SOCIEDAD › UN TRIBUNAL EQUIPARó EL USO DE UNA TARJETA CON LA GANZúA
Los jueces de Casación consideraron que usar una tarjeta de crédito para abrir una puerta con fines de robo es equivalente a hacerlo con una ganzúa: es decir que hubo premeditación. Y agravaron la condena al ladrón que empleó ese método para entrar en una casa.
Lo que separa al hurto simple del hurto calificado, entre otros factores, es la existencia de algún elemento utilizado para cometer el crimen. Desde el punto de vista judicial, esto constituye un acto de premeditación y por lo tanto se lo incluye como un agravante al momento de considerar una pena. Ayer, un fallo de Casación nacional equiparó las tarjetas de crédito con la llave falsa y la ganzúa, tradicionalmente usadas para abrir puertas, ventanas y cajones. Fue una especie de reconocimiento, tardío por cierto, a otro método clásico en el mundo del hampa y hasta del cine de acción.
Mal que les pese a las y los ladrones que usan esta técnica, uno de los motivos de los integrantes de Casación para elevar la condena dictada por el Tribunal Oral de Menores Número Uno fue la utilización de la tarjeta de crédito. Los jueces Guillermo Tragant, Eduardo Riggi y Angela Ledesma consideraron que el uso del plástico para “vulnerar la defensa predispuesta por el dueño de la cosa objeto de la sustracción” es “similar” a valerse para forzar un acceso a una vivienda de “una llave falsa o una ganzúa”. Por eso, elevaron la pena de 9 meses a dos años a uno solo de los tres detenidos, por ser el único mayor de edad.
Igual la sacó barata. El artículo 163, inciso tercero, del Código Penal castiga con penas de entre uno y seis años a quien cometa un hurto a través del “uso de ganzúa, llave falsa u otro elemento semejante, o de llave verdadera que hubiese sido sustraída, hallada o retenida”. El hecho ocurrió el mediodía del 25 de marzo de 2008, cuando el condenado y los dos menores trataban de abrir la puerta de una casa ubicada en Monte Carballo 1713, en el barrio porteño de Parque Avellaneda.
La puerta no estaba cerrada con llave, así que probaron con una tarjeta de crédito verde. Al rato desistieron, no porque el método no funcionara, sino porque apareció el dueño del lugar. Veinte minutos después, y a solo tres cuadras, insistieron con el pestillo de la cerradura de una casa en el pasaje Dumas 1919. Y tuvieron su revancha. Utilizando la misma tarjeta robaron una Playstation 2, un teléfono celular, una cámara digital y una billetera de tela de avión. Fue lo que suele llamarse “un trabajo limpio”, aunque la policía, alertada por el vecino de la calle Monte Carballo, los capturó poco tiempo después.
En el mundo del hampa abrir una puerta con una tarjeta de crédito “ya es un clásico”. Al menos eso dice el comisario Daniel Rogríguez, vocero habitual de la Policía Federal, quien sitúa al plástico bancario como el sucesor de las radiografías, que sirven para imitar el sonido del trueno y también como molde para diseñar los stencil, esos grafittis que abundan en las paredes de cualquier ciudad. “Igual, para abrir puertas las mejores radiografías eran las antiguas porque eran más gordas”, reconoce Rodríguez. Según enumeró el comisario, también se suelen usar botellas de plástico para abrir puertas.
“Pero la tarjeta de crédito tiene la dureza justa y el tamaño apropiado. Es más fácil de manejar. Cumple las dos condiciones básicas: es dura pero también flexible”, agregó Rodríguez. El comisario coincidió con los jueces en la apreciación de que no se trata de un simple hurto. “Un ejemplo de este delito es el de alguien que abre el cajón de un compañero de trabajo y le roba el celular. Ahí es cuando decimos que la ocasión hace al ladrón”, comentó el comisario. “Pero si usaron la tarjeta, hay algún grado de premeditación”, completó.
Los jueces, por su parte, aseguraron que “basta que se trate de un clavo torcido, de un gancho o de un objeto que, por las particulares condiciones de la cerradura, empleado con habilidad sirva para hacer funcionar el mecanismo. Hasta con una chapita o con una moneda puede a veces abrirse una cerradura”. El agravante principal no fue la tarjeta de crédito sino la utilización de menores de edad para delinquir porque, al hacerlo, el adulto “exterioriza una ejemplaridad negativa y disvaliosa”.
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