SOCIEDAD › LA ODISEA DE SER ATENDIDO DE EMERGENCIA EN LA CIUDAD
De once tomógrafos, sólo quedan dos. Hay un solo neurocirujano de turno en la ciudad. Páginal12 reveló ayer el dramático estado de los hospitales porteños. Aquí, otra cara de esa realidad.
› Por José Luis Silvestre
Sufrir un accidente en la calle puede ser, en la ciudad de Buenos Aires, sólo el principio de una larga angustia para el accidentado. Un grupo de médicos de tres hospitales porteños cuentan lo difícil que se hace atender de la mejor manera a los pacientes. Un caso representativo de las dificultades por las que tienen que pasar paciente y doctor es el del tomógrafo computado o más bien la falta de él. En los hospitales municipales había 11 tomógrafos de los cuales hoy sólo funcionan dos.
Un médico del hospital Fernández, en el barrio de Palermo, confió a PáginaI12 que en varias oportunidades se repitieron situaciones que hacen que la vida de los pacientes corra riesgos innecesarios. Por ejemplo, cuando llega a la guardia una persona con un traumatismo craneal a causa de un accidente. Lo primero que se hace en esos casos es estabilizarlo con los primeros cuidados que en la jerga médica se conocen como la hora de oro. Generalmente en un caso como éstos, después de estas primeras atenciones, se decide que hay que hacerle una tomografía computada para saber la complejidad del cuadro.
El primer problema es que en el hospital Fernández no hay un tomógrafo y entonces se debe llamar primero al Sistema de Atención Médica de Emergencia (SAME) para saber qué tomógrafos están funcionando ese día porque no siempre son los mismos. Como el paciente está delicado, además hay que pedirle al SAME una Unidad de Terapia Intensiva Móvil de las que sólo hay dos en una ciudad con más de tres millones de habitantes. El operador del Servicio informa, como efectivamente sucedió en estas semanas, que el tomógrafo del hospital Piñero, en Flores, y el del Udaondo en Parque Patricios, son los que están en funcionamiento. Aunque el paciente necesite de un diagnóstico urgente, la poca disponibilidad de este tipo de ambulancias hace que la espera pueda durar hasta dos o tres horas. Ya a bordo de la ambulancia se puede llegar a Flores en veinte minutos, pero allí no termina todo. En el Piñero tienen un tomógrafo computado pero no siempre funciona la impresora para plasmar las imágenes en películas radiográficas. En ese caso lo que les recomiendan a los médicos es que le saquen fotos a la pantalla del tomógrafo con la cámara de su celular para mostrársela al neurocirujano que evaluará el cuadro en el que se encuentra el paciente. Si el médico no tiene un celular con cámara la situación se agrava más aún.
Pensemos que el médico pudo arreglárselas y sacar la foto a la pantalla del tomógrafo. El problema ahora será encontrar un neurocirujano de guardia. En toda la ciudad de Buenos Aires hay sólo uno y está en el Hospital Pirovano. O sea que la ambulancia que tardó horas en llegar y después salió del Hospital Fernández para el Piñero ahora deberá dirigirse al barrio de Belgrano en busca del único neurocirujano que puede interpretar la foto sacada al tomógrafo. Si el cirujano decide que el cuadro es grave y debe ser operado de urgencia seguramente lo hará él mismo en ese hospital; si el cuadro no es tan grave el paciente volverá al hospital Fernández cerrando un periplo de varias horas. Todo esto después de haber sufrido un accidente que le causó un traumatismo de cráneo donde lo más recomendable es mover a la persona lo menos posible. Según el relato de este médico, esta situación de traslados excesivos puede hacer que el paciente pueda resultar con más afecciones que las que hubiera tenido o incluso, en una situación extrema, perder la vida.
Finalizada la odisea del tomógrafo el paciente será internado en el hospital y allí comenzará otra etapa problemática: la falta de insumos básicos. La situación de abastecimiento de insumos en los hospitales es igual o peor a la de los tomógrafos. Todos los entrevistados coincidieron en que el sistema de compra descentralizada que lleva a cabo la actual gestión del gobierno de la ciudad no está dando los resultados esperados. Las muestras sobran y van desde la falta de algo tan simple como tela adhesiva hasta la de medicamentos para enfermedades complejas. Con respecto a esto último se refiere el médico infectólogo del hospital Muñiz, Luis Trombetta, quien recuerda una denuncia pública hecha por un grupo de doctores de ese hospital. En esa carta abierta, fechada el 22 de agosto de este año, los médicos alertaban sobre la falta de drogas para enfrentar la tuberculosis multirresistente o la extensivamente resistente. Los medicamentos que no llegaban o lo hacían en forma discontinúa eran Cicloserina, Linezolid e Isoniazida y Rifampicina Jarabe. Los facultativos explicaron en esa oportunidad que se vieron obligados a suspender el tratamiento a tres pacientes con el riesgo que implicaba para los afectados y para el resto de la sociedad el recrudecimiento de esta enfermedad.
En el Pirovano se vive una situación similar todos los días. Los médicos manifiestan que la falta intermitente de algunos antibióticos hace que se deba cambiar sobre la marcha los tratamientos a los pacientes. Otro problema que tiene el hospital Pirovano es la poca cantidad de reactivos para realizar análisis de sangre. Así se les deben cancelar los turnos a los pacientes que tenían que pasar por el laboratorio.
Tanto como antibióticos y reactivos faltan las gasas y telas adhesivas. Como explican todos los consultados, sin gasas se hace imposible el funcionamiento de gran parte del hospital. Con gasas se curan heridas, se limpian zonas a operar, se protegen las partes inyectadas con sueros, etc... La tela adhesiva tiene una importancia similar porque justamente sirve para asegurar las gasas. Estos insumos en un hospital son imprescindibles y nunca deben faltar. Una anécdota que compartió un médico del hospital Fernández pinta de cuerpo entero la situación de la falta de insumos en los hospitales porteños. La semana pasada le pidió por favor a una enfermera que le consiguiera tela adhesiva. Después de un rato de esperar la mujer llegó con un pequeño rollo y le recomendó: “Doctor, cuídela bien porque es la única que hay en todo el hospital”. El rollo lo había donado un paciente.
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