SOCIEDAD › UNA RECORRIDA POR JUJUY, A UNA SEMANA DE INICIADO EL PLAN NACIONAL CONTRA EL DENGUE
Una semana después de comenzado el Plan Nacional de Prevención y Control del Dengue y la Fiebre Amarilla se realizaron actividades en Jujuy para instalar costumbres en la población. Mediante el aprendizaje buscan evitar el uso excesivo de insecticidas.
Desde San Salvador de Jujuy
Dos pequeños niños cubiertos de polvo correteaban entre sus piernas, cuando Teresa Morillo entreabrió la puerta y, sin sorpresa en su mirada, dejó pasar a la comitiva de funcionarios gubernamentales –incluido el ministro de Salud nacional, Juan Manzur– para que pudiesen inspeccionar su humilde vivienda del barrio Providencia, en el departamento jujeño de San Pedro. “Vinieron varias veces en lo que va del año. Les dimos tachos y palanganas que ya no usamos, botellas vacías, tapitas que teníamos tiradas en el patio”, admitió a Página/12 la mujer, mientras en voz baja y con palabras fugaces, agregó: “Para mí tendrían que haber fumigado mi casa por las dudas”. Sin embargo, la intención oficial de la exploración hogareña fue concientizar a los vecinos para impedir que la larva del mosquito Aedes aegypti se propague. Después de transcurrida una semana desde su lanzamiento, el Plan Nacional de Prevención y Control del Dengue y la Fiebre Amarilla se materializó en distintas actividades en la provincia de Jujuy. “Al disminuir la cantidad de vectores de contagio, cada vez habrá menos enfermos y las tareas de desinsectación también se reducirán”, aseguró el ministro de Salud local, Victor Urani, poco antes de comenzar la recorrida de erradicación.
En Providencia, 70 kilómetros al sur de San Salvador, cerca del mediodía el termómetro alcanzó los 30 grados. Calles de tierra y piedra, con el viento soplando desde el norte, los rostros parecían cubiertos de hollín. Noemí Barrientos, su marido, sus tres hijas y sus dos nietos comparten una casita de material y techos de chapa sobre la calle El Algarrobo, casi esquina Santo Vega. “Somos humildes, pero limpitos –dijo María Tejerina, la menor de las hermanas Barrientos, y ejemplificó sus dichos–. Todos los días baldeo la vereda con una medida de desodorante de ambientes y otra de espadol.” Porque los agentes sanitarios jujeños, “en recorridas anteriores nos dijeron que mientras más brillante esté todo, menos posibilidad de que el mosquito del dengue entre en tu casa”, interpretó seriamente Noemí.
Según estadísticas provinciales, en lo que va de 2009 Jujuy tuvo 1368 casos (entre sospechosos y conformados) de personas enfermas producto de la picadura del Aedes aegypti. “Desde la Quebrada de Humahuaca hasta la Puna no hay mosquito, y si no hay mosquito, tampoco dengue. Por la altura, en la capital jujeña sólo hubo ocho casos”, destacó el ministro Urani en diálogo con Página/12. Sin embargo, el departamento de San Pedro es una excepción: a poco más de 500 metros sobre el nivel del mar, con un clima tropical y bosques frondosos, la región del Ramal es una zona a la que se conoce como la “Ruta del dengue”.
Sobre El Algarrobo, frente al Centro de Atención Primaria –Providencia Miguel Angel Aquino–, dos tiendas de campañas fueron preparadas para la ocasión preventiva: afiches coloridos para “concientizar a la población”, fotos de campañas anteriores, maquetas de las fumigadoras e, incluso, un camión de juguete con tapitas de gaseosas, botellas y recipientes en miniatura que simulan la descacharrización. Mientras algunos funcionarios intentaban terminar victoriosos un juego “para que el dengue no entre en tu ciudad”, Soledad Segundo le daba algunos consejos a Noemí. Además de ser vecina, Soledad es una de las agentes sanitarias del barrio.
“Cuando en el verano llegamos a tener temperaturas que superan los 42 grados, San Pedro se llena de mosquitos”, destacó Soledad y Noemí acompañó con un movimiento afirmativo de cabeza. Pese a que los camiones municipales recogen los residuos todos los días, uno de los problemas fundamentales del vecindario es que “como las calles son de tierra y el viento muy fuerte, la basura se desparrama y acumula fuera de los tachos”. Para la mujer sanitarista, entonces, “es fundamental que la totalidad de los habitantes sepamos de la importancia de cerrar bien las bolsas de basura”.
Durante la mañana, en el edificio del Ministerio de Salud local, Soledad y otros 90 agentes sanitarios, médicos y directores de hospitales recibieron una capacitación en pos de una efectiva prevención comunitaria. “Con el último rebrote, en abril pasado, mi sobrina (Leila) se enfermó. Estuvo 15 días en cama. Recorrió varios sanatorios, hasta que mi hermana la llevó a un hospital público, donde le hicieron los exámenes y detectaron que tenía dengue”, relató Soledad a este medio.
En San Pedro hubo muchos más casos como el de Leila –alrededor de 400–, porque existen varios factores que hacen del barrio una “zona epidemiológica. Primero, hay arroyos cerca del barrio –sostuvo la agente sanitaria–, pero fundamentalmente la proliferación se da porque vivimos sobre la ruta 34, que no sólo es frontera con Bolivia, sino que además es el tránsito obligado para algunos puntos del país que tienen un alto grado de casos”. Después de dos días charlando sobre la enfermedad, Soledad admitió que “siempre hubo campañas, pero nunca pensamos que nos podíamos enfermar. Con la descacharrización de principio de año y la de estos días, comenzamos a concientizar a todos los vecinos”.
A media tarde, un enorme camión conducido por un funcionario municipal llevó los cacharros, envases, botellas y latas vacías desechados por los sanpedrinos, hasta basurales alejados de la ciudad. “El anhelo para esta campaña es que se utilicen lo menos posible los insecticidas, que podamos lograr los hechos concretos con descacharrados y que, entonces, la sociedad civil y las ONG puedan asimilar el mensaje de prevención”, concluyó Urani.
Informe: Mariana Seghezzo.
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