SOCIEDAD › DURíSIMA ACUSACIóN CONTRA GRASSI DE UNA DE LAS QUERELLAS, QUE PIDIó TREINTA Y SIETE AñOS DE PRISIóN
El abogado Juan Pablo Gallego aseguró que “el encierro es la única alternativa” para el cura, al que calificó como “un persistente corruptor de menores”.
› Por Carlos Rodríguez
En el epílogo de su acusación –la cuarta en el juicio oral que se realiza en los tribunales de Morón–, el abogado querellante Juan Pablo Gallego pidió 37 años de prisión para el cura Julio César Grassi por abuso sexual y corrupción en perjuicio de tres chicos que estaban a su cargo en la Fundación Felices los Niños. El alegato tuvo momentos de extrema dureza, como cuando Gallego consideró a Grassi “un peligroso pedófilo, un pederasta serial, un antisocial que no siente culpa”. Por eso interpretó que para el imputado “no hay redención, no hay remordimiento” y por esas razones “el encierro es la única alternativa”, porque si el sacerdote Grassi fuera “taxista o policía, también sería abusador”. La exposición de Gallego, que representa al Comité de Seguimiento de la Convención por los Derechos del Niño, incluyó algunos detalles escabrosos, como cuando aseguró que Grassi hizo un crucero “de placer” por el Nilo en compañía de un chico que no fue mencionado en este juicio y que también habría realizado “un strip tease vestido de Papá Noel”, ante la presencia de otros dos jóvenes que tampoco están entre sus acusadores. La sentencia se conocería el mes que viene.
Desde el vamos, el alegato de Gallego adquirió un tono muy fuerte: “‘A una persona se la conoce por sus obras, vean todo’, nos dice el acusado (Julio César Grassi). Estamos viendo todo. Estamos viendo su fachada real, la de una lacra de la sociedad”. Al hacer una síntesis de la prueba testimonial y documental reunida en el juicio oral, el querellante consideró que está “probado que el imputado es un pederasta serial, un pedófilo y un persistente corruptor de menores. Y no lo hemos probado con agravios, lo hemos probado científicamente a lo largo de este debate y a lo largo de nuestra exposición” que con la de ayer llevó cuatro jornadas.
“Esta es su obra: el alma y la integridad de jóvenes depredados sexualmente y dañados para siempre en su fe. La persistente corrupción de menores para la satisfacción de sus propios deseos. La gran defraudación. El gran simulador”, aseguró ayer Gallego ante los jueces del Tribunal Oral 1 de Morón, que está juzgando a Grassi. El querellante también aludió a “la otra obra”, la de la Fundación Felices los Niños, que “alguna vez despertó el afecto de los que pensamos que de ella se desprenderían beneficios para la niñez desamparada”. Esa obra, resaltó, “contó con el apoyo desinteresado de muchas personas de bien e incluso de algunos líderes de opinión. Es la obra que el propio imputado destruyó”.
Gallego afirmó que Grassi “dilapidó fondos” de la fundación “para comprar testimonios y financiar ‘grupos de tareas’ para hacer escraches contra fiscales y para atacar cobardemente a las víctimas”. Dijo, además, que esos fondos que pertenecían a Felices los Niños fueron utilizados “para sostener su estilo de vida sibarita, de lujuria sexual, viajes y cruceros por el Nilo, para financiar su actual residencia en una vivienda de 7200 metros cuadrados con quincho, parrilla, pileta, vestuarios, cancha de tenis y mesa de billar profesional”.
Grassi vive en La Blanquita, una casaquinta ubicada en Gorriti al 3500, en Hurlingham, justo enfrente de la sede de la fundación, a la que –por orden judicial– tiene prohibido entrar con motivo del juicio que se le sigue por abuso sexual de chicos en ese lugar. El cura fue denunciado por tres jóvenes, “Ezequiel”, “Gabriel” y “Luis”, quienes lo señalaron como autor de 17 hechos de abuso sexual cometidos en contra de ellos.
“Así vive este falso sacerdote”, dijo Gallego ante los miembros del Tribunal Oral 1. Según el querellante, el sacerdote vive “sin respetar los votos de pobreza, ni de obediencia ni de castidad”. Calificó al lugar donde vive como su “parque de diversiones”, donde “burla el control de la Justicia”. Consideró probado, también, que de La Blanquita “salen jóvenes con su cabello mojado, sin otro control que el de su descontrolado y desviado impulso sexual (lo dijo en relación con Grassi)”.
Relató que en ese sitio “sentó sus base de operaciones este perseverante corruptor de menores” que “para satisfacer su libido con dos de sus jóvenes favoritos no dudó en ingresar a otro predio disfrazado de Papá Noel para hacer un escandaloso strip tease”. Agregó que es “el mismo imputado que, semidesnudo, montaba una banana acuática rodeado de jovencitos y se lanzaba desaforado de un tobogán”. Antes de pedir para Grassi 37 años de prisión, más que la fiscalía, que solicitó 30, y que los otros dos querellantes (20 y 25), Gallego definió así la personalidad del cura: “Es narcisista patológico y pedófilo compulsivo, preexiste a la elección voluntaria de la profesión tras la que se escondió y a la que deshonró. Como dijo la psiquiatra Susana Mendoza, el acusado ‘busca instituciones que le sirven como escudo’”. Gallego aclaró que “por lo que hizo Grassi no hay que culpar ni a la Iglesia ni al celibato”.
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