SOCIEDAD
› DUREZA EN EL PROCESAMIENTO DE LOS POLICIAS POR EL CASO DEMONTY
Tormentos junto al Riachuelo
La jueza María Cristina Bértola usó duros términos en el procesamiento de nueve policías acusados por la muerte de Ezequiel: calificó el delito como “tormentos agravados seguidos de muerte”, por el que podrían ser condenados como mínimo a prisión perpetua.
Para la justicia la muerte de Ezequiel Demonty fue el resultado de las torturas que nueve policías complotados le aplicaron antes de obligarlo a tirarse al Riachuelo, donde moriría ahogado como fase final del tormento. Por eso ayer, cuando la jueza María Cristina Bértola procesó a los 9 efectivos de la Federal, lo hizo por “tormentos agravados seguidos de muerte”, un delito que se paga con mucho mayor dureza que el simple homicidio y por el que podrían ser condenados como mínimo a prisión perpetua, y como máximo a reclusión por tiempo indeterminado. La jueza dio por probado en la causa que el subinspector Gastón Samohano –hijo de un ex capo de la Bonaerense– y sus colegas de la Comisaría 34ª detuvieron a Ezequiel y otros dos chicos, los golpearon con los puños y las culatas de sus 9 mm sobre el piso y los llevaron luego en tres patrulleros hasta la orilla donde los forzaron a tirarse. El procesamiento innova sobre las anteriores resoluciones judiciales respecto de la aplicación de torturas, porque considera que en este caso la manera en que los chicos fueron maltratados al “despreciarse su dignidad humana” configura el delito de tormentos. Es por esta lectura de la jueza que los 9 policías fueron procesados por la muerte de Ezequiel, y los tormentos aplicados a los dos chicos obligados a tirarse al río que sobrevivieron.
Además del oficial de apellido ilustre, Samohano, fueron procesados el oficial inspector Daniel Barrionuevo; los cabos Luis Gutiérrez y José Luis Martínez; el sargento Jorge Sosa; el sargento primero Luis Funes y los agentes Maximiliano Pata, Jorge Solín y Sandro Granado. Los policías, el grupo de 9, eran los que la madrugada del 14 de septiembre patrullaban la zona de la seccional 34 en los móviles 134, 634 y 934. Según los testigos esos fueron los tres autos que rodearon a Ezequiel, Claudio y un chico de 18 años “en la intersección de La Constancia y Avenida Cruz frente a un local de remisería. De allí los ubicaron boca abajo, les aplicaron golpes de puño y con las armas de puño policiales, para luego ubicar a cada uno en tres patrulleros”, se lee en el auto de procesamiento al que tuvo acceso Página/12.
El dictamen es claro en cuanto a que al primero que la patota policial obligó a tirarse al agua, después de insultarlos al grito de “¡negro de mierda!” fue Ezequiel Demonty. Tras él debieron tirarse el chico de 14, y más tarde el de 18. Fue el menor de ellos, “Claudio”, quien cuenta que al caer sobre unos arbustos de la orilla que le salvaron la vida vio cómo el chico del barrio Illia se hundía en las aguas fangosas del Riachuelo. Es en la experiencia que tuvieron que vivir estos dos adolescentes que se salvaron de morir ahogados en la que se fundamenta la diferencia en la calificación que hizo la jueza Bértola. El abogado de la familia Demonty, José María Vera, le dijo ayer a este diario que “el fallo se transformará en un precedente para que desde ahora el personal policial que actúa en la calle se desempeñe con absoluto respeto por los derechos inherentes a la persona humana”. “Nunca antes el desprecio a la humanidad del individuo que no necesariamente es solo el ejercicio de la violencia física fue colocado en el plano del delito de torturas”, sostuvo Vera. “La tortura es el desconocimiento de la otra persona como tal, lo contrario de la dignidad del hombre”, define la jueza. “Es la imposición de graves sufrimientos físicos o la imposición de sufrimientos psíquicos suficientemente graves”, amplía.
La jueza Bértola no se limitó en su escrito a describir los hechos materiales del crimen de Ezequiel. Para la magistrada los nueve policías “se comportaron como delincuentes comunes, como seres humanos aberrados carentes de los más mínimos valores de ética y moral, cuando tenían que proteger la seguridad y la vida de las personas”. “Hechos como estos nos recuerdan otras épocas que nuestra sociedad dejó a todas luces atrás, las que generaron un enfrentamiento entre los ciudadanos y las instituciones creadas para velar por sus derechos y mantener este estado de democracia y conciencia jurídicos alcanzados”, dice el dictamen. En él Bértola hace unadisección y un reconstrucción de los hechos en la que no deja dudas sobre las complicidades en el crimen: para que Ezequiel muriera ahogado en la pestilencia del Riachuelo, fue necesaria la participación de todos los policías que llegaron con él y sus amigos hasta la orilla del río.
“Queda claro que los empujaron al Riachuelo luego de golpearlos y prolongar su padecimiento, no importándoles para nada el resultado”, resume en un párrafo la jueza. En la comprensión que hace del hecho la magistrada considera que “lo importante es la división del trabajo” entre los uniformados, sin la cual hubiera sido imposible el resultado final. Por ese motivo quedaron liberados ayer los tres policías que llegaron tarde al lugar donde los chicos fueron empujados. Y por ese motivo a todos los demás los considera culpables de tormentos seguidos de muerte. El razonamiento es que si cualquiera de los tres patrulleros se hubiera apartado de la fila que llevaba a los chicos a la orilla donde se los pensaba tirar, el crimen no se hubiera concretado. “La muerte de Ezequiel esta vinculada y conexa con las torturas que sufrió”, sostiene Bértola.