SOCIEDAD › PAUL SCHAEFER, FUNDADOR DE COLONIA DIGNIDAD, FALLECIO EN UN HOSPITAL PENITENCIARIO
El jefe de la Dina, la policía secreta de Augusto Pinochet, y amigo muy querido del suboficial nazi Manuel Contreras, confesó que la dictadura había instalado un centro de detención clandestino dentro de la Colonia Dignidad.
Paul Schaefer murió solo, en el Hospital Penitenciario de Santiago, de un paro cardiorrespiratorio ayer a las 7.20 de la mañana (hora local). A los 88 años había sido condenado por abusos sexuales a decenas de niños y por esconder arsenales de la dictadura pinochetista, y era conocido por todos los chilenos como el suboficial del ejército nazi que había hecho de anfitrión de uno de los centros de detención clandestinos de los años de facto, por donde pasó la ex presidenta Michelle Bachelet.
En su querida comunidad, la llamada Colonia Dignidad, no lo lloraron, sino que votaron para no permitir que lo enterraran allí, a unos 300 kilómetros de la capital. No bien se supo la noticia, sólo dos personas corrieron al hospital: su hija adoptiva, Rebeca, y el juez Jorge Zeped, el mismo que ordenó su extradición desde Argentina en 2005 y lo condenó a más de 20 años de prisión por los sistemáticos abusos sexuales a los que sometió a la mayoría de los niños de la Colonia Dignidad, la comunidad alemana que fundó y dirigió durante más de tres décadas.
“La causa inmediata de la muerte es un paro cardiorrespiratorio, es decir, una insuficiencia cardíaca global, ya que él padecía de estenosis aórtica severa terminal, producto de una hipertensión arterial”, fue la explicación que dio el juez Zeped, después de hablar con los médicos del Hospital Penitenciario. La muerte de Schaefer llegó cuando la Justicia comenzaba a investigar a sus cómplices.
El jefe de la Dina, la policía secreta de Augusto Pinochet, y amigo muy querido del suboficial nazi, Manuel Contreras, confesó que la dictadura instaló un centro de detención clandestino dentro de la Colonia Dignidad y que cientos de detenidos políticos fueron torturados, y algunos asesinados allí. Con la llegada de la democracia en 1990, la Concertación abrió la entonces comunidad cerrada, desarticuló su cúpula y llamó a todos sus habitantes a denunciar los crímenes de sus antiguos líderes. La comunidad aún existe, pero ya no está protegida por un alambrado.
Para Hernán Fernández, abogado de algunas de las víctimas que pasaron por ese centro, las investigaciones deben seguir, ahora más que nunca. “Los cómplices de Schaefer aún están impunes y todos deben pagar por las atrocidades que cometieron”, reclamó. Al mismo tiempo, en un acto oficial en un reformatorio en Valparaíso, el presidente Sebastián Piñera hacía otra propuesta. “Sabemos que hay otra justicia que nunca termina, que es la justicia divina”, aseguró el mandatario.
La figura de Schaefer, o el tío permanente como les pedía a los chicos de la comunidad alemana que lo llamaran, representa una de las pruebas más contundentes de los abusos humanos que permitió y cometió la dictadura pinochetista.
Con 40 años, había llegado en 1961 a Chile, acosado por denuncias de abusos sexuales a los menores, que había prometido cuidar en su Hogar Evangélico en Alemania. Gracias a sus buenas relaciones con algunos ricos y poderosos del país sudamericano, logró replicar su experiencia alemana. Creó la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad, en un predio de 17 mil hectáreas. Era una comunidad totalmente cerrada y hermética, con una escuela y un hospital propios.
Y la gobernó con la misma disciplina que le habían enseñado en el ejército del Tercer Reich. No permitía que los colonos alemanes tuvieran contacto con sus familiares en Alemania, el correo era estrictamente revisado y todos debían llevar un estilo de vida acorde con los más estrictos principios bautistas.
A los ojos del resto de los chilenos era una comunidad ejemplar, a menos hasta 1966. Ernest Wolfang, uno de los colaboradores de Schaefer, se escapó y contó por primera vez detalles de la vida dentro de la Colonia. Contó que los chicos eran separados de sus padres y que Schaefer, el tío permanente, abusaba constantemente de muchos de ellos.
Desde ese momento, las denuncias se acumularon. Con la apertura democrática y la intervención estatal de la comunidad alemana, encontraron arsenales y los restos del centro de detención clandestino que operaba la Dina de Contreras, el amigo de Schaefer. Los contactos con el pinochetismo le permitieron al suboficial nazi esconderse unos años y esquivar la Justicia. Vivió en la impunidad hasta hace cinco años, cuando lo encontraron en Mendoza.
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