Dom 31.05.2009

SOCIEDAD  › OPINION

No es fatalidad sino tragedia

› Por Marta Arriola *

Héctor, un pibe de 16 años, trabajaba de cartonero y estudiaba. Ahora está muerto de tres balazos. Sucedió en Villa Giardino, Lanús. En el noticiero vemos el barrio de casas bajas. Al fin de la calle, un muro que lo separa de un amplio predio de 40 hectáreas donde se está instalando una planta de tratamiento de efluentes industriales de las curtiembres de la zona. Detrás del muro hay otro barrio que desde hace veinte años se fue formando a la buena de Dios o a la mala de la fatídica década neoliberal del ’90. En la calle hay mucha agitación. Otro muro, pero de policías, separa a los vecinos de un barrio y otro. Lo irremediable se nos presenta como una realidad aplastante que nos paraliza. No es fácil reflexionar con un pibe muerto entre las manos y un cuadro de miedo, odio y violencia de tal magnitud entre vecinos. Pero justamente es lo que debemos hacer, poder explicarnos qué pasó y cómo llegamos a esto y, sobre todo, cómo salimos de la encerrona del odio y la violencia.

Un día antes, en esa misma ciudad, realizamos en la Universidad Nacional de Lanús el primer encuentro del Foro de Políticas Públicas en Seguridad. Convocados por la Corriente Justicia Social y la UNLA, alrededor de 500 personas, donde confluyeron experiencia de gestión, saberes académicos y el trabajo de las organizaciones sociales y comunitarias, nos dimos cita para fundar el Foro. Trabajamos en siete mesas, tratando de elaborar propuestas en todos los campos, persuadidos de la importancia estratégica de trabajar desde la multicausalidad y, por lo tanto, hacia la multiagencialidad que necesariamente debe articularse para dar respuesta a la problemática de la inseguridad y la violencia. Uno de los ejes que recorrió la jornada fue el rol de los municipios, en el convencimiento de que se deben profundizar los procesos de descentralización en la gestión de la seguridad. Nos acompañó en la jornada el intendente de Lanús, Darío Díaz Pérez, desde un planteo genuino y comprometido. Definiendo los nuevos instrumentos tecnológicos y el apoyo del Plan Nacional de Seguridad como un avance importante, pero admitiendo la necesidad de contar con más y mejores herramientas de intervención, con capacitación de equipos de gestión para la novedad que implica este nuevo desafío.

Mientras estábamos procesando el primer documento, fruto de este trabajo, nos enteramos de lo que había sucedido. La vivencia del nacimiento del Foro de Políticas Públicas en Seguridad en Lanús, como colectivo de lucha y de esperanza, que se constituye para aseverar que es posible abordar la problemática de la inseguridad y la violencia, se confrontaba con este dolor profundo de no lograr como comunidad que conflictos de naturaleza social, por más complejos que sean, se cobren el precio de una vida.

Entre los papelógrafos y carpetas con las propuestas surgidas de los talleres, alguien había copiado con fibrón una frase acuñada por la Asociación Martín Castelucci: “El odio no se elimina con odio ni la violencia con más violencia, todo lo contrario; el odio y la violencia se multiplican irracionalmente a sí mismos... La muerte de un joven no es una fatalidad, es una tragedia”. Es imperioso, es urgente. Estado y comunidad debemos hacer nuestra esta consigna forjada en el dolor y en el amor.

* Ex subsecretaria de Participación Comunitaria del Ministerio de Seguridad bonaerense.

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