SOCIEDAD › LA DETUVIERON DESPUéS DE HALLAR A SU MARIDO ENTERRADO EN UN BALDíO
A Mingo Gillio lo buscaban desde hace ocho años en Mar del Tuyú. Su pareja dijo que había ido a Chascomús. Estuvo detenida en 2006, pero por falta de pruebas la liberaron. Ahora, desenterraron el cuerpo en un lote junto a su vivienda.
Una mujer de 59 años fue detenida ayer, acusada de haber asesinado y sepultado a su pareja en un baldío junto a su casa, en la calle 9 N° 5379, entre 53 y 54 de Mar del Tuyú. El caso tiene su historia: el 22 de abril de 2002, Mingo Gillio, como lo conocían en la localidad, desapareció misteriosamente y sin dejar rastros. La mujer, Lidia Benítez, dijo que el Mingo había ido a un mecánico en Chascomús y no había regresado, pero algunas contradicciones la llevaron tras las rejas en 2006. Después de levantar todo el piso de su lote, sin rastros, Benítez fue liberada por falta de pruebas. El azar, o el impulso multiplicador de la construcción, hizo el resto: el lote baldío fue comprado y el nuevo dueño, dispuesto a levantar cimientos, envió a cuatro albañiles. Los hombres desmalezaron, arrancaron árboles, removieron tierra. Y apareció el esqueleto de Mingo, reconocido por un pulóver, una campera de plástico y una billetera, con medallitas de boxeo y ciclismo que el hombre había ganado en su juventud.
Mingo estaba separado, tenía dos hijas y vivía con Benítez. En abril de 2002, después de esfumarse, comenzó a ser intensamente buscado por sus hijas, Luisa Esther y Norma. Las cosas no estaban bien. Según Norma, su padre “hacía tiempo que dormía en una habitación separado de su mujer y no comía nada de lo que ella hacía, porque tenía miedo de que lo envenenara”.
Aparentemente, Mingo “tendría ahorrados unos doce mil dólares, porque tenía una buena jubilación, dinero que guardaba en una caja de pesca en su habitación, que mantenía cerrada con llave por temor a que se lo robaran”, comentó Norma.
La causa por la búsqueda quedó asentada en la fiscalía 2, a cargo de Cristian Centurión, luego reemplazado por Diego Escoda, actual fiscal general interino. Cuando el 22 de abril de hace casi ocho años Mingo desapareció sin dejar rastros, lo primero que se hizo fue buscar en Chascomús y en la posible lista de rivalidades que pudiera tener el hombre. Su mujer, Lidia Benítez, fue quien dio la pista de Chascomús, adonde según ella el Mingo había viajado ese día para comprar unas autopartes y no regresar jamás. Algunas contradicciones fueron llevando primero a la sospecha y después al casi convencimiento de las hijas de Gillio de que su padre había sido asesinado y sus miradas apuntaban contra la mujer que convivía con él en el lote de la calle 9.
De hecho, los miedos que el Mingo les habría confesado a sus hijas levantaron sospechas. Pero nada más. En 2006, después de que se descubrieran algunas contradicciones, Lidia fue detenida. Los peritos levantaron todo el piso del terreno, incluyendo el de la casa donde después de la desaparición del Mingo vivían Johana, la hija de Benítez, y su marido, Eduardo González. No se encontró nada, la causa abandonó los titulares periodísticos y Benítez fue liberada por falta de pruebas.
Casi ocho años más tarde, la justicia del azar modificó el panorama. Alguien compró el lote que había sido baldío junto a la casa del Mingo. Dispuesto a levantar cimientos, el dueño ordenó desmalezar, quitar los árboles y, finalmente, excavar. Fue en esa tarea que los albañiles se toparon con algo extraño: un esqueleto perfectamente conservado, con un pulóver, una campera y una billetera con medallitas.
Como hasta ese momento, después todo fue cuestión de tiempo. Al Mingo lo identificaron su ex y sus hijas, reconociendo los objetos que rodeaban el esqueleto. Según el jefe de la DDI de Dolores, Carlos Prost, apenas se identificó el cadáver, Benítez fue detenida. En la causa hay al menos un prófugo que vivía en la casa del fondo.
“Al día siguiente de la desaparición –dijo Norma– se compró un lote en la zona y, días después, los materiales para construir una vivienda, que pagó con dólares. Esto consta en la causa.” La principal hipótesis del crimen es que la mujer habría buscado quedarse con dos propiedades que tenía la víctima y la suma de dinero en dólares que guardaba y que para ello contó al menos con un cómplice, aunque podría haber más implicados.
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