SOCIEDAD › EL SACERDOTE PEPE DI PAOLA, DE LA VILLA 21, DE BARRACAS, DIO DETALLES DE LA INTIMIDACION
Fue amenazado el lunes, pero recién ayer lo hizo público. Relató que un hombre “que no es de la villa” lo paró por la calle y le dijo: “Rajá de acá, sos boleta”. El cura había denunciado junto a otros colegas el drama del paco en las villas.
“Fueron dos frases. ‘Rajá’ y ‘sos boleta’. Pero la última expresión la repitió con serenidad dos veces.” La amenaza de muerte ocurrió el lunes. Después de conversaciones con sus pares y superiores, y consultas con los abogados, ayer, el padre José María Di Paola –el padre Pepe, como lo conocen en la villa 21– formalizó la denuncia policial y la difundió ante los medios de comunicación. El hombre que lo amenazó “no era de la villa, vestía bien y hablaba como porteño”. Durante toda la tarde, el párroco habló con los periodistas, acompañado por 14 “curas villeros”. Una y otra vez, el sacerdote reflexionó sobre la estrecha vinculación entre la intimidación y el documento difundido hace unas semanas en el que los sacerdotes de la pastoral villera denunciaron que la droga “está despenalizada de hecho” en las villas de emergencia de la ciudad: “El tipo fue muy claro. Me dijo que cuando dejara de aparecer el tema del narcotráfico en los medios iba a ser ‘boleta’”. Aunque admitió que se tomó en serio la amenaza, aseguró que va “a seguir en la villa”.
El Centro Juvenil Padre Daniel de la Sierra sirvió de escenario para expresar, hace 20 días, en un documento, que “la mayoría de los que se enriquecen con el narcotráfico no viven en las villas”. Ayer, en ese mismo escenario, se hicieron públicas las amenazas a uno de los curas que suscribió el documento, el padre Pepe.
Durante tres días, el sacerdote y sus colaboradores habían optado por el silencio: el martes, el cardenal Jorge Bergoglio denunció que un sacerdote había sido amenazado pero no se supo quién era el destinatario de la intimidación. Hasta ayer.
“Venía en la bicicleta más o menos a las ocho de la noche, cuando un tipo se me cruza y me pregunta si yo era el padre Pepe.” El sacerdote comenzó su relato reconociendo que la amenaza no fue al azar: “Es claro que me buscaban a mí. Probablemente sea porque, junto con el padre Gustavo Carrara de la villa 1-11-14, somos las caras conocidas del equipo de trabajo en los barrios”, dijo el párroco de barba crecida, sin levantar los tonos de la voz al hablar.
Apenas confirmó que se trataba de la persona buscada, el hombre lo amenazó de muerte: “‘Te la tienen jurada. Sos boleta’, me dijo”. Y como lo había hecho el lunes el agresor verbal, el padre Pepe repitió, ante los periodistas, dos veces la expresión “sos boleta”.
En el barrio de Pompeya, sobre la calle Pepirí al 1462, la escuela de oficios era un verdadero caos de voces preguntando y una sola persona respondiendo. El cansancio parecía invadir al cura villero. Pero también el miedo hacía lo suyo: “No fue una simple amenaza. El hombre habló en presente y en futuro, por eso me llevó a pensar que fue un aviso”.
Con más de 13 años de trabajo y experiencia de vida en los barrios más marginales de la ciudad, el párroco –al igual que los otros 18 sacerdotes de la pastoral villera– había recibido con anterioridad amenazas callejeras. “Nosotros vivimos en los asentamientos, es lógico que tengamos algunas intimidaciones”, reconoció a Página/12 el sacerdote Facundo, compañero parroquial del padre Pepe.
“El tipo, en su amenaza, hizo explícito el tema de las drogas, después de que presentáramos el documento que exponía ante la sociedad la alarmante situación del ‘paco’ en las villas”, sintetizó el religioso. Luego concluyó el relato de la secuencia de amenazas. “Fueron sólo unos segundos, después de decirme que me ‘rajara’, tranquilamente rajó él. Incluso quise pararlo para seguir la ‘conversación’ –con un gesto de dedos el padre entrecomilló la palabra y continuó–. Pero, sin perturbarse, siguió su marcha por la calle Pepirí.”
Desde hace 11 años, el padre Pepe es párroco de la capilla de la villa 21-24, casi es un experto en reconocer a sus vecinos. Según el sacerdote, casi en su totalidad los habitantes del asentamiento son inmigrantes de Paraguay y de Bolivia o, también, personas que vinieron del interior del país. “El tipo no era del barrio. Hablaba en ‘porteño’, no tenía ningún acento característico y vestía bien”, confirmó el párroco en voz baja.
El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, fue el primero en hacer pública la amenaza. Sin dar nombres, Bergoglio reconoció el miércoles pasado la situación: “Esa amenaza no es chaucha y palito, porque no sabemos en qué puede terminar”, sostuvo Bergoglio. Además el arzobispo estimó que la intimidación provenía de los narcotraficantes, a quienes identificó como “los mercaderes de las tinieblas”.
En realidad, “no quería hablar para no preocupar a mi familia, que son los vecinos del barrio”, dijo el párroco Pepe. De hecho, cuando algunos de los habitantes del barrio Zabaleta se enteraron de las amenazas, “llegaron llorando a la parroquia preguntando por la salud de Pepe. Fue muy conmocionante”, comentó al pasar el cura Facundo. De todas maneras, la denuncia se presentó “porque fue algo muy grave y preocupante”.
“Sería muy ingenuo si no le diera importancia”, respondió, ante la pregunta de si había sentido miedo. Para el sacerdote, “la tarea sigue igual”. Porque “el paco es algo nuevo y muy terrible”, aseveró. “El documento tuvo como objetivo narrar la triste historia de los jóvenes que consumen paco y terminan destruyendo sus vidas. Por eso, a pesar de la amenaza, los vecinos son mi familia. Voy a seguir en la villa porque no puedo más que ayudar”, concluyó.
Informe: Mariana Seghezzo.
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