SOCIEDAD › UN DEBATE ENTRE EXPERTOS A PARTIR DE LAS AGRESIONES A DOCENTES GRABADAS EN VIDEO POR LOS MISMOS ALUMNOS
Algunos sostienen que hay víctimas y victimarios de ambos lados. Otros, que la violencia no es propiedad escolar sino que la escuela reproduce la violencia externa. Todos sostienen que el modelo de educación secundaria está desbordado y debe cambiar en profundidad.
› Por Mariana Carbajal
Dos videos colgados en Internet pusieron en primer plano a profesoras agredidas y humilladas en el aula por sus alumnos. La camarita del celular que filmó las escenas amplificó al infinito la impotencia de ambas para enfrentar la situación. ¿Podrían verse como una metáfora de la educación media actual, de la pérdida de autoridad de los docentes para manejar distintos escenarios disruptivos? Burlas y agresiones a profesores hubo siempre, pero históricamente buscaron ser anónimas. Atar a un profesor a la silla era un clásico, pero difícilmente aparecieran los o las responsables.
Hoy, la irrupción de las nuevas tecnologías en la escuela se asocia a un afán de protagonismo adolescente: el agresor se expone y se deja filmar, para aparecer minutos después en la web. Si los medios electrónicos –TV, diarios digitales– lo replican, conseguirá velozmente su momento de fama. El efecto imitación es tentador y puede llamar a la competencia en busca de la burla más graciosa y festejada. ¿Y si los canales no reproducen la patoteada? Esa alternativa la planteó esta semana el viceministro de Educación, Alberto Sileoni. Algunos espacios públicos –como el aula– deberían ser intangibles, sugirió. La violencia social se cuela en las escuelas con distintas formas: los alumnos son victimarios, pero también –y en mayor medida– víctimas, de sus pares y –desde ya– de docentes, según surge de la encuesta del Observatorio Argentino de Violencia en las Escuelas realizada entre 60 mil alumnos de EGB3 y Polimodal (ver aparte).
¿Se sienten preparados los docentes para enfrentar esta realidad? ¿Están desbordados y faltos de autoridad? ¿Cómo viven este nuevo escenario en el que las clases ya no quedan encerradas entre cuatro paredes y hay un testigo –la cámara– latente? ¿Cuál debería ser la respuesta institucional ante indisciplinas como las que quedaron registradas en los famosos videos? La trama es compleja. No hay recetas simples. PáginaI12 consultó a profesionales vinculados a la educación desde distintos ámbitos para reflexionar y sumar sus aportes a un debate, que recién comienza.
A la Escuela Técnica Nº 8 Jorge Newbery de La Matanza concurren unos 1500 alumnos de “clase media trabajadora con pequeños bolsones de sectores humilde”, describe su director, Jorge Estefanía. En esa comunidad educativa las filmaciones que trascendieron en los últimos días no sorprendieron demasiado. “Ya hemos tenido filmaciones en el aula que se subieron a blogs, tal vez no de ese calibre, pero sí que mostraban a docentes en situaciones cómicas, gesticulando de forma graciosa, o de peleas entre bandas de alumnos que ocurrieron fuera de la escuela, y también de las famosas manteadas en el baño. Hay gestos de agresividad muy altos que nos preocupan”, contó Estefanía a PáginaI12.
–¿Cómo viven los docentes la presencia de la cámara? –preguntó este diario.
–Yo soy de los que considera que el celular es muy útil para que los chicos estén en comunicación con su familia, con sus amigos, pero hay que definir formas y momentos para usarlo. En la provincia de Buenos Aires está prohibido su uso tanto para los alumnos como para los docentes por una disposición de la Dirección General de Escuelas. Pero no hay forma de saber si están apagados o prendidos en el bolsillo de los chicos. Trabajamos mucho con el diálogo. Cuando uno habla con los chicos, ellos entienden. Pero no hay una receta.
