SOCIEDAD
› UN DIFICIL COMIENZO DEL OPERATIVO RESCATE EN TUCUMAN
Cola para pedirle algo a Chiche
En medio de un clima interno enrarecido por la virtual intervención, la Primera Dama se enfureció porque el supuesto encuentro con organizaciones sociales se convirtió en un acto proselitista, donde una masa de gente la esperaba con múltiples reclamos. El cuestionamiento de los médicos y expertos.
› Por Felipe Yapur
Desde San Miguel de Tucumán
“¡Queremos trabajar, queremos trabajar!”, le gritó a voz en cuello un grupo de mujeres con el rostro y el cuello bañados en sudor. Ella no dijo nada, miró hacia otro sector donde otras mujeres le pedían comida mientras sostenían a sus hijos en los brazos. Hacía calor y el techo de zinc del centro vecinal del barrio Ejército Argentino aumentaba la temperatura. Esto no amilanó a las primeras mujeres e insistieron con su reclamo. Hilda “Chiche” Duhalde, resignada, volvió su mirada hacia a ellas y finalmente les respondió: “Sí, lástima que eso escapa a mis manos”. Estaba molesta, prácticamente furiosa, era su primer día en Tucumán, el primer encuentro con la gente de los barrios carenciados de su “Operativo Rescate” y la reunión con las organizaciones sociales de esa localidad se había convertido prácticamente en un acto proselitista armado por los punteros locales. El griterío era ensordecedor, algunos la vivaban y la postulaban a vaya a saber qué cargo electivo. Otros, la mayoría, pedían comida y trabajo digno. En esa barriada de calles de tierra y aguas servidas, murieron 4 niños por desnutrición.
Mujeres flacas con hijos flacos junto a hombres de rostro curtido, más por el desempleo, la desesperanza y el alcohol que por el trabajo, todos se arremolinaron en la puerta del centro vecinal Unión Barrio Ejército Argentino o UBEA como lo llaman los vecinos. Eran las cuatro de la tarde y el sol del subtrópico se desplomaba con ferocidad. Es un barrio olvidado que está a un poco más de diez minutos del centro de la ciudad y que fue redescubierto cuando cuatro de sus niños murieron por desnutrición.
Chiche no pudo ocultar la sorpresa que le causó esa masa de algo más de 600 personas que pugnaban por ingresar al centro vecinal, tocarla y, fundamentalmente, pedirle comida, trabajo y acercarle una carta donde le describen sus penurias. La esposa de Eduardo Duhalde luego le diría a este diario que eran “los rostros que daban cuenta de los 12 años de destrucción del sistema productivo del país”. De todas formas se preocupó en aclarar que su marido no es responsable de esa destrucción porque “un vicepresidente no tiene poder de decisión, es un cargo sin relevancia”.
El encuentro estaba programado de manera distinta. La intención era que la primera dama conversara con los representantes de cada organización social que trabaja en el barrio y la zona de influencia. Sin embargo, su decisión de moverse sin mantener contacto con el cuestionado gobernador Julio Miranda le jugó una mala pasada. Los punteros del PJ, que responden inequívocamente al mandatario, movilizaron a la gente y por momentos la primera reunión del denominado “Operativo Rescate” se pareció mucho a un acto político.
No cabían dudas de que eso era lo que había ocurrido. Las paredes del tinglado estaban tapizadas con afiches donde cada organización o centro vecinal que existe en esa zona detallaba las características de cada una y sus necesidades. Chiche intentó desactivar el virtual acto político cuando pidió que algunos representantes expusieran su situación. El bullicio era tal que nadie escuchaba y la primera dama se enojó.
Los afiches eran más que elocuentes. El del barrio Independencia tenía datos escalofriantes: “Programa Jefas y Jefes de Hogar: 20 por ciento; Desnutridos: 48 por ciento; Alcoholismo: 90 por ciento”. El del barrio Once de Marzo no era mejor porque de los 7400 habitantes que tiene, los vecinos determinaron que hay una desnutrición del 42 por ciento y que el único Centro de Atención Primaria de Salud (CAPS) que cuenta con una sola médica atiende 670 casos por día. “Por favor, ayúdenos señora porque nuestra doctora se va a volver loca”, le dijo en su momento Cristina, una de las madres voluntarias del CAPS. Mientras esto ocurría en el escenario que posee el centro vecinal, abajo, entre la gente, Ramona Ibarra escuchaba al tiempo que con una hoja intentaba aliviar un poco el calor: “Se ve que quiere hacer algo bueno, pero no sé”, dijo para luego advertir que los planes Jefes y Jefas están muy mal otorgados: “A mí no me lo quisieron dar porque dicen que tengo casa de material. ¡Cómo no la voy a tener si mi marido es albañil!, pero desde hace un año que no tiene trabajo”, se quejó.
Afuera del centro vecinal estaba Susana, de 22 años y cuatro hijos. El más chico, de apenas 10 días, dormitaba en sus brazos. En su rostro no había facciones de tan delgado y sus manos estaban tan curtidas que no parecían de una mujer tan joven: “Es que para comer juntamos escombro con mi mamá. Al bebé me lo cuida una vecina y los otros que son más grande me ayudan. ¿Qué espero de ella (por Chiche)? No sé. Trabajo... creo”, dijo con una voz apenas audible. Cuando Chiche salió, fue tal la cantidad de gente que intentaba acercarse a ella que la marea humana la dejó a Susana muy lejos como para siquiera poder verle el rostro a la primera dama.
Cuando todo terminó, Chiche les avisó a los suyos que no permitiría que vuelva a ocurrir lo del barrio Ejército Argentino. “Desde mañana (por hoy) salimos sin avisar a dónde. Quiero poder recorrer casa por casa sin que los punteros políticos me armen actos.”
Fue su primer día del programa con el cual piensa ayudar al gobierno de su marido que “hace lo que puede, sin dinero y sin apoyo del FMI”.
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