SOCIEDAD › OPINIóN
› Por Alejandro López Accotto *
Hace ya dos meses que se produjo el devastador terremoto en Haití. El panorama en Puerto Príncipe sigue siendo desolador. Continúan los trabajos de remoción de escombros y se ven casas destruidas por toda la ciudad. En todos los espacios públicos abiertos se han instalado campamentos con miles de carpas: plazas, canchas de fútbol, lugares contiguos a los edificios públicos, al aeropuerto. Se estima que más de medio millón de personas viven ahora en carpas. Lo terrible es que muchos de ellos no están peor que antes del terremoto y que las carpas no parecen constituir una salida sólo transitoria. Muchos de estos campamentos deben ser relocalizados porque están en lugares inhabitables en época de lluvias (a partir de abril). Ya no quedan lugares libres y el gobierno está intentando aprobar una ley que permita la utilización de espacios privados para reinstalar las carpas. De todas formas, se va retomando la vida cotidiana, que para la gran mayoría era y es sufrida y dura. El ciclo educativo en un sistema de por sí muy ineficiente y limitado no ha podido aún recomenzar en la mayoría de las escuelas.
Sólo para tener una idea de la magnitud de la cuestión vale la pena recordar que el BID ha estimado los recursos financieros necesarios para construir un nuevo Haití (el gobierno haitiano no quiere hablar de reconstrucción) en 14.000 millones de dólares. Casi dos veces el producto bruto anual de Haití. En cambio, las estimaciones de daños producidos por el terremoto en Chile son de 30.000 millones de dólares (menos del 20 por ciento del PBI anual de ese país). Sin embargo, como era previsible, el drama haitiano ha salido de la agenda mediática latinoamericana. El conflicto por la explotación petrolífera en la zona de Malvinas primero y el terremoto en Chile han ocupado ese espacio.
Hace una semana pregunté en Puerto Príncipe a un alto funcionario haitiano qué podía hacer Argentina por Haití. Me respondió que colaborar en encuadrar la ayuda internacional en determinados principios básicos:
- Que la ayuda se gaste en Haití: Estudios independientes estiman que de la ayuda internacional bilateral casi el 80 por ciento de los recursos se gastan o vuelven inmediatamente al país de origen.
- Que la ayuda sirva para alentar la producción y el comercio en Haití: En ese sentido, el desarrollo de la agricultura familiar con aumento de la productividad es un objetivo básico del Ministerio de Agricultura, al que Argentina colabora modesta pero seriamente con su programa Pro Huerta.
- Que la ayuda internacional reconozca el papel fundamental de liderazgo de los haitianos colaborando en el fortalecimiento del Estado: En este campo, el Ministerio de Economía de nuestro país trabaja hace varios años junto a las autoridades haitianas en el fortalecimiento de los mecanismos de programación de la inversión pública y de coordinación de la ayuda internacional. Sin embargo, es preciso reconocer que los intereses de la ayuda internacional muchas veces van en otro sentido.
Conseguir 14.000 millones de dólares no es la tarea más difícil. Convertir esos recursos en desarrollo sostenible en una sociedad igualitaria exige mucho más que recursos financieros. No me cabe duda de que en este proceso la cooperación de los países latinoamericanos puede ser un aporte muy valioso. El pueblo haitiano ha dado una muestra más de estoicismo y sacrificio en condiciones de civilidad ejemplares. Esperemos que sus dirigentes y la comunidad internacional estén a la altura de las circunstancias.
* Economista, miembro de la Misión de Cooperación con Haití. Ministerio de Economía y Finanzas Públicas.
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