Jue 28.11.2002

SOCIEDAD

Murió Federico Klemm, un artista discutido y exótico

A los 60 años, Klemm murió por el agravamiento de una neumonía. Auspició artistas y espacios de arte y produjo una obra variada y disrruptiva. Su posición política le valió muchas críticas.

“Por suerte no fui un bohemio comiéndome o perdiendo todos mis bienes.” Por eso buena parte de su fortuna quedó inyectada al campo del arte. ¿Quién es o, ahora, quién era Federico Klemm? Valeria Fiterman, su colaboradora más cercana, ayer sólo se atrevió a pronunciar las razones y la hora de su muerte: “Fue a eso de las tres de la tarde –dijo–, por un agravamiento de la neumonía que sufría desde hacía tiempo”. Klemm estaba internado desde hacía dos semanas en el Hospital Alemán de la Ciudad de Buenos Aires. Era checo, había cumplido 60 años y de su vida hizo una mezcla de hiperrealismo y exotismo. En su carrera existen ficciones, cortos, performances y exposiciones aquí y afuera. En ese camino estimuló desde su fundación a artistas jóvenes y progresistas. Construyó una imagen pública disrruptiva, política y bizarra a la vez. Fue el único artista premiado por el ex presidente Carlos Menem, un argumento que suelen esgrimir sus críticos.
Para muchos, Federico Klemm es una de esas figuras difíciles de ubicar en algún lugar. En su historia de inmigrante checo que huía con sus padres de la invasión soviética, se cruzan el ingenio, las provocaciones, las experimentaciones y un juego pendular con los núcleos de poder, sobre todo en los ‘90. Carlos Menem le entregó el 28 de julio del ‘98 en la Casa de Gobierno el Premio de Reconocimiento al Mérito Artístico. Aquel episodio fue criticado por buena parte de los intelectuales del mundo del arte, para Klemm –tal vez– aquello en cambio fue sólo parte de la lógica con la que trabajaba el arte de los ‘90: “La estética menemista –decía alguna vez– se caracterizaba por un laisez-faire, y por darle entrada a gente que demostraba una especial eficiencia dentro de las estrategias culturales”.
Esa filosofía lo condujo por distintos lugares, algunos muy poco conocidos: “Klemm funcionó en algún punto como los viejos intelectuales del Grupo Sur, hizo de benefactor de muchos artistas progresistas, entregándoles estímulos importantes, premios, pero sobre todo auspiciando espacios ciertamente interesantes, desde los primeros años ‘90”, dice ahora Fabián Lebenglik, crítico de arte y director del Centro Cultural Rojas. Klemm canalizó esas actividades a través de dos espacios. El primero fue la Galería Klemm de Arte Contemporáneo que estuvo abierta desde el ‘92 hasta el ‘95. Ese ámbito funcionó como uno de los referentes culturales locales más importantes, Klemm invirtió ahí buena parte de la fortuna de su herencia familiar para presentar obras originales de Matta, Botero, Mapplethorpe, Macció, Pablo Reinoso, Andy Warhol, entre otros.
Cuando cerró la Galería, comenzaba la historia de su fundación construida en un espacio de mil metros cuadrados y pensada como un ámbito abierto, libre y gratuito. Allí ahora existe una colección permanente con obras de Picasso, Magritte, Max Ernst, Man Ray, De Chirico, Warhol o Xul Solar, entre otros. Desde ese lugar, Klemm hizo aportes al Museo de Arte Contemporáneo de la Ciudad, al Centro Cultural Recoleta y al Palais de Glace.
Pero éste no fue el único Federico Klemm. Estaba el otro, aquél más extravagante y mediático que aparecía en “El banquete telemático”, un programa de cable lanzado en el ‘90 primero en Canal (á) y después Plus Satelital. Desde ese momento, fue “el Andy Warhol argentino” y la imagen del pop art extravagante: “No me gusta demasiado el término extravagante –aclararía alguna vez–: puede sonar ridículo. Yo observo las cosas desde afuera, sin provocar caos ni anarquía, puedo alterar el orden de lo estético, pero no de lo ético”.
Inspirado en personajes de Buenos Aires, durante un tiempo dirigió cortometrajes o autorretratos y usó como disparadores a distintos personajes de Buenos Aires. De ese período existen obras sobre Marta Minujin, Nicolás García Uriburu, Abelardo Arias o Eduardo Giménez. Entre el material de ficción hay títulos como El obrero, ¿Qué hacer? o Un banco. Existen performances recordadas por los archivistas, como O sólida carne, un audiovisual con soporte cinematográfico, en el Di Tella o Centenario de Cataguases, sobre obras de Mozart, Schubert, Bizet y Villa-Lobos, en Río de Janeiro. Aunque algunos prefieren definirlo por sus “pretensiones” de artista, Klemm pudo conseguir aprobación para presentar sus obras como El cuerpo de un simulacro o El hombre, la máscara y su doble acá y en salones internacionales.

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