Miles de mujeres abrieron un nuevo Encuentro Nacional en una Tucumán donde se nota la oposición conservadora. Católicos y protestantes hicieron un acto conjunto “por la vida”.
› Por Luciana Peker
Desde San Miguel de Tucumán
Miles de mujeres inauguraron a las once de la mañana de ayer el 24º Encuentro de Mujeres en la cancha del Club Tucumán Central. La ya tradicional reunión, que arrancó en 1986 en Buenos Aires, trascendió los talleres sobre puntos centrales y clásicos como feminismos, sexualidad, lesbianismo, anticoncepción, aborto y violencia. En este encuentro se habla de abuso sexual infantil y trata de personas, medio ambiente, desarrollo agropecuario, política, actividad física, deuda externa, tiempo libre, cárceles, capacidades diferentes, ciencia, desocupación, sindicalismo, adultas mayores, e, incluso, terapias alternativas.
“Hoy somos muchas más”, remarcó Vicky Disatnik, de la Comisión Organizadora del Encuentro, que cada año cambia según la provincia elegida. Uno de los aspectos centrales es que las mujeres se autoconvocan –no está promovido por ningún partido político ni organización nacional o internacional– ni tiene equivalentes en otros países. Las discusiones son horizontales y democráticas y la organización de volantes, sedes, mapas y otros gastos de producción se cubren con el pago de 7 pesos de inscripción. De las veinte mil mujeres presentes según las organizadoras, ocho mil son becadas.
La masividad de la convocatoria –y las conclusiones de sus debates– generan resistencia en la Iglesia Católica, el movimiento evangélico y otros sectores conservadores. En Tucumán se nota la oposición religiosa frente a la posibilidad de poner en la agenda pública la despenalización del aborto o la sistematización de la atención de los abortos no punibles. El sábado, primer día del Encuentro de Mujeres –que dura hasta mañana– y tiene como epicentro la marcha del domingo a la tarde, las mujeres se acercaban a la cancha del Club Tucumán. En la puerta había vendedores de panchos, pero a falta de fútbol también se vendían tortas, hebillas y artesanías norteñas.
A veces la teoría se junta con la práctica. Los pañuelos verdes se multiplicaban como la consigna por legalizar el aborto y que las mujeres sean bien tratadas antes y después de interrumpir un embarazo en los hospitales públicos. Las voces de las organizadoras pedían educación sexual, jardines maternales, detener la violencia de género y la mortalidad materna. La consigna se volcaba en las cabezas que se cubrían del mareo de sol con el que arrancó el Encuentro.
Amanda Currecoy se sentó 36 horas en un micro para llegar desde Bariloche. No bien bajó, se puso a caminar junto a sus amigas para juntarse con otras mujeres a las que no conoce, pero con las que se siente unida. “Vengo porque aprendo muchas cosas. Yo me quedé viuda con tres chicos y tuve que criarlos sola. Antes creía que era la única, pero en los Encuentros me di cuenta de que éramos muchas y que lo que nos pasa no es una pavada. Después de escuchar tanto, ahora queremos poner en Bariloche un hogar para mujeres golpeadas”, dice y camina.
Tucumán, que fue famosa en la crisis de 2001 por los niveles de desnutrición infantil que mostraban a niños y niñas raquíticos en el Hospital Niño Jesús, amaneció con rostros de bebés –llamativamente rubios en una provincia que no tiene mayoría de descendientes europeos– rodeando la Plaza Independencia con la consigna “Sí a la vida”.
La palabra vida se usó una y otra vez como bandera para repudiar el Encuentro de Mujeres, aunque no fue convocado para luchar contra la vida. El marketing religioso, que unió ayer en una marcha a evangélicos y católicos, se apoderó de esa palabra para tildar los debates que buscan bajar la mortalidad materna de anti-vida.
El clima antiencuentro se sintió bastante fuerte en la noche del viernes 9 en una marcha del Equipo Pastoral de Tucumán, con el apoyo del Arzobispado local, que convocó a alrededor de 200 personas, en la Plaza Independencia, con la consigna “Por el derecho a nacer”.
