SOCIEDAD › QUINCE MUERTOS FUE EL RESULTADO DEL ATAQUE DE UN FRANCOTIRADOR EN UNA ESCUELA DE ALEMANIA
Tim K. fue a la escuela donde se había graduado con un traje de combate y una pistola 16 milímetros. Allí disparó contra un grupo de docentes y alumnos. Luego se enfrentó con la policía y, tras ser herido, se habría suicidado.
Uno, dos, nueve, diez, doce, quince. Así crecía ayer la cifra de personas asesinadas por un francotirador de 17 años que irrumpió a las 9.30 en la escuela Albertville, en Winnenden, en el sur de Alemania. El ataque, cuyos motivos no están claros aún, derivó en una persecución que incluyó a mil policías que acordonaron el pueblo y se tirotearon, tres horas después, con el homicida. Herido, dentro del coche que había robado para huir, el joven Tim K. se pegó un tiro. Detrás habían quedado doce muertos en el colegio –nueve alumnos y tres profesores– y otras víctimas en el camino: un viandante, el empleado de un concesionario de autos y un cliente.
El francotirador era, hasta ayer, “un chico normal” que había terminado sus estudios en 2007 en esa escuela técnica del estado federado de Baden-Württemberg. Tim K. llegó vestido con traje de combate negro y armado con una pistola automática. Disparó sin mediar palabra a un grupo de chicos de entre 14 y 15 años, apuntando primero a las mujeres presentes en una de las aulas del colegio que alberga a 580 estudiantes, dispersos en 20 cursos a cargo de 32 docentes. Los disparos fueron a la cabeza de sus víctimas y, según estimó el Ralf Michelfelder, jefe de policía de Waiblingen, “la cantidad de municiones no disparadas que tenía en su poder indica que se proponía matar a mucha más gente”. Su padre tiene 16 armas registradas: al allanar la casa descubrieron que faltaba una.
Tras la balacera, que tuvo como escenario dos aulas y el jardín del colegio, Tim K. secuestró un coche, cuyo conductor resultó ileso, y huyó hacia el centro de la pequeña ciudad de 27.000 habitantes. Logró recorrer más de 40 kilómetros hasta la vecina localidad de Wendlingen donde intentó, a punta de pistola, que le facilitaran un coche en un concesionario. Como sus pedidos no fueron respondidos en el acto, fusiló a uno de los empleados y a un cliente del local.
Para entonces, la policía estatal había acordonado el pueblo y pedido que ningún conductor se dirigiera a las autopistas, mientras seguían al agresor por tierra y aire.
Finalmente, lo rodearon frente a un supermercado y allí comenzó un tiroteo en el que un peatón murió fulminado de un tiro. Además, se sumaron dos uniformados a la lista de heridos. Tim K. fue alcanzado por una bala y aunque en un principio se informó que fue abatido en combate, los voceros de la policía corrigieron el dato: se suicidó disparándose en la cabeza. El crimen recuerda al ataque ocurrido el 26 de abril de 2002 en el instituto Gutenberg, en la ciudad germana de Ertfut. En aquella ocasión, otro joven también asesinó 16 personas y se suicidó.
El psicólogo Georg Pieper organizó la asistencia a las víctimas de ese episodio y ayer comentó que a menudo quienes protagonizan estas masacres son “jóvenes que han vivido aislados, que tenían determinadas dificultades sociales”. La mayoría de estos jóvenes tienen constantes fantasías violentas, según Pieper, y abandonan sus estudios, “pero incluso cuando un psicópata termina la escuela con la graduación, pueden quedar cuentas pendientes, como agravios que no ha superado”. Matar –aseguró el psicólogo– es una forma de recibir “una enorme atención y experimentar por una vez ser el centro, lo cual puede provocar muchas cosas: esa es una tentación inmensa para una persona que tiene poca autoestima”.
Sin embargo, destacó el especialista, “cuando no hay armas disponibles no se llega tan fácil a esas ideas”. Y de hecho, tras la masacre de Erfurt, se hicieron algunas reformas que pretendían bajar los niveles habituales de violencia juvenil. Las propuestas incluían un control de armas más estricto y la prohibición de los videojuegos más sanguinarios. Sin embargo, sólo se elevó la edad mínima para la posesión de fusiles y pistolas a 21 años para los tiradores deportivos y a 18 para los cazadores. A los menores de 25 se los obligó a presentar una evaluación médicopsicológica para obtener un permiso para comprar un arma.
La canciller alemana, Angela Merkel, decretó el duelo nacional y calificó el hecho como un “crimen horroroso”. Por su parte, el denominado sindicato de policía exigió un mayor control en las escuelas y hubo varios pedidos de ONG para que se apliquen leyes más severas para el control de armas. Hoy, en los colegios de Berlín se dedicará toda la jornada a la reflexión conjunta entre profesores y alumnos sobre la violencia. Algo que el colegio Albertville realizaba desde hace años con el fin de promover una convivencia pacífica y familiar. Ayer las autoridades de esa institución recordaron que meses atrás fueron convocados siete mediadores de conflicto para colaborar en la solución de problemas de convivencia. No alcanzó.
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