SOCIEDAD › EL MINISTERIO DE EDUCACION HOMENAJEA A CINCO DOCENTES QUE HACEN TRABAJO COMUNITARIO
Darío Aranda es enfermero y docente por opción. Creó un centro comunitario en Laferrère, donde aprenden oficios decenas de chicos. En el Día del Maestro, junto a otros cuatro educadores, será reconocido en un acto, en la Villa 21.
Durante más quince años, por las noches, transitó las calles reclutando pibes que deambulaban sin un destino certero. Acompañado únicamente por un puñado de compañeros y con la palabra como su arma discursiva, Darío Aranda dejó su profesión de enfermero para convertirse en docente y construir un centro comunitario en el barrio San José Obrero. Hoy, para celebrar su día, Darío y otros cuatro educadores serán distinguidos por el Ministerio de Educación nacional con el título de “maestros populares”, con el estreno de un documental que registra su trabajo. Al estilo de Paulo Freire, los seis son maestros, pero también populares y comunitarios: en villas, barrios de trabajadores o en el medio del campo, “siempre decimos que en Argentina tenemos igualdad de oportunidades, pero no de condiciones sociales semejantes. Tenemos que llevar las mejores condiciones a los lugares más carenciados para que los chicos con menos recursos puedan ir a la escuela con zapatos, pantalón y materiales igual que todos los demás”. En diálogo con Página/12, Darío contó su experiencia educativa a partir de la creación y dirección del espacio que bautizó como Kiosco Juvenil.
“Nosotros somos la oferta y ellos demandan lo que necesitan”, dice. La metáfora mercantilista roza el absurdo cuando es pronunciada por un hombre que junta jóvenes de la calle y les pregunta qué les gustaría hacer. “Un día estábamos en la esquina del barrio (San José Obrero) y apareció Darío preguntándonos qué queríamos de la vida y qué nos interesaba”, cuenta uno de los pibes reclutados, que en la actualidad es profesor de fútbol del Kiosco Juvenil. Según el nuevo maestro, “lo primero que pensamos fue que era un cana, después se nos pasó por la cabeza que era evangelista”. Sin ser uniformado o religioso, Darío se especializó como operador comunitario en Chile bajo la teoría de la Reducción del Daño.
La experiencia del educador comunitario ilustra mejor que nada el conocimiento adquirido en aquel país. “Vi de todo. Por ejemplo, en un cabaret de Santiago de Chile se daban clases de apoyo a los hijos de las chicas que trabajaban en el lugar”, relató Darío entre risas cómplices. Porque, “tuvo tanto éxito esa especie de centro comunitario que todos los pibes del barrio terminaron yendo al cabaret a aprender y el Estado tuvo que otorgarles otro lugar”.
En Laferrère, en un barrio de casitas parecidas construidas por sus propios dueños, donde se encuentra el Kiosco Juvenil, la historia se repitió con un estilo argentino. Con lugar propio desde 2002, en el centro comunitario “damos 24 talleres (16 de formación profesional y 8 de educación no formal), para 472 chicos de entre 14 y 18 años”.
En el salón de una parroquia, en el garaje de una sociedad de fomento o en un aula de escuela, “la educación se basa en la potencialidad de las personas y no en su peligrosidad –analizó Darío y recurrió, como ejemplo, a una metáfora neoliberal contradictoria y, al mismo tiempo, efectiva–: Se tienen que maximizar los recursos y utilizar cualquier espacio para educar”. Como formador popular, Darío además enseña ontología del lenguaje a jóvenes-adultos judicializados dentro del Servicio Penitenciario Bonaerense. “Lo más importante son las técnicas de relajación y diálogo, para que los chicos puedan convivir con el encierro lo mejor posible, además de dejar a un lado la violencia”, explicó el maestro.
Aunque ahora sólo durante las noches de verano Darío sale a recorrer las calles de San José Obrero para reclutar jóvenes, la experiencia del Kiosco Juvenil fue y es distinta a la de la mayoría de las centros educativos. Pero no es la única. José María Di Paola (el padre “Pepe” de la Villa 21-24, de Barracas), el párroco Daniel “Coco” Romani (de la Villa Itatí, de Quilmes), Fabián De Bueno (líder del Movimiento Campesino de Santiago del Estero) y Jorge Ruiz Huidobro (creador del taller Música Esperanza de Tucumán) también pudieron construir una enseñanza distinta: popular y comunitaria. Los cinco son protagonistas del video La buena educación, de Alejandro Vagnenkos. También ellos serán distinguidos hoy durante un acto que se llevará a cabo en la parroquia Nuestra señora de Caacupé, en la Villa 21, con la presencia del ministro de Educación, Alberto Sileoni, y los docentes declarados como “Maestros ilustres”.
“Cuando se impone un conocimiento, algo siempre falla –reflexiona Darío–. En cambio, si se acompaña y se aconseja, la responsabilidad es compartida, el otro deja el lugar de la víctima y se convierte en protagonista de su propia historia. En el medio, el docente aprende cosas maravillosas.”
Informe: Mariana Seghezzo.
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