SOCIEDAD
En el Día del Sida, un balance con varias malas y alguna buena
“No estamos tan mal como temíamos,” dicen los especialistas. Pero señalan que la epidemia crece en particular entre mujeres pobres y sin educación.
› Por Pedro Lipcovich
“La Argentina es el país donde muchos pacientes con sida tienen acceso a la medicación que necesitan para controlar su enfermedad, pero no tienen plata para viajar al hospital o para comer.” Así resumió uno de los principales especialistas el cuadro de situación en el Día Mundial de Lucha contra el Sida. Lo más acertado es pensar en dos epidemias de sida, la visible y la invisible. En la epidemia visible –que registra 25.411 enfermos–, los índices de mortalidad y enfermedad continúan el descenso iniciado hace cuatro años, cuando comenzaron los tratamientos con combinaciones de tres medicamentos. Este último año se idearon formas de administración que facilitan las tomas y disminuyen los efectos secundarios. Para el año próximo, según prometió a Página/12 la directora del Programa Nacional de Sida, “la continuidad en la provisión de medicamentos está asegurada”. Sin embargo crece la epidemia invisible que ataca a las –¿130.000?, ¿160.000?– personas que están infectados sin saberlo y a los que se infectan cada día. Se sabe que, en situaciones de crisis y descomposición social, las conductas de riesgo tienden a aumentar. Y se conoce el perfil del sujeto social más vulnerable al contagio: es mujer, es joven y es pobre. Este año, por primera vez en la historia de la epidemia en la Argentina, la mayor cantidad de nuevos casos femeninos se produjo entre chicas que habían desertado de la escuela primaria. Página/12 examinó con especialistas las razones por las cuales tantas jóvenes están a punto de enfermar.
“El Día Mundial del Sida no nos encuentra en tan mala situación como temíamos a principios de año
–afirmó Pedro Cahn, jefe de infectología del Hospital Fernández y ex presidente de la Sociedad Argentina de Sida–: el Ministerio de Salud de la Nación continuó proveyendo medicamentos y, salvo algunas situaciones críticas puntuales, se cumplió.” Sin embargo Pablo Ceriani, abogado del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), hizo saber que, “pese a la buena disposición del Ministerio de Salud, las licitaciones para medicamentos se traban en otras áreas del gobierno: el ministerio hace compras parciales para paliar la situación, pero hay faltantes por los cuales estamos presentando recursos de amparo”.
En cuanto al año que viene, la directora del Programa Nacional de Sida, Gabriela Hamilton, aseguró a este diario que “la provisión de medicamentos está garantizada porque está incluida en el presupuesto y, de ser necesario, hay posibilidad de redireccionar créditos de organismos internacionales ya otorgados y pendientes de ejecución”.
Gracias a los tratamientos, “el sida, sin negar su gravedad, se ha transformado definitivamente en una enfermedad crónica con la que, en muchos casos y durante muchos años, se puede convivir –señaló Cahn–. Este año se avanzó en el ajuste de dosis y combinaciones para facilitar la toma y disminuir los efectos tóxicos”.
El problema es que “muchas veces los pacientes no tienen para pagar el boleto al hospital, o directamente no tienen para comer. Los sectores más vulnerables dejan de venir a la consulta; llegan para internarse con la enfermedad ya muy avanzada”, apuntó el jefe de servicio del Fernández.
¿Quiénes son estos pacientes? El Ministerio de Salud advirtió que “siguiendo la tendencia mundial, el VIH/sida es cada vez más femenino, más pobre y más joven en la Argentina”. En 2002, el 27 por ciento de los casos nuevos corresponde a mujeres. El promedio de edad, de 31 años para los hombres, baja a 28 para las mujeres, lo cual indica un contagio en la adolescencia y primera juventud. En el 68 por ciento de los nuevos casos femeninos la trasmisión es por vía sexual.
En cuanto al nivel de instrucción –indicador de ubicación social y/o de exclusión–, el último informe oficial señala que “la evolución para ambos sexos muestra una disminución constante en la escolaridad, más marcada en las mujeres, que desde el comienzo de la epidemia presentan menor nivel de educación”. Este año, por primera vez, “primaria incompleta” –el nivel más bajo, señalizador de exclusión social– ocupa el primer lugar entre las nuevas enfermas de sida, llegando al 25 por ciento de los casos.
Algunas de las causas de la vulnerabilidad de las jóvenes fueron relevadas por Dalia Szulik y Nina Zamberlin, investigadores del Cedes, en su trabajo “Vulnerabilidad de las jóvenes en la Argentina ante las enfermedades de trasmisión sexual y el VIH/sida”. Por de pronto, “la cantidad de chicas dispuestas a utilizar preservativo es menor que la de hombres de la misma edad”, advierten, y citan un estudio donde, aun en personas de mayor nivel cultural (estudiantes universitarios de Buenos Aires), “el 33 por ciento de las mujeres no había utilizado ninguna protección en su primera relación sexual, mientras que el 16 por ciento de los varones había utilizado preservativo”. Las causas se vincularían con que “la percepción de los riesgos en las relaciones sexuales varía entre las mujeres y los hombres: ellas se preocupan más por prevenir un embarazo que por evitar la trasmisión del VIH; ellos se preocupan más por prevenir una infección y consideran la contracepción como un problema femenino”.
Claro que el preservativo previene tanto el embarazo indeseado como la trasmisión de infecciones, pero, aun entre los adolescentes –que son la generación con mejor disposición a utilizarlos–, “se los vincula con relaciones sexuales ilícitas, lo cual desalienta su uso en relaciones estables”. Muchas chicas temen que “solicitar preservativo en una relación estable pueda ser percibido como signo de desconfianza y falta de intimidad”. En cuanto a las relaciones ocasionales, “las chicas están menos dispuestas que los hombres a llevar consigo preservativos, ya que eso podría llevar a creer que son ‘chicas de malas costumbres’”.
Un lugar clave para abordar estas cuestiones es el que ofrecen las instituciones públicas de salud, abiertas a las consultas de adolescentes gracias a la nueva Ley de Salud Sexual. Sin embargo, “un estudio reciente en servicios para adolescentes de hospitales públicos de Buenos Aires mostró que ponían casi exclusivamente el acento en la planificación familiar, dando prioridad a la prevención de embarazos no deseados y desestimando las enfermedades de trasmisión sexual y el VIH/sida”, señalan las investigadoras. Una de ellas, Nina Zamberlin, observó que “esta dificultad en los servicios de salud se ha descripto internacionalmente. Tradicionalmente estos servicios trabajan sólo con mujeres y los médicos se quedan conformes si la chica toma bien la pastilla anticonceptiva. Sería bueno que los varones llegaran también a los servicios de salud sexual y que las chicas aprendieran allí a exigir el uso del preservativo. Pero para esto hace falta que también los médicos se pongan las pilas”.
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