–En los videos que se conocieron en estos días quedó en evidencia la impotencia de los docentes para enfrentar las humillaciones.
–La impotencia del docente es real. Nos –y me incluyo– superan las circunstancias. Algunos docentes se sienten vigilados por el celular. Los pone incómodos, se sienten mal, sienten que tienen que pensar muy bien qué decir y qué gesto hacer. Es una situación realmente compleja. No tenemos una solución. Cada dos por tres aparecen en Internet videos.
En el primer video que trascendió a comienzos de julio, la profesora de Historia Alicia Martínez fue víctima de las burlas de un alumno de tercer año del Comercial Nº 19 Juan Montalvo, del barrio porteño de Caballito: en medio de la clase simulaba actos sexuales detrás de ella y hasta hizo el gesto de tirarle un tiro. La profesora, como si nada ocurriera, seguía dando clase, leyendo un libro. Verla, impotente para poner límites a ese alumno de 17 años, daba pena. El alumno recibió como sanción la expulsión (ver aparte).
“La figura del docente aparece muy devaluada y las nuevas tecnologías generan un espectáculo con otras dimensiones. Tal vez las agresiones a docentes no sean nuevas, pero cambió su amplificación. El que filma hace como un director de cine, plantea que el agresor se apure, le dice que tiene poca memoria en el celular, la escena entra en la línea del reality show”, analiza Inés Dussel, investigadora en temas de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). En un punto –y salvando las distancias, dice– aquel video le recordó el que reveló las torturas en la cárcel de Abu Ghraib, en las afueras de Bagdad: después de aquella filmación una soldado norteamericana se convirtió en la imagen de los abusos a los prisioneros iraquíes. “Es un régimen de lo visible que permite mucha crueldad. Estos videos nos plantean cómo educar la sensibilidad de los chicos para que esto no suceda, para que entiendan que humillar a una persona no debe ser filmado”, sugiere Dussel. Y discrepa con el encasillamiento de estos hechos –las burlas a la docente de Caballito y a la maestra de inglés de la Escuela Media Nº 8 de La Loma, localidad de Temperley, a la que le pusieron un preservativo en la cabeza y le intentaron quemar el pelo– como violencia escolar. Los videos, opina, “hablan de cierta degradación de los vínculos que no es privativo de la escuela. No hay que leerlos como violencia escolar. Sí hay que pensar en qué otros recursos les damos a los docentes para pararse de otra forma frente a los alumnos”, propone. Para Dussel estas situaciones no son más que una muestra de que el secundario sufre “una gran crisis”.
–¿Esta falta de autoridad que reflejan los videos es generalizada en los docentes? –le preguntó PáginaI12.
–Sí, como ya venía observándose. En el caso de la profesora de Caballito no podía ni siquiera mirar a los chicos. ¿Qué pasa con esa profesora? Hay que hacer cirugía mayor: pensar en menos alumnos por curso, en más tiempo para los docentes para preparar las clases, en más recursos simbólicos, en otro vínculo con los adolescentes. Hoy tiene a veces entre 13 y 18 materias semanales, la relación es muy fragmentada con cada profesor. Pero además hace falta una formación ética y política para que los chicos tengan claro que no pueden hacer un uso cruel de las imágenes. Y es necesaria una posición mucho más jerarquizada del docente. Faltan discursos políticos que sostengan más a la Educación.
