SOCIEDAD › OPINIóN
› Por Mempo Giardinelli
Tengo la costumbre de recorrer diarios del llamado “interior” y el jueves 30 un editorial publicado en La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, me dejó perplejo. Se titula “Jueza” y dice textualmente:
“El futuro no se adivina y rige el principio de inocencia. Pero es casi seguro que si la jueza Susana Calcinelli no hubiera decidido liberar a Claudio Morales cuando lo tuvo detenido por robo con armas, hoy el trabajador Ricardo Pelayes estaría vivo, su mujer no sería una viuda con el alma destrozada ni sus mellizos de diez años, huérfanos.
“Es una manera brutal de expresarlo, pero poner en libertad a Morales fue un error de tal magnitud que no da lugar a las sutilezas ni a la teorizaciones. El garantismo y la falta de criterio de los jueces matan. Así de sencillo y brutal. La pregunta que cabe hacerse es si la impunidad de este crimen termina sólo con la condena al homicida. Da la sensación de que no.
“Hay jueces, y es bueno entenderlo de una vez, que son más peligrosos que los propios asesinos a los que dejan en libertad, sin importarles las consecuencias.”
No conozco el caso de los mencionados Morales y Pelayes, y es la primera vez que leo el nombre de la jueza Calcinelli, pero, independientemente de ello, lo que impresiona son dos frases: que “el garantismo y la falta de criterio de los jueces matan” y que “hay jueces que son más peligrosos que los propios asesinos a los que dejan en libertad”.
Semejante temeridad periodística no puede sino corresponderse con la posición ideológica del diario bahiense, de constante apoyo y defensa de la dictadura, tal como suele exponer uno de sus directores o propietario, el ex funcionario menemista Vicente Massot.
Pero más allá de ello, si uno recorre diversos blogs bahienses resulta que el intendente de la ciudad, Cristian Breitenstein (ex kirchnerista ahora enrolado con De Narváez), también ha pedido que “se investigue” a esta jueza, ante cuyo domicilio se ha hecho una “manifestación”. Además, se sabe que un delegado municipal bahiense está juntando firmas para “sacarla”, como también se sabe que Calcinelli tiene imputados a ese delegado y a su padre en un proceso.
Susana Calcinelli, según informan irreprochables amigos y colegas bahienses, es una profesional inteligente, audaz y nada complaciente con el poder. Formada junto al fiscal Hugo Cañón, con quien trabajó catorce años, se ha ganado el resentimiento de buena parte de la Policía Bonaerense por su intolerancia frente a diversas irregularidades.
Aparentemente, esta jueza supuestamente “garantista” (adjetivo que se pretende descalificador) se ha hecho merecedora del desprecio de la red de medios que sostiene al intendente, así como de diversos partidarios de la “mano dura” y algunos miembros del Poder Judicial bahiense, e incluso algún camarista otrora vinculado con la Triple A y ya con pedido de juicio político.
En momentos en que esta nación discute una ley penal para menores, y a la vista de que el sistema de administración de justicia es tan deficiente y arbitrario, parece urgente tomar nota de estos casos, como los hay en todas las provincias.
La Justicia en la Argentina es un espanto –ésa es la verdad sentida por la ciudadanía, más allá de que suene políticamente incorrecto– porque está repleta de refugiados y nostálgicos de la dictadura.
Desde los tiempos de Alfonsín y el inicio de la democracia, la principal tarea consistió en depurar el otrora omnipotente poder militar, así como se cambiaron usos y costumbres del Ejecutivo y el Legislativo. La Constitución del ’94 es un ejemplo de ello. Pero lo que menos se modificó fue la Justicia, que es el sector más conservador del poder en la Argentina.
Con fuertísimos vínculos en muchos casos con la dictadura, y en muchos otros cautivos de los punteros políticos, hay cantidad de magistrados que sólo se dedican a conservar el puesto, cobrar a fin de mes y hacer lo que el poder político o económico espera de ellos.
La ciudadanía sigue aguardando un cambio profundo en el sistema de designación y control de magistrados. Hoy hay muchas leyes nuevas, tenemos la Corte Suprema más confiable en décadas y se están dando grandes pasos hacia la modernización tecnológica. Todo muy bien. Pero seguimos teniendo consejos de la magistratura y juries que funcionan más en la teoría que en la práctica y encima, por lo menos desde la “servilleta” de Menem y Corach, se practica, desde luego con matices, un descarado sistema de influencias políticas. Al que el gobierno nacional y los de casi todas las provincias no son ajenos.
En mi opinión, los que cuestionan a la jueza Calcinelli exhiben mucho de lo que funciona y huele mal en la administración de justicia en la Argentina. Algunos lectores opinarán que ésta es una generalización y que no tengo pruebas, y es verdad, no las tengo. Pero tampoco tengo dudas al respecto. Como de que va siendo hora de que cambiemos a la Justicia en profundidad. En democracia no se puede hacer otra cosa.
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