El nuevo calendario escolar llegó a las y los docentes de la ciudad de Buenos Aires con la confirmación oficial de la novedad: a partir de este año, las escuelas primarias y medias porteñas sumarán una semana de vacaciones en la primavera. El descanso tomará la semana del 12 de octubre, “para hacer una distribución más inteligente del tiempo, teniendo en cuenta que, estadísticamente, está demostrado que tanto alumnos como docentes registran más inasistencias en el segundo semestre del año”, señaló el vocero del Ministerio de Educación porteño. Para terminar de decidir la implementación, además, se tuvieron en cuenta “la experiencia previa de otros países como España, Italia, Francia, Inglaterra, y la de otras escuelas de la ciudad, en general privadas bilingües que cuentan con spring week desde hace tiempo”.

En la nueva modalidad, las vacaciones correrán únicamente para los 650 mil alumnos registrados en las 900 primarias y los 450 secundarios, mientras que los docentes tendrán “una oferta optativa de capacitación, como sucede con las vacaciones de invierno”. El año pasado, durante la primera semana del receso invernal, sólo 5125 docentes (de los cerca de 45 mil con que cuenta el distrito) asistieron a esas jornadas. Por eso, señalaron en el Ministerio de Educación, esta vez “se va a procurar generar una oferta de capacitación atractiva para que sea satisfactoria y bienvenida por los docentes”.

La semana de vacaciones en primavera no supone menos jornadas de clase: esos días se recuperarán en diciembre. El receso de invierno se mantiene en dos semanas: las últimas de julio.

A la hora de evaluar la nueva disposición, dos especialistas en educación consultadas por Página/12 coincidieron en que, aun cuando la medida puede entenderse como positiva, implementada en modo aislado puede tender más bien a entorpecer la vida cotidiana.

“En muchos países del mundo las vacaciones de los chicos en general suelen ser más cortadas, no es común que vayan desde mediados o fines de diciembre hasta marzo. Por lo general, esas vacaciones se suelen dividir en descansos más pequeños a lo largo del año y un período más largo de un mes y medio”, explica la investigadora del Conicet y docente de la Universidad de San Andrés Silvina Gvirtz. Desde su perspectiva, la semana de descanso primaveral implicará un cambio cultural en el que “hay que ver cómo lo resuelven los docentes y los padres”, por lo que, “si se quiere cambiar, se debe hacer una medida consensuada con todas las jurisdicciones”.

La investigadora de Flacso Inés Dussel evalúa la modificación desde la perspectiva de los docentes, quienes “tienen descanso de los chicos pero van a la escuela. Se trata de un descanso de la tarea frente al aula, que en principio me parece bien, pero debería ser planteado desde el sistema educativo nacional. Muchos docentes trabajan en más de una jurisdicción, y que sea en un solo lugar puede traer complicaciones. En cambio, si el cambio se aplica a un calendario nacional, es más fácil que se organice socialmente”.

Por otra parte, el momento del año en que se ubican las nuevas vacaciones puede afectar el fin del ciclo lectivo. Señala Gvirtz que “a los padres es probable que les genere más problemas, por ejemplo porque tienen que decidir dónde dejan a los chicos; a los docentes puede terminar cansándolos más”, porque llegando diciembre “siempre es un problema la toma de exámenes, la superposición de fin de año, en que los chicos están cansados por los exámenes, y porque eso implica que terminen perjudicándose los chicos con dificultades que, en las últimas semanas, asisten para compensar lo que les faltó durante el curso. Estas medidas deben tomarse consensuadamente, hacer un año de prueba para ver cómo funciona”.