Cristina Corea (semióloga) y Silvia Duschatzky (licenciada en Ciencias de la Educación y magister en Sociología y Análisis Cultural) escribieron en su libro Chicos en Banda que la violencia se presenta como el sustrato cotidiano sobre el que construyen la subjetividad niños y jóvenes. “La violencia es hoy una nueva forma de sociabilidad, un modo de estar ‘con’ los otros o de buscar a los otros”, sostienen. El ex rector del Carlos Pellegrini Abraham Gak retoma esta idea y dice que tanto las familias como la escuela se sienten impotentes para enfrentar esta nueva forma de relación, que es la violencia. Para Gak, los videos de las docentes humilladas no son más que un reflejo de esa “impotencia” que trasciende a las aulas. “La violencia no es patrimonio exclusivo de los adolescentes, incluso en las aulas los docentes son a veces victimarios de los alumnos. Pero lo más importante es pensar en la prevención. La escuela tiene que pensar una estructura diferente. Para trabajar estos temas es necesario pensar en una red de contención, que incluya a preceptores preparados, tutores y un equipo interdisciplinario de profesionales (sociólogos, trabajadores sociales, médicos, psicólogos) que colabore con las autoridades del colegio”, planteó al ser consultado por este diario.
La doctora en Educación Silvina Gvirtz no cree que haya que minimizar los hechos. “Hay que trabajarlos seriamente. Me alertan sobre la necesidad cada vez más urgente, de reformar la estructura y organización del nivel medio. Los estudiantes deben ser sancionados, según lo establezcan los Consejos de Convivencia, pero hay que ir más allá de la sanción en ambos casos y allí es necesaria la intervención de equipos técnicos, psicólogos y especialistas en el tema para analizar seriamente la situación y tomar medidas de fondo”, coincide Gvirtz, que acaba de presentar el libro La educación ayer, hoy y mañana. El abc de la pedagogía, escrito junto a Silvia Grinberg y Victoria Abregú.
–¿Qué piensa de los dos docentes filmados? –le preguntó este diario.
–Estos docentes fueron víctimas de una situación. Hay quienes quieren convertirlos en victimarios y me parece realmente injusto. No hay nada que justifique el maltrato que recibieron. Deberían recibir contención psicológica por parte de las autoridades y debería encararse también un trabajo a nivel institucional. Creo que estos hechos, en este momento, pueden relacionarse, por lo menos en parte, con el modo en que la sociedad encara la resolución de sus conflictos más generales. El diálogo y la legalidad no son los modelos que priman en la actualidad. La violencia aparece muy a menudo como modelo para resolver la diferencia de intereses. Entonces, ¿por qué esperar conductas especiales en los adolescentes? Creo que tenemos que reflexionar como sociedad qué nos pasa y qué modelo de resolución de conflicto queremos. Si uno mira la situación externa piensa que la escuela hace bastante bien su trabajo.
Para el rector del Colegio Nacional de La Plata y ex consultor de la ONU, Gustavo Oliva, el gran desafío de las escuelas hoy es tratar de mejorar las relaciones interpersonales para que sean más humanas, más respetuosas, de reconocimiento por el otro. “La violencia es un hecho que irrumpe en la vida escolar como en otros ámbitos, en las canchas de fútbol a través de las barras bravas, en los cortes de ruta cuando se tira la leche, o en la elección del rector de la universidad, al tirar huevos. Hay un ámbito social muy fuerte, al que se suma una cultura muy argentina de vivir riéndose del otro y no con el otro”, señaló Oliva. Para el ex viceministro bonaerense, para analizar hay que abordar desde tres lugares: “En primer lugar, brindando más y mejor educación para todos, en segundo lugar, al alumno que comete actos de esa naturaleza convendría rotarlo de institución educativa, pero nunca dejarlo fuera del sistema escolar, para que tenga una nueva oportunidad con acompañamiento de un gabinete y en tercer lugar, dar un acompañamiento desde los equipos directivos y de supervisión a los docentes”. En el Nacional de La Plata, que depende de la universidad, los celulares no están prohibidos en las aulas. “Es parte del contrato del aula entre el docente y los alumnos si se pueden o no usar”, aclaró.
Es probable que no sean los últimos videos que se cuelguen en Internet que muestren a docentes burlados o agredidos. Muchos docentes se deben estar preguntando si serán los próximos en aparecer en la web. Tal vez los medios de comunicación deberían interrogarse –y actuar en consecuencia– cuánto contribuye su difusión y amplificación.
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