SOCIEDAD › EL DERECHO A LA SALUD DE LOS PUEBLOS EN EL MERCOSUR
Todo lo que se haga en el tema de salud en los países de la región repercute en sus vecinos, según señalan los participantes del encuentro organizado por el Consejo Consultivo de la Sociedad Civil de la Cancillería.
› Por Pedro Lipcovich
Un pedazo del futuro de la salud en la Argentina depende de Paraguay y de Uruguay, donde hoy discuten si aplicar el modelo privatista que todavía rige en Chile. A la vez, para esos y otros países latinoamericanos, parte de su futuro sanitario se juega en la Argentina, donde sus ciudadanos migrantes son atendidos o son discriminados. Y un futuro mejor podría alentarse desde los laboratorios estatales de Brasil, si se concretara la fabricación conjunta de medicamentos; o, desde ese mismo país, si se internacionalizara su experiencia de ese país, en unificación del sistema de salud y participación comunitaria en su gestión. Además, en 2010, los profesionales de la salud podrán atender en cualquier país del Mercosur sin necesidad de revalidar su título, lo cual ayudaría a aliviar carencias como las de enfermeros o anestesistas. Estas son algunas de las cuestiones que –en un encuentro internacional de organizaciones de la sociedad civil– señalan una integración que, para bien o para mal, ya existe. La mayor debilidad compartida es el escaso gasto público en salud, que implica una sangría en favor de los sectores sociales altos y de las instituciones privadas.
“En la mayoría de los países del Mercosur, los sistemas de salud están fragmentados, desfinanciados, permeados por el sector privado”, señaló Gonzalo Basile, presidente de Médicos del Mundo y miembro del Consejo Consultivo de la Sociedad Civil (CCSC), que organizó el II Encuentro Derecho a la Salud de los Pueblos en el Mercosur. Una excepción parcial sería Brasil, “el único país de América del Sur que tiene un sistema único de salud, regido por el Estado y que, además, incluye la participación social: funcionan consejos de salud municipales, estaduales y nacionales donde están representados por partes iguales el Estado, los trabajadores y la comunidad, con poder de decisión sobre políticas y partidas presupuestarias”.
Sin embargo, según advirtió Jorge Yabkowski –titular de la Federación Sindical de Profesionales de la Salud de la Argentina–, “también en Brasil hay grandes diferencias: en Minas Gerais el sector público es altamente eficaz, pero, en San Pablo, las grandes clínicas se apropian de gran parte de los recursos públicos”. La solución de fondo requeriría “integrar en red los sistemas estatales de nuestros distintos países”, para orientar una integración que ya existe de hecho.
Por ejemplo, “en Paraguay, el presidente Fernando Lugo todavía debe definir su política de salud; hay conflictos en la coalición gobernante y hay técnicos chilenos que lo asesoran, como en Uruguay a Tabaré Vázquez, para promover el mix público y privado que rige en Chile. Hasta que asumió Lugo, toda la atención pública estaba arancelada. De hecho, parte de la salud paraguaya es atendida en la Argentina”.
Atendida o discriminada, observó Juan Canella, de la Sociedad Argentina de Medicina Antropológica, desde la mesa “Migración, Interculturalidad y Salud”, con representantes del Movimiento Tekoyoyá, de Paraguay, de la comunidad boliviana y de pueblos originarios: “Los migrantes trabajan en el sector productivo, pero generalmente sin acceso a la seguridad social: su atención en hospitales públicos es uno de sus derechos”.
Por lo demás, también los trabajadores de la salud serán migrantes: “Los profesionales de los cuatro países se están rematriculando en una única base de datos y está previsto que, a partir de 2010, estén autorizados para ejercer en todo el Mercosur. Esta integración podría aliviar crisis en especialidades críticas como la anestesiología y la enfermería”.
Pero el destino de profesionales y pacientes dependerá de la evolución del gasto. Según los datos de la OMS que citó Yabkowski, “en los cuatro países del Mercosur el gasto privado en salud está entre el 50 y el 65 por ciento del total, a diferencia de Europa o Japón, donde el gasto estatal siempre supera el 80 por ciento. De nuestro bloque, el peor es Paraguay, donde el Estado sólo pone el 35 por ciento; en Uruguay, aporta el 45 por ciento; en Brasil, el 45 por ciento; en Argentina, aporta el 56 por ciento, según la OMS, pero no es tan así” (ver recuadro).
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