La politización de la cruzada conservadora –en una provincia en donde, a diferencia del resto del país, no está regulada la ley que promueve el reparto de anticonceptivos– se notó en el acto. “Los legisladores, diputados, senadores y gobernadores que no respeten la vida tienen que tener cuidado porque no los vamos a votar”, amenazó en tono altivo el pastor José Valoy.
La diferencia entre los líderes católicos y evangélicos es que los seguidores de un protestantismo ultra conservador fomentan un mayor activismo. “Dios nos está provocando a que se levante una militancia porque el mal avanza y la intención del mal es establecer principios anti vida en nuestra provincia. Hay organizaciones apoyadas desde el extranjero y el gobierno que están promoviendo el aborto y la disolución de la familia”, azuzó el pastor.
Paula es rubia y tiene 18 años, fue a la plaza “a defender sus valores”, según contó con voz tímida. ¿Conocés a alguna adolescente embarazada? “Cercana no, pero lejana sí”, contestó. “Yo estoy a favor de la abstención sexual, pero respeto si otros no piensan como yo, pero con el aborto no, estoy totalmente en contra”, remarcó.
Sofía Ganem tiene 21 años e integra Jóvenes por la Elección y el Placer. Ella sí conoce a chicos y chicas que no se cuidan y defiende la legalización del aborto. Y no por estar en contra de la vida. “No queremos que se mueran más mujeres –subraya–. En Tucumán hay dos circuitos clandestinos, el que es más seguro y el de las mujeres que todavía abortan con agujas de tejer o yuyos y se infectan o mueren y cuando van a un hospital las recibe un policía para denunciarlas y no un médico para asistirlas”.
Un dato nuevo es que, además de fustigar contra la legalización del aborto, en el acto interreligioso se atacó a la diversidad sexual con mayor énfasis que en otros encuentros, seguramente por los avances en la visibilización de los grupos de lesbianas. “Pero nosotras no vamos a destruir la familia como dice la Iglesia. Perfectamente se puede tener hijos y formar una familia homoparental”, dice, llegada desde Córdoba, Ivana Viatto, más conocida como “Super Lesbian”, con la capa multicolor del movimiento de Lesbianas, Gays, Travestis, Transexuales y Bisexuales e Intersexo (Lgttbi).
En el cruce de miradas, opiniones y derechos, el pastor Valoy auguró: “Están confundidas y se van a ir de Tucumán con las manos vacías porque Tucumán es luz y decretamos la victoria de la victoria contra la muerte”. Los católicos son más discretos, pero igualmente se hicieron notar con banderas amarillas y blancas colgadas de los balcones, como si el papamóvil estuviera por pasar. Mientras que el obispo Luis Villalba decidió cerrar las puertas de la Catedral y suspender la misa de hoy, día en el que está prevista la marcha del Encuentro de Mujeres.
La presión de los grupos conservadores tuvo sus consecuencias. Ruth Zurbriggen viajó 25 horas desde Neuquén e hizo levantar el polvo del Club Tucumán Central con Frida Kahlo en su remera agitando sus aros junto con sus saltos. Pero la frenó una noticia. Ella integra la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y se enteró que se habían quedado sin carpa para instalar en la plaza. “Los empresarios que nos la iban a alquilar nos pusieron excusas climáticas, pero, evidentemente, es por las presiones eclesiásticas”, aseguró Ruth. Las organizadoras compraron dos gazebos y los enmantelaron de verde.
No para todas la fe y la defensa de los derechos de las mujeres están cruzadas. Las copleras jujeñas bajaron del norte y alzaron la voz y las rimas, pero también las luchas en el escenario del Encuentro: “Nos dirán piqueteras porque siempre estamos cortando la ruta para pedir algo”, reivindicaron. Y desearon, con esa sensación que suena a esperanza y que no tiene por qué ser bastardeada: “Que Dios, la Virgen y la Pachamama las bendiga. Y Ojalá que Dios nos preste la vida para volvernos a reunir”.
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