El papa Benedicto XVI advirtió ayer que los sacerdotes culpables de abusos sexuales deberán responder “ante Dios omnipotente y ante los tribunales” y sostuvo que con esas conductas arrojaron “vergüenza” y “oscurecieron la luz del Evangelio”. En una carta dirigida a los católicos de Irlanda, el Papa expresó su “convicción de que para recuperarse de esta dolorosa herida, la Iglesia en Irlanda debe reconocer en primer lugar ante Dios y ante los demás los graves pecados cometidos contra niños indefensos”. En su escrito, Benedicto XVI dijo que el reconocimiento de los hechos “junto con un sincero pesar por el daño causado” a las víctimas y sus familias “debe desembocar en un esfuerzo conjunto para garantizar que en el futuro los niños estén protegidos de semejantes delitos”. En Dublín, una organización de víctimas de abusos expresó su decepción por la exhortación papal porque eludió una condena a la Iglesia irlandesa por “la humillante manera en la que fueron tratadas (las víctimas) cuando intentaron sacar a la luz sus experiencias de abuso ante altos funcionarios eclesiásticos”.

Maeve Lewis, presidente de One in Four, recalcó que la disculpa del Papa “no es por el ocultamiento, sino por el abuso”, sin tomar en cuenta que las víctimas, desde principios del ’90, vienen haciendo denuncias que durante décadas fueron mantenidas ocultas, mientras varios miles de niños eran víctimas de maltrato, abuso sexual y humillaciones en iglesias, hogares para chicos y otras instituciones. “A mí nadie me tiene que decir que el abuso en la Iglesia es un delito y un pecado”, agregó Lewis.

Joseph Ratzinger había anunciado que firmaría el documento el día de su santo, San José, luego de que en febrero citara a la Conferencia Episcopal Irlandesa a una cumbre de crisis en Roma para reforzar su exigencia de “tolerancia cero”, superación y prevención de casos de abusos. En su misiva, el Papa sostuvo que los abusos “han traicionado la confianza depositada en ustedes por jóvenes inocentes y por sus padres” y por ello “deben responder de ello ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos”.

“Han perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros semejantes”, agregó el pontífice. A las víctimas les dijo que “nada puede borrar el mal que han soportado” y por esa razón “es comprensible que les sea difícil perdonar o reconciliarse con la Iglesia”.