedará en los anales de los casos policiales en la Argentina. Raúl Ernesto Piñel, de 33 años, se despidió con el último resto de rencor que todavía le quedaba hacia su padre, Raúl Prudencio Piñel, de 57. Con las manos llenas de sangre, sereno –según contaron los policías que lo detuvieron–, Piñel hijo dejó tras de sí la huella de horror de una noche, la del sábado pasado, en la que asesinó a su padre, lo descuartizó con un cuchillo Tramontina, lo quemó en forma parcial en una salamandra y lo más terrible: le comió parte de los órganos. Una fuente policial consultada por PáginaI12 confirmó el más inquietante de los detalles: “Le había arrancado el corazón y los riñones. Los fileteó y los cocinó a la provenzal, en una olla”. Después de un paréntesis lógico, la fuente dijo que la hipótesis central es que “el asesino actuó llevado por el odio que le tenía a su padre, un hombre de muy mal carácter que lo había golpeado cuando él era un niño y que se había peleado con toda su familia”.

En principio se dejó de lado la versión de que Piñel hijo formaba parte de una secta y que había actuado en cumplimiento de un supuesto rito satánico. “El hombre asesinado tenía mujer y cinco hijos, pero estaba alejado de todos ellos. Los testimonios son coincidentes: Piñel padre golpeaba a sus hijos y a su mujer. Lo hizo cuando los hijos eran pequeños y por esa razón, hace ya unos cuantos años, lo abandonaron y se quedó solo en la casa donde ocurrió la tragedia”. Piñel hijo, por su parte, estaba cumpliendo una condena por el delito de robo calificado en el penal de Urdampilleta, pero el viernes había salido porque estaba gozando del régimen de salidas transitorias. Las fuentes confirmaron, además, que Piñel padre había denunciado a su hijo ante la policía, años atrás, y por esa razón el joven cayó preso, lo que alimentó el odio.

A pesar de la mala relación con su padre, Raúl Ernesto Piñel lo fue a visitar el sábado, en su humilde casa de la calle Antártida Argentina, entre Moreno y Saavedra, del barrio Don Cándido, en Daireaux, un partido ubicado en la zona central de la provincia de Buenos Aires. Nadie puede precisar si actuó con premeditación. Lo cierto es que discutieron, como siempre lo hacían, y que el joven mató a su padre, no se sabe si a golpes o a puñaladas. Es difícil determinarlo porque el cuerpo de la víctima fue descuartizado con un cuchillo Tramontina. Algunas partes del cuerpo aparecieron en una salamandra. La peor parte de la pesadilla comenzó cuando Piñel hijo le extrajo a su padre el corazón y los riñones.

“Un primer informe confirma que lo que se halló dentro de una olla de cocina eran los órganos de la víctima, que habían sido fileteados y salteados a la provenzal.” Los investigadores fueron contundentes sobre este punto: “No hay ninguna duda de que el autor del crimen se comió parte del corazón y de los riñones de su padre. Sólo se encontraron algunos restos en la olla”, insistió una fuente del Ministerio de Seguridad bonaerense, que se basó en el informe recibido de parte de los expertos de la Policía Científica que estuvieron en la casa.

El horrible asesinato recién se conoció el domingo por la tarde, cuando un vecino de la víctima fue a la casa. Se sorprendió al ver grandes manchas de sangre por todas partes. Por eso hizo la denuncia ante la policía, que cuando llegó al lugar fue recibida por el autor del homicidio. Les abrió la puerta con las manos chorreando sangre. El panorama era aterrador. Había manchas de sangre por todos lados y restos humanos esparcidos por las distintas habitaciones. En el piso de la cocina había vísceras humanas y una parte de la columna vertebral.

El autor del parricidio se entregó sin ofrecer resistencia. Los testimonios de sus familiares son coincidentes: “Odiaba a su padre porque de chico lo había maltratado y torturado, tanto a él como a sus cuatro hermanos y a su madre”. Con el humor negro que los caracteriza, los voceros policiales llamaron al homicida “el Hannibal (Lecter) de Daireaux”. En la escena del crimen secuestraron el Tramontina. “El detenido ya confesó ante el fiscal (Omar Flores, de Trenque Lauquen). Estaba muy tranquilo, cuando lo detuvieron y en la declaración. Los policías dicen que en la casa lo más espantoso era el olor a la comida”, relató una fuente cercana a la investigación